Hay una larga historia de la humanidad, pero la conectividad, la comunicación, estar hiperconectado, las falsas noticias y las verdades a medias se difunden a tal velocidad que la reacción de los individuos y la sociedad en un todo es impredecible. Es muy difícil medir las conductas de los hombres bajo esta influencia tecnológica. Generalmente recurrimos a la historia para cotejar como reaccionaban las personas en situaciones semejantes, pero las circunstancias actuales nos impiden extrapolarlas en toda su extensión. Solo podemos citar hechos y circunstancias que podrían compararse con la situación inédita que estamos viviendo.
Nunca antes estuvo encerrada en sus hogares casi la 4ta parte de la humanidad. Hubo sitios y hubo cuarentenas en el pasado, pero se limitaban a ciudades, comarcas, nunca a tal proporción, por lo que estamos viviendo el experimento sociológico más grande de la historia de la humanidad (al igual que servimos para el estudio de la fase 4 más grande de la humanidad desde los tiempos de Jenner).
Nunca antes la gente estuvo tan comunicada y sin embargo, tal exceso de comunicación crea más incertidumbre. Curiosamente este exceso de información puede ser más contraproducente que su ausencia porque de la ignorancia surgen certezas – religiosas, míticas y hasta filosóficas –. La falta de conocimientos obliga al humano a buscar un asidero, una explicación mágica que dé sentido a lo que no entiende. Las informaciones confusas y contradictorias crean recelos y ansiedad, la constante necesidad de distinguir entre “Real News” y “Fake News”, un mensaje neurotizante y deprimente, del que no experimentamos aun sus consecuencias en verdadera dimensión. La base argumental de toda película de terror es la incertidumbre. Y esto, se parece a una historia de terror.
Para que una política sanitaria tenga éxito, debemos tener en cuenta esta “condición humana”, sus límites y sus miedos.
Sin confianza en la conducción de una nación, todas las medidas que se toman se tornan estériles. Para crear confianza se debe transmitir la verdad y en la verdad está el reconocimiento de limitaciones y errores. Si el gobierno persevera en desconocer sus errores, cada día habrá menos confianza.
Vale la pena analizar las limitaciones de la cuarentena desde la historia, porque la conducta ante las restricciones suele ser semejante. El gobierno mexicano impuso durante la epidemia de gripe en el 2009 el uso de barbijos. Estos fueron utilizados en el 65% de los casos durante la primera semana. Al cabo de ese tiempo había bajado al 40% y siguió en descenso. A lo largo de esta pandemia, se ha logrado mejor la “compliance”, mediante la concientización y la imposición de multas. En los primeros días de la pandemia se labraron millones de actas.
Se quieren imponer estas restricciones a los jóvenes. Cuando nosotros lo éramos, la peor sanción que nos podían imponer es no salir por un fin de semana. Teníamos que hacer algo muy grave para que la falta llegue al mes.
¡Nuestros jóvenes llevan un año de restricciones! ¿Cómo podrán cumplirlo?
Kilos
¿Cómo pueden pedir continuar con las restricciones si es que no perciben la sinceridad y convicción de sus líderes?
¿Restringen la visita a familiares, pero convocan al entierro multitudinario de un ídolo del football?
¿Van a las sesiones del Congreso sin barbijo?
Los funcionarios deben ser virtuosos y también aparentarlo. Evidentemente, NO es nuestro caso.
Como decíamos al comienzo, este no es un mundo ideal, ni somos robots. Ninguna respuesta es absolutamente racional. Por el contrario, es cada vez más emocional a medida que no se perciba consecuencia, ni convicción, ni coherencia.
El “riesgo comunicacional” por exagerar ó minimizar, es la lección que nos dejó la gran pandemia de 1918, cuando los gobiernos de países en pugna negaron la enfermedad. La secuela de esta negación dejó 100 millones de muertos. Los gobiernos tienen la obligación moral de decir la verdad, no de manipularla.
Las mentiras oficiales y de los medios solo asisten a multiplicar el temor, cuando la gente percibe la discrepancia entre el discurso y lo que se ve a su alrededor.
El vínculo que mantiene unida a una sociedad está una creencia en común, una convicción de que las premisas que nos aglutinan son verdaderas. En las guerras y en las crisis humanitarias la primera víctima es la verdad, aunque use barbijo.
Omar López Mato