Circularon abundantemente en los últimos días fotos de patrulleros de La Matanza en los que aparece ploteado con caracteres muy destacado el nombre de la intendente de ese partido, Verónica Magario. No es el único caso. Es frecuente en el Conurbano y en muchos lugares del país. Daniel Scioli había hecho algo similar cuando era gobernador.
El intendente de José C. Paz, Mario Ishii, preguntado por los motivos por los que incurre en esa práctica, respondió: "Porque soy el intendente". Pudo haber dicho también: "Porque se me da la gana". La respuesta es muy ilustrativa. El funcionario cree que por serlo puede hacer cualquier cosa. Este Luis XIV suburbano podría haber contestado igualmente: "José C. Paz soy yo".
Pocas conductas más alejadas de los principios republicanos. La república es el gobierno de la ley. Implica la despersonalización del poder. Los patrulleros no son de Magario ni de Ishii. Son de sus municipios o de la provincia. Es decir, son de todos los contribuyentes. Lo que se intenta es hacer creer que fue la generosidad de esos funcionarios lo que permitió adquirirlos. Y, de paso, realizar una propaganda personal de los intendentes sufragada por el erario público.
Esa confusión del patrimonio público con el privado se llama patrimonialismo y es una de las manifestaciones del personalismo, una lacra que los argentinos debemos superar, porque nos ha causado mucho daño. El personalismo empobrece a las sociedades y genera inevitablemente malos gobiernos, porque cuando los jefes de los poderes ejecutivos se creen seres superiores, miran con desdén todo límite o control a sus atribuciones. El resultado es que los errores no se corrigen; al contrario, se multiplican.
Los gobernantes son, como lo recordaba hace unos días el presidente Mauricio Macri, mandatarios, no mandantes. Desempeñan circunstancialmente una función. Administran bienes ajenos, no se apropian de ellos. Si lo hacen bien, tendrán como recompensa la gratitud de sus conciudadanos. Ese es el único premio legítimo de la actividad política. Un premio que no se gana por machacar qué buenos que son a través de propagandas solventadas con recursos públicos.
El personalismo no es nuevo en la Argentina. Viene de vieja data. Por suerte, la reacción ciudadana ante hechos como los de Magario o Ishii nos permite avizorar un futuro mejor.
Jorge Enríquez
Subsecretario de Justicia de la Ciudad de Buenos Aires