Lucius Accius pone en boca del Rey Micena estas palabras y construye un personaje proclive a utilizar cualquier barbaridad para mantenerse en el poder. Según el autor un día no salió el sol horrorizado por lo que podía ver sobre las tierras de Micenas. Sus descendientes (los Átridas que incluía a Agamenón, el célebre personaje de la Ilíada), se esforzaban en equiparar los excesos de sus ancestros
La historia de la humanidad está llena de personajes que se hicieron odiar para mantener su cuota de poder a través del terror, desde Genghis Khan hasta Stalin, pasando por los revolucionarios franceses y nuestro Juan Manuel de Rosas, valiéndose de sus mazorqueros para aplastar cualquier conato de oposición.
Más hacia nuestros días, Cristina Kirchner nos advirtió que solo había que temerle a Dios “y un poquito a ella”. En todo momento nos hizo llegar el mensaje que ella estaba dispuesta a ir “por todo” para mantener el poder que acumuló gracias al pragmatismo de su marido. No le importó el odio de la oposición mientras ella pudiese imponer su voluntad.
En lo que va de campaña, ella se ha molestado en ocultar esta prepotencia encadenada a la soberbia, que ahora reconoce como una de las causas de su pérdida de popularidad. De esta forma pretende ocultar el verdadero motivo de castigo en las urnas, que fue el descalabro económico y el entramado de corrupción que caracterizó su gestión.
Alejada de su relato monolítico, la señora recurrió al silencio en esta campaña, alejándose de su cuñada, abucheada en la provincia que el clan familiar manejó por décadas, y de su socio venezolano (¡condecorado como benemérito de la patria!), que recurre a la represión para continuar en el poder. Nada dijo sobre los 130 muertos, ni de los 3.000 presos políticos, y menos del 70 % de la población que vive con 15 dólares al mes, el 10 % de indigentes y el 850 % de inflación. A Maduro se lo odia y se le teme, pero también la población lo resiste.
El lunes a la madrugada, después de los primeros cómputos, se le cayó a la exitosa abogada la máscara de Heidi y recurrió a su crispación habitual al verse superada por las circunstancias (al sacar menos votos que el inefable Anibal). La ex mandataria aún tiene el cinismo y la hipocresía de quejarse de desprolijidades en las que incurrió su propio gobierno.
¿A qué Cristina veremos en la campaña que se reinicia?
¿A la silenciosa y cauta, o a la mujer del látigo que genera terror y odio?
¿Cristina seguirá siendo peronista o intentará ser líder de una izquierda utópica, de esa de conductores que promueven la revolución socialista desde suntuosas residencias y jets privados?
El espejo le devuelve una convincente imagen que ella es de temer (los mercados han demostrado temerle más a ella que a Dios) mientras la realidad va convirtiendo su soberbia en la mueca grotesca de una mujer que hoy debería pagar sus culpas en una prisión.
Si ella no termina tras las rejas, deberemos evocar otra frase de un autor romano, el comediante Plauto, quien hace 2.000 años predicaba: “la corrupción está santificada por la costumbre, liberada de toda ley”.
¿Ese es el país que queremos?
Omar López Mato
Médico y escritor
Su último libro es FIERITA - Una historia de la marginalidad
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