Marcos Novaro

El cuco de la ultraderecha ya le falló al kirchnerismo en la última campaña, pero va a insistir: pretenderá enfrentar al gobierno de Milei con la misma fórmula. La meta es que la actual vice logre así remontar la caída en la estima social, que se extiende incluso entre sus seguidores más fieles, y retenga el control del peronismo. 

El presidente electo inició un giro muy necesario en su estrategia política para tratar de conformar un gobierno viable. Ese giro llegará pronto, sin embargo, a sus propios límites en al menos dos terrenos decisivos: la amplitud y representatividad de su coalición de apoyo y el uso de la inflación para sostener el poder presidencial. 

El presidente electo generaba desconfianza en muchos sectores de la sociedad y la política por al menos dos motivos: su grado de fanatismo e inflexibilidad, y la precariedad de su equipo y su programa. Hasta ahora se muestra más pragmático y flexible de lo esperado, pero paga el precio de incluso desarmar lo poco que había de orden y previsibilidad en su equipo y entorno. 

Entre el gatopardismo massista y un posible salto al vacío, se eligió esto último. Las mayorías de balotaje suelen ser efímeras y más todavía cuando se forman como esta vez: para que el otro pierda. Milei, además, necesitará cuidar esos votos y el apoyo social que expresan, porque son el único recurso que tiene.

Un agobiante año electoral llega a su fin. Y lo que deja como saldo es una larga sucesión de errores cometidos por sus protagonistas, graves o gravísimos según los casos, de la que resulta una situación tan inesperada como endemoniadamente compleja. En la que es muy probable que, ellos y nosotros, nos sigamos equivocando. Así que mejor respirar hondo y tomar las cosas con calma. 

El debate del domingo dio el tono para un cierre preelectoral dominado por el delirio. Massa perfecciona el uso del miedo y el esfuerzo por presentar como normales las locuras más insostenibles de su administración. Mientras MIlei suma más y más paranoia a sus vanos intentos por ocultar su falta del más elemental equilibrio. 

Gane quien gane, la elección que tenemos por delante ya aseguró nuestro empobrecimiento político: un fanático que apenas disimula sus desequilibrios y alguien que “parece normal” solo porque se ha normalizado en nuestro país, el cinismo más extremo no puede competir en un terreno común. No es casual que “el otro da más miedo” resulte, para ambos, el único argumento convincente. 

Parte de una funcional división del trabajo: Macri aporta su llegada a los sectores centristas que Milei sigue espantando por haber hecho del extremismo su identidad y el libertario ratifica ante los jóvenes y los más enojados sus credenciales como “fuerza del cambio”. ¿Podría el candidato prescindir del ex presidente? ¿El líder del Pro convertirá al de La Libertad Avanza en su títere? 

Para el candidato oficialista, el problema no es lo que él como ministro no pudo resolver, sino la amenaza que representan las soluciones opositoras: igual que con los pasajes de tren, nos dice que lo votemos para tener poca nafta, pero “barata”, porque con Milei no podremos pagarla. 

El resultado de la primera vuelta puso a la oposición centrista y a muchos votantes ante un dilema: ¿Se puede saber quién de los dos candidatos en carrera haría más daño en caso de ganar, hay que votar “en contra de” o se puede ser neutral en esta disputa y no ser por eso irresponsable ni timorato? 

El éxito de la campaña de Massa: platita y miedo. El fracaso de Milei: no sumó un solo voto. El retroceso de JxC: una campaña deslucida con indisimulables tensiones entre Bullrich y Macri. ¿Quién de los dos aspirantes que quedan podrá romper el problema de representar minorías intensas y espantar al resto? 

Lo insólito y lo aberrante se volvieron norma en el curso de esta campaña electoral. Escuchamos como si fuera lo más común del mundo decir cosas sin sentido. Y nos amoldamos a una vida colectiva signada por la alternativa manipulación de dos grupos psicopáticos en competencia, que usan el miedo y la bronca. 

Ojalá todo salga bien, pero existe la posibilidad de que se sume al desgobierno de los que se están yendo, el desgobierno de los que estén llegando. En ese marco, hay más desventajas que ventajas en que surja un ganador en primera vuelta. Y, paradójicamente, pocas chances de que los partidos “implosionen”, como esperan los libertarios.

Massa se mostró frío e impostado; Milei se esforzó por verse presidenciable, pero lo traicionó su sonrisa burlona; Bregman quiso ser la “anti Milei” y solo dejó en claro que seguirá promoviendo piquetes; mientras que Schiaretti hizo lo propio con su condición de cordobés; y Bullrich que es mejor en la réplica a cualquier acusación o polémica, antes que a la hora de exponer sobre economía. 

Massa se mostró frío e impostado; Milei se esforzó por verse presidenciable, pero lo traicionó su sonrisa burlona; Bregman quiso ser la “anti Milei” y solo dejó en claro que seguirá promoviendo piquetes; mientras que Schiaretti hizo lo propio con su condición de cordobés; y Bullrich que es mejor en la réplica a cualquier acusación o polémica, antes que a la hora de exponer sobre economía. 

En las elecciones de octubre hay a disposición de los votantes una oferta política variada, y eso le permitirá a la sociedad elegir en qué dirección y con quiénes buscar remedios para la crisis actual. 

La vicepresidenta se copió de su ministro y candidato en su discurso del sábado último: pidió perdón por los errores y horrores de Alberto Fernández, sin nombrarlo. No lo hizo por los errores y horrores propios, ni por los que siguen cometiendo y van preparando un fin de año espantoso para todos nosotros. 

Si ganara el libertario, la presidencia duraría muy poco y los kirchneristas podrían soñar con volver pronto al poder. 

Capitanich se sumó a la lista de gobernadores aliados de Cristina Kirchner que caen derrotados producto del fracaso del kirchnerismo. 

El ministro nos miente o se miente cuando dice que “lo peor de la crisis ya pasó”, mientras él mismo prepara el terreno para un salto inflacionario cada vez mayor después de las elecciones, o de la transmisión del mando si logra estirar la mecha lo suficiente. 

Hay más que estrategia para evadir costos detrás del silencio de la vice: sucede que su capacidad de liderazgo se ha reducido casi a cero, inhabilitada como está tanto de aportarle a Massa, como de ofrecer un horizonte para un proyecto que ya ni a los fanáticos convence. 

El libertario moviliza el resentimiento del ciudadano de a pie contra instituciones que le han fallado, se burla de ellas y humilla a sus representantes. Como el antihéroe de DC, parte de su magia consiste en que, en apariencia, no busca erigirse él en los lugares de poder, sino destruirlos. 

La candidata de Juntos por el Cambio tiene muchos problemas que resolver, pero uno especialmente difícil que consiste en dónde poner al expresidente, qué pedirle que haga en la campaña. 

Los dos economistas que tal vez terminen en los cargos de mayor poder del país tienen muchas diferencias entre sí, pero también extraordinarias semejanzas, que nos hablan del tipo de personajes que andamos buscando para que nos guíen. Tal vez, no con la mejor idea de qué queremos hacer. 

Tal vez demasiado apurado por agradar a quienes necesita para llegar a la presidencia, el libertario da muestras de pragmatismo y hasta de flexibilidad. ¿Son creíbles, serán eficaces? ¿Abren la puerta a un gobierno viable, pese a las inconsistencias y fantasías que lo siguen acompañando? 

Javier Milei, Patricia Bullrich, Sergio Massa y Mauricio Macri son los actores principales de esta campaña. Los dos primeros van por el premio mayor. Los dos primeros van por el premio mayor. Los otros dos buscan ser los negociadores de los cambios que vengan. 

Es evidente que tanto al libertario como a UxP les conviene ser ellos dos los que pasen al balotaje: creen tener contra el otro sus mejores chances. Así que Massa continúa agitando el miedo a cualquier cambio y Milei, asociando a JxC con la casta fracasada. Es Bullrich la que está obligada a innovar, y pronto. 

Una recopilación de los datos significativos que va a arrojar esta votación y los interrogantes, diferencias y discusiones que el lunes a la mañana tendremos, sino resueltos, aclarados. 

Los postulantes no solo compiten entre ellos. También lo hacen con el dólar, con el desánimo de la sociedad, y con los resultados que logren los aspirantes más lejanos, y a los que tendrán que vencer en las generales. Las PASO, otrora inútiles, se han vuelto un instrumento decisivo. 

La campaña oficial va a los tumbos, pero tiene dos grandes logros: uno, que el ministro de Economía parezca un recién llegado, alguien “que acaba de agarrar una papa caliente y evita un estallido”. Otra, que el Presidente viaje por el mundo y se vuelva menos relevante en la campaña que todos los demás irrelevantes funcionarios de su gestión. 

La ley de hierro de la política argentina desde 1983, “cuando el peronismo no gobierna, puede bloquear a quienes les toca hacerlo”, está por dejar de regir. Por primera vez, una coalición no peronista podría controlar el Congreso y la mitad de las provincias. Mucho dependerá de que triunfe también en la de Buenos Aires. 

No es un solo sector de votantes ni es una sola razón la que explica el fenómeno. Qué factores pueden tener una incidencia decisiva en los resultados de este año, como también en el futuro del país y su democracia. 

Los precios internos tendrán a partir de ahora más motivos que antes para seguir al dólar libre e ignorar las promesas oficiales. Ante todo, porque tras la renegociación con el Fondo y los tejemanejes para devaluar sin reconocerlo, la existencia del todavía llamado “dólar oficial” es por completo fantasmal. 

Tras las elecciones de Santa Fe, todos se preguntan cómo quedó la competencia que más importa, la que se juega entre los halcones y las palomas de Juntos por el Cambio. Puede que se haya reforzado la paridad y el atractivo de dirimirla para los votantes, lo que fortalecería a toda la coalición, que necesita equilibrio entre competencia y colaboración. 

La falta de reservas, el efecto inflacionario que puede acarrear el aumento en la cotización de la divisa libre y un nuevo acuerdo con el Fondo que no termina de destrabarse condicionan al titular del Palacio de Hacienda en sus aspiraciones presidenciales. 

El ministro/candidato se alinea con el kirchnerismo duro y celebra hasta sus políticas más objetadas. La Vicepresidenta le retribuye con elogios, pero igual complica su tarea: como a Martín Guzmán, le pone condiciones incumplibles para acordar con el Fondo y menosprecia a los empresarios. La disputa sobre el futuro del peronismo ya empezó. 

El libertario se aleja del escenario de tercios arrinconado por los desmanejos en su campaña política y los reveses en las elecciones provinciales. Los detalles del “esquema Ponzi” de postulaciones y el motivo de su supuesta alianza con Massa. 

El expresidente juega un papel fundamental en la disputa electoral entre el jefe de Gobierno porteño y la exministra de Seguridad. De qué manera apelan a su figura en su búsqueda por imponerse como candidatos presidenciales de Juntos por el Cambio. 

El debilitamiento de Cristina disparó un gran desorden en el exFrente de Todos: Wado quiso acelerar el “trasvasamiento generacional” y casi provoca la “implosión catastrófica” del peronismo; Massa y Alberto coincidieron de apuro en una alternativa y salieron fortalecidos, pero el resultado puede no ser mucho mejor, pueden haber ganado la cucarda de “mariscales de la derrota”. 

Este martes, manifestantes que responden a Milagro Sala intentaron tomar la Legislatura provincial mientras se votaban cambios en la Constitución. Gerardo Morales responsabilizó a Alberto Fernández, Cristina Kirchner y La Cámpora. 

A pocos días del cierre de listas para las PASO, la feroz puja de los distintos sectores que integran el Gobierno se trasladó también a la decisión de modificar el slogan con el que se había bautizado a la fuerza política que llevó al poder a Alberto Fernández. El caso Cecilia Strzyzowski en el Chaco de Jorge Capitanich, otro foco de conflicto. 

Las últimas elecciones distritales permitieron tanto a Rodríguez Larreta como a Bullrich, a Alberto Fernández y a Schiaretti decir que sus estrategias nacionales salen fortalecidas por triunfos locales. Pero es un cuento. Y el reiterado fracaso de Milei en los distritos también lo demuestra. 

El kirchnerismo está en su momento de la verdad, y es una verdad bastante triste, irresponsable a más no poder. Corriendo detrás del sueño de una improbable resurrección, con la candidatura de Massa como aglutinador, vuelven más probable un agosto y un final de año de total desgobierno. 

La coalición opositora está sometida a una dura prueba: la sucesión del liderazgo en un marco de muy alta competencia. Los errores que cometen sus líderes complican más las cosas, pero a la larga pueden ser parte de un aprendizaje necesario. 

Se agrava la lucha de facciones en el oficialismo, disputándose cada vez menos votos, con cada vez menos idea sobre qué hacer tanto ahora como en el futuro. La principal oposición no las tiene todas consigo, pero sigue sumando aliados y se ordena alrededor de dos opciones tácticas con bastantes acuerdos estratégicos. 

El ministro busca alinear al peronismo y que eso dé aire a su precario control de la economía. Pero tendrían que producirse dos milagros juntos para que eso funcione. Lo contrario se vuelve más y más probable: una derrota que lleve su nombre y le impida seguir manteniendo el barco a flote entre agosto y diciembre. 

Los candidatos libertarios vienen haciendo un flojo papel en las provincias. Pero el desdoblamiento de esos comicios respecto a los nacionales, que sirve sobre todo a los mandatarios del Frente de Todos va a ayudar también al libertario, disimulando la fragilidad de su armado político. 

La Corte intervino sobre un terreno resbaladizo contaminado de faccionalismo: las reglas electorales. Los oficialistas denuncian parcialidad, aunque en verdad resienten un freno contra su uso abusivo de los tribunales provinciales, inclinados a favorecer la continuidad en el poder de los gobernantes de turno. 

El repliegue a la nada misma de la ahora ex candidata que hace menos de dos años triunfó por amplio margen en las elecciones de la Ciudad de Buenos Aires ilustra lo complicado que se ha vuelto para el PRO procesar su interna sin destruir buena parte de su capital político. 

El acto por el Día del Trabajo, en un país en que tener un trabajo de calidad es un privilegio de cada vez menos gente, mostró a una dirigencia sindical empecinada en hacer lo que sea para evitar que eso cambie. Y en defender sus privilegios presentándolos, absurdamente, como si fueran derechos de todos. 

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