Esta "luna de miel", sin embargo, no es un tiempo para relajarse como sucede con las verdaderas lunas de miel, sino que es un período para poner en marcha el programa de gobierno de la forma más completa posible.
Desde que en Argentina el período presidencial se redujo a cuatro años, estos meses iniciales se han vuelto críticos, porque los períodos entre elecciones son muy cortos. Con la reforma electoral que introdujo las PASO la importancia de la "luna de miel" o de los "primeros 100 días" se ha vuelto más relevante, porque los plazos de los períodos no-electorales se ha achicado.
Ello hace que el desafío sea mucho mayor cuando el nuevo Gobierno asume en recesión, porque los tiempos para corregir errores de política económica son muy escasos. Desde la reforma de la constitución en 1994, cinco personas fueron elegidas como nuevos (sin contar reelectos) presidentes: Kirchner, Cristina Fernández, Fernando de la Rúa, Macri y Alberto Fernández. De ellos sólo dos: Néstor y Cristina asumieron en medio de un proceso de crecimiento económico.
De la Rúa ocupó la presidencia en medio de una recesión y Macri tomó el poder en medio de un proceso de estancamiento y cuando la recesión comenzaba a vislumbrarse ya que en el tercer y cuarto trimestre de 2015 empezaba a caer la actividad.
Alberto Fernández asumirá también en medio de un proceso recesivo y ello presenta una dificultad adicional a los desafíos que ya tiene que resolver en materia económica. Entre los desafíos que el próximo gobierno enfrenta, tenemos a la debilidad de la moneda que se traduce en una muy alta inflación y en un inestable tipo de cambio.
Más precisamente la demanda de pesos viene cayendo y eso provoca un aumento generalizado del nivel de precios y también del dólar. Por ahora, para contenerlo se ha establecido un control de cambios que impide la compra de dólares y "enjaula" la demanda de pesos. Estas condiciones son algo artificiales y si no se logra anclar las expectativas y generar confianza difícilmente mejoren.
Por otra parte, es difícil generar confianza cuando prácticamente se está proponiendo afectar la capacidad de ahorro de los argentinos. En principio no se puede ahorrar en dólares, por el control de cambios, en los bancos la tasa de interés será menor que la inflación, lo cual implica que ahorrar en pesos será a pérdida.
Los bonos públicos son un activo más sofisticado, pero tampoco serán una alternativa de ahorro porque desde el gobierno electo se habla de restructurar la deuda, lo que implica default y un nuevo esquema de pagos que hoy desconocemos.
Adicionalmente, el Gobierno seguramente va a intentar recalentar la demanda para tratar de salir de la recesión actual. Ello requerirá recursos que o bien se obtienen de mayores impuestos o bien de la emisión monetaria, porque resulta realmente difícil pensar que los acreedores presten más dinero en medio de una restructuración de la deuda.
Si saliese de los impuestos en forma directa, el efecto sobre la actividad económica prácticamente sería nulo, porque simplemente se estaría pasando dinero de unas manos a las otras. Así que la alternativa es la emisión monetaria, en cuyo caso, el riesgo será la inflación y devaluación.
Ahí es donde empiezan a aparecer ideas como los acuerdos de precio, pactos sociales y cosas por el estilo. Todos estas son políticas iniciales y de corto plazo. Más bien, son medidas que pueden servir para recomponer un poco el "humor" económico, pero solamente de manera temporal.
Si el programa económico del nuevo gobierno se quedara ahí, podría lograrse una mejora inicial, pero a riesgo de terminar peor que desde donde empezó. Si el mercado interpreta que las condiciones no son sostenibles, los actores económicos empiezan a tratar de protegerse ante una salida desordenada.
Por ello un buen programa económico requiere que no sólo el gobierno se ocupe del corto plazo sino también del largo plazo, esto es de las reformas estructurales, que permitan poner a la argentina en un sendero de crecimiento sustentable. De igual manera, para que la inflación baje la política fiscal y monetaria deben ser consistentes y sostenibles a lo largo del tiempo. Lo mismo sucede con la deuda.
Un programa económico completo, requiere no sólo ocuparse de las cuestiones más urgentes sino también de las estructurales y los plazos no son muy largos. Entre lo largo que es el ciclo electoral y el hecho de que haya elecciones cada dos años deja muy poco espacio para que se apliquen políticas económicas.
Más complicado es el escenario cuando el nuevo gobierno asume en un proceso recesivo que impide que en los primeros 100 días el gobierno establezca claramente su programa, porque debe ocuparse de las urgencias. Además, no hay espacio para el margen de error.
Si las políticas destinadas a atacar las dificultades más urgentes fallan, el gobierno se verá "embarullado" en el corto plazo y no podrá dedicarse a las reformas estructurales, que en definitiva son su legado. Por ello, es muy importante que el nuevo gobierno no asuma sólo pensando en las dificultades de corto plazo, sino también en los desafíos estructurales de largo plazo.
Para poner todo eso en marcha sólo tiene la "luna de miel" y por ello los programas económicos integrales son tan relevantes y más aún cuando se asume como un nuevo gobierno en medio de una recesión.
Fausto Spotorno