Luis Secco
Las condiciones para una fase de aceleración nominal están servidas, pero esa fase final de resolución de la crisis necesita un gatillo. Un evento que coordine expectativas de “game over”. Y tanto el resultado de las PASO, como las acciones del ministro-candidato tienen toda la pasta de aspirantes a serlo. La devaluación sin plan del lunes 14, después de meses de no hacer nada, salvo “porotear” las reservas, puso al descubierto, como nunca antes, la extrema endeblez de su política económica. Y ahora, la criatura de Frankenstein deambula en libertad.
Finalmente, el FMI comunicó que se llegó a un acuerdo a nivel técnico sobre las dos revisiones pendientes del Acuerdo de Facilidades Extendidas que mantiene con la Argentina. Fruto de ese acuerdo Argentina dispondrá de US$ 7.500 millones para hacer frente a los pagos de capital comprometidos con vencimientos de julio a noviembre inclusive. Asimismo, se anunció que los fondos estarán disponibles después de la aprobación del acuerdo técnico de parte del directorio del organismo, el cual se realizará a mediados de agosto (post-PASO).
Mes a mes los datos confirman la continuidad de las dinámicas de crisis. En mayo, la inflación volvió a mostrar su fuerte resistencia a descender del nuevo escalón alcanzado; también volvió a hacerse evidente la falta de dólares, tanto en el stock (las reservas netas del BCRA son nulas) como en el flujo (el dólar soja III no movió el amperímetro y producto de la sequía la balanza comercial ya entró en déficit), lo que llevó a la autoridad monetaria a tomar nuevas medidas restrictivas para acceder a dólares al precio oficial (esta vez fue el turno de las provincias) y a intervenir con más fuerza en los mercados cambiarios (incluyendo el de futuros del dólar); por su parte, la expansión del pasivo del Banco Central, se aceleró respecto del ritmo previo y apunta a convalidar tasas de inflación futuras más altas que las actuales.
Lo acontecido durante las últimas jornadas en materia cambiaria era el único resultado posible ante dinámicas de crisis que el Gobierno solo intentó retrasar con su definitivamente terminado Plan Llegar. La aceleración inflacionaria y el salto de la cotización del dólar en los mercados no oficiales no deberían sorprendernos. Lo verdaderamente sorprendente era el nivel previo de brecha en la zona del 85%, ya que resultaba muy difícil de explicar en un marco de sequía extrema y en los albores de una carrera electoral de resultado incierto.
“Lo que se difiere no se evita”. - Thomas More
Inflación al 6/7% mensual; actividad económica planchada en un nivel similar al de 12 años atrás; escasez de dólares, tanto en el stock (de reservas del BCRA) como en el flujo por una sequía histórica; una inmensidad de pesos en títulos de corto plazo que hay que endulzar empalagosamente para que no busquen dolarizarse; y un presidente débil (sin chances de reelección) en un año electoral, lucen una receta segura a una inestabilidad nominal que puede resultar imposible de controlar.
El populismo argentino, en sus diversas variantes, desde hace al menos ocho décadas, se ha encargado de devastar progresivamente lo que alguna vez fuimos. Un país que era una realidad en materia de crecimiento económico y de progreso social, y que competía exitosamente como destino de millones de inmigrantes que buscaban una oportunidad para construirse una vida mejor.
El populismo argentino, en sus diversas variantes, desde hace al menos ocho décadas, se ha encargado de devastar progresivamente lo que alguna vez fuimos. Un país que era una realidad en materia de crecimiento económico y de progreso social, y que competía exitosamente como destino de millones de inmigrantes que buscaban una oportunidad para construirse una vida mejor.
“Hay países desarrollados, hay países subdesarrollados que están dejando de serlo, y, luego, está la Argentina”.
Cuando las cosas no salen bien, a veces hay que barajar y dar de nuevo. Otras veces no. Pero, en lo que respecta a la política económica no sólo se trata de barajar y dar de nuevo. Hay que cambiar también el mazo, lleno ya de cartas viejas ajadas. Sobran los ejemplos. La política anti-inflacionaria se reduce a un nuevo programa de precios controlados.
El común denominador es la alta inflación, y la ausencia de políticas que promuevan una estabilidad duradera
Cada vez que nos acercamos a una elección presidencial surge la misma pregunta de siempre: ¿será diferente esta vez? ¿Se producirá el cambio copernicano que tantos argentinos anhelan? ¿O volveremos a caer en el fracaso y la desilusión una vez más?
Cumpliendo con el plazo previsto, el Poder Ejecutivo elevó al Congreso el Proyecto de Ley de Presupuesto 2023. Una vez más estamos en presencia de un proyecto voluntarista, tanto en los supuestos macro como en el cálculo de recursos y presupuesto de gastos. Y de ser aprobado tal cual está, deja la puerta a una herencia fiscal para 2024 aún más pesada que la recibió el gobierno de Mauricio Macri.
Las dinámicas políticas y económicas interactúan de diversas maneras y en coyunturas críticas es muy difícil establecer una causalidad. Sin embargo, para la situación actual de la Argentina no es trivial diferenciar si estamos frente a una crisis política con consecuencias económicas o si, por el contrario, estamos frente a una crisis económica con consecuencias políticas.
En el umbral del segundo semestre, el "vamos viendo" con que la Administración Fernández define su acción de gobierno es una permanente invitación a la aceleración de una dinámica macro insustentable. Y lo sucedido en las últimas semanas no fue la excepción. Las autoridades económicas no pierden oportunidad para confirmar su visión voluntarista de esa dinámica, para mostrar su falta de respuestas y de ideas nuevas para revertir la actual aceleración inflacionaria y para poner en evidencia la improvisación, la falta de coordinación y la precariedad con la que enfrentan la gestión del día a día.
El gasto del sector público nacional sigue siendo la variable nominal de mayor crecimiento de la economía argentina. Durante los últimos diez meses creció sistemáticamente por encima de la inflación; y en los últimos dos meses en términos interanuales se ubicó en el umbral del 90% anual, o sea más de 30 puntos por encima del incremento de los precios al consumidor.
Las dinámicas macro de Argentina resultan preocupantes (no importa cuándo lo leas).
No es fácil no caer en lugares comunes a la hora de evaluar los anuncios y las políticas del gobierno de Alberto Fernández. Sobre todo, porque siempre todo huele a viejo y gastado. Aún con una realidad que los sacude, a los funcionarios de esta administración no se les cae ni una idea nueva.
Desde que el presidente Alberto Fernández y su ministro de Economía, Martín Guzmán, anunciaron que se había alcanzado un acuerdo con el FMI pasaron ya tres semanas. Y, más allá de algunas filtraciones periodísticas con lo que sería el supuesto "memorándum", el tiempo transcurrido y la ausencia total de precisiones oficiales están en línea con lo que ese mismo día dejó entrever el Fondo a través de un comunicado, no había acuerdo sino un principio de entendimiento al que le restaba aún la aprobación técnica del staff del organismo.
La presentación que el ministro Martín Guzmán hizo frente a los gobernadores oficialistas la semana pasada no sirvió para despejar todas las dudas que rodean la negociación con el FMI. Lamentablemente, fue una exposición muy general, casi sin contenido cuantitativo, con omisiones significativas y, por lo tanto, insuficiente para elaborar un diagnóstico completo sobre la calidad del programa y su viabilidad.
Finalmente, no hubo sorpresas. Martín Guzmán fue al Congreso y ratificó que el proyecto de Presupuesto que deberá aprobar el Parlamento es el mismo que se envió a mediados de septiembre. Volver a repasar los números de un presupuesto irrealista no parece tener mucho sentido, pero sí vale la pena dedicarse a otros momentos de la presentación del Ministro en la Comisión de Presupuesto de la Cámara de Diputados.
La Argentina necesita mucho más que un plan de estabilización de precios: necesita un programa integral de cambio de régimen económico. Esto significa no sólo armar un plan creíble para bajar la inflación (a su nivel más bajo posible, en el tiempo más corto posible), sino también diseñar un paquete de reformas estructurales que modernicen y desregulen la economía argentina, de forma tal de hacerla más abierta y productiva y, en definitiva, más atractiva y competitiva.
En un artículo de 1987, Rudiger Dornbusch proponía una sencilla taxonomía de los programas de estabilización de la inflación. La clasificación pone de relieve dos dimensiones de la política: si el programa incluye o no una restricción fiscal (austeridad) y si el programa cuenta con una política de ingresos (que puede incluir la fijación o el congelamiento de alguna o de todas estas variables: los salarios, los precios y el tipo de cambio).
Los anuncios de nuevas flexibilizaciones del aislamiento social volvieron a dejar afuera a la operatoria en sucursales bancarias, las cuales continuarán atendiendo de manera reducida y exclusivamente bajo la modalidad de turnos solicitados con anterioridad. Mientras que en la mayoría de los países del mundo (incluso en los más desarrollados) la actividad bancaria y los trabajadores del sector fueron considerados esenciales, en la Argentina nunca revistieron ese carácter.
El resultado electoral de este domingo despierta varios interrogantes acerca de lo que puede pasar de acá hasta las elecciones generales de noviembre, sobre lo que hará el Gobierno para intentar cambiar su suerte y sobre lo que puede pasar una vez que se confirme (o no) lo acontecido en las PASO.
La Argentina ha intentado de todo en materia de arreglos cambiarios (tipo de cambio fijo, tipo de cambio flotante, tipo de cambio libre, tipo de cambio administrado, crawling-pegs, caja de conversión, cepo, supercepo) y ninguno ha logrado funcionar salvo por algún tiempo. La volatilidad ha sido la norma más que la excepción, y el régimen cambiario lejos de contribuir al normal funcionamiento de la economía ha operado como un obstáculo muchas veces insalvable para la previsibilidad y el cálculo económico.
El "vamos viendo" con que la administración Fernández define a su acción de Gobierno es una invitación a que las expectativas económicas sigan sin mejorar. Hay momentos (los más) en que todo el accionar oficial parece resumirse a esperar, como si pudiera pasar algo que sirva de bisagra entre un presente indeseable y un futuro soñado y auspicioso. Pero no sólo no hay magia capaz de crear ese antes y después, sino que además es más fácil armar una lista de eventos y dinámicas negativas que una lista de eventos y dinámicas positivas a la hora de delinear ese futuro.
Desde el equipo de Asuntos Económicos de LLYC publicamos un informe sobre lo que consideramos las cuestiones más importantes para analizar la marcha y las perspectivas de la economía argentina durante 2021.
Es como si viviera el pasado en vivo y en directo todos los días. Y para muchos que llevamos varias décadas de frustración a cuestas, la memoria se va convirtiendo en esa historia que desearíamos no tener que revivir
El gran interrogante del año que acaba de empezar es si se podrá evitar la fase de aceleración final de la crisis de confianza en la que se debate Argentina desde hace tres años.
Mi romance con Maradona arrancó en el invierno de 1979. Recuerdo los madrugones, la TV en blanco y negro y las radios en el patio del colegio comercial de La Plata siguiendo los partidos del seleccionado juvenil en el Mundial de Japón de aquel año.
La post verdad no es el equivalente a mentir. Por supuesto, qué dado que somos carnívoros sin garras ni colmillos, todos mentimos (como dice Dr. House) y lo seguiremos haciendo. Pero la post verdad es, más que falsear datos, una operación de recorte de la información, siempre necesaria pero antojadiza.
Las oportunidades se multiplican a medida que se aprovechan. Sun Tzu, El Arte de la Guerra.
El desafío es inmenso, pero la economía siempre brinda posibilidades y oportunidades para superar la crisis, aunque también genera espacio para profundizarla
Hace algunos días en el Financial Times, el ensayista británico Simon Kuper sostenía que prácticamente todas las políticas populistas se desintegran con el contacto con la realidad. Pero que, tal vez, a la mayoría de los que votan populismo eso no les importa.
Hace dos semanas el ministro de Economía, Martín Guzmán, intentó convencernos de que el objetivo de la política económica no es “aguantar”.
Si baja la demanda, habrá más presión sobre el dólar y puede acelerarse la suba de precios.
La política debería concentrarse, cuanto antes, en crear condiciones para que el sendero fiscal y la deuda pública reestructurada, por un lado, y la situación política y social, por el otro, resulten sustentables. Y no hay forma que ello resulte posible sin crecimiento económico.
La estadística muestra que cada 4 años, en promedio, el PBI cae. La actual estará entre las marcadas a fuego, con una baja superior a la de comienzo de siglo
Despejado el camino de la amenaza de un largo y litigioso default, el gobierno de Alberto Fernández tiene todavía la posibilidad de evitar una dinámica de profundización irreversible de la crisis macroeconómica en la que se encuentra la Argentina. Sin embargo, los tiempos de eludirla y generar un cambio de expectativas que permita revertir el pesimismo que reina sobre el futuro se van agotando.
Every year is getting shorter/Never seem to find the time/Plans that either come to naught or half a page of scribbled lines/Hanging on in quiet desperation…
A medida que avanza la pandemia y se extiende la cuarentena obligatoria, que ya lleva un récord de 111 días, no sólo aparecen indicadores que ponen en blanco y negro la magnitud de la caída de la actividad económica, sino también sus repercusiones más inmediatas. Los datos de la misma, ingresos privados e ingresos públicos, muestran caídas históricas, y las proyecciones hacia el futuro se vuelven cada vez más negativas.
"Los errores de los médicos se cubren con tierra; los errores de los arquitectos, con plantas; y los errores de los políticos… con subsidios."
La pandemia del Covid-19 y las consecuencias económicas del aislamiento obligatorio parecen haber reforzado la convicción de muchos argentinos de que la solución a todos los problemas pasa por más gasto público y más Estado. Lamentablemente, la clase política en general y este gobierno en particular no tienen dudas de que la respuesta frente a todos los problemas pasa por ahí.
En mi columna de principios de abril me preguntaba si el fin justifica los medios. Porque no hay que dar muchas vueltas para que nos pongamos de acuerdo en que tanto la salud como la economía deben preservarse sanas y que, por lo tanto, no es cuestión de tomar cualquier medida económica por más que se las piense como "transitorias" y "so pretexto" de las urgencias.
Estamos frente a un shock de una duración y magnitud impredecibles. Se pueden aventurar hipótesis y hacer proyecciones de variables económicas claves a partir de esas hipótesis; pero siempre quedaremos insatisfechos.
“Era el mejor de los tiempos, era el peor de los tiempos; la edad de la sabiduría, y también de la necedad; la época de las creencias y de la incredulidad; la era de la luz y de las tinieblas; la primavera de la esperanza y el invierno de la desesperación. Todo lo poseíamos, pero no teníamos nada; caminábamos directo al cielo y nos extraviábamos por el camino opuesto.” -Charles Dickens, A tale of two cities.
La fuerte vulnerabilidad de la economía argentina a los vaivenes del contexto internacional ha dicho presente en todas las crisis económicas que la sacudieron desde mediados de siglo pasado.
Hasta esta semana escuchamos de parte de las máximas autoridades económicas y políticas de Argentina, que aún no teníamos un programa económico. Y que el mismo sólo se conocería después que se terminara con la renegociación de la deuda pública. Más allá de lo poco atinado de tal proposición, nos enteramos hace dos días, de boca del ministro Martín Guzmán, que no es así.
La política monetaria sigue siendo demasiado expansiva y, lejos de reducir la inercia inflacionaria, la convalida.
Después de tres semanas de Alberto Fernández presidente, esto es lo que sabemos hasta hoy de su plan económico, instrumentado básicamente a través de la Ley de Emergencia y Reactivación Productiva.