Jorge Raventos
Tanto en las filas de la oposición como en el oficialismo hay miradas -si se quiere, complementarias- que prefieren que al país le vaya mal así los votantes aprenden. La misa en Luján y los incidentes en la Plaza del Congreso.
Al menos durante cierto lapso, todo indica que el ex militar se consagrará en la segunda vuelta electoral y que junto, a su par argentino, están llamados a trabajar en un espacio compartido.
En la perspectiva de una dura lucha electoral, el Gobierno sabe que no puede perder ni un voto. En ese contexto, trata de que el aporte del FMI le permita llegar a los comicios de 2019 en una situación económica más aliviada. Pero, al mismo tiempo, enfrenta las tormentas desatadas por Elisa Carrió.
El oficialismo pretende una polarización en, la que el eje anticorrupción prevalezca sobre el eje económico.
Que el gobierno use al kirchnerismo como el kirchnerismo usó en su momento la evocación del gobierno militar y la represión desbocada de los años 70 para estimular una, digamos, "polarización positiva", sigue apareciendo como la principal estrategia electoral del oficialismo.
Una golondrina no hace verano. El dólar se serenó en los últimos días hábiles, en las conversaciones con el FMI imperaron la comprensión y el ánimo flexible y Mauricio Macri se comunicó una vez más con Donald Trump para conseguir el apoyo de Washington (y consiguió renovarlo). Todo bien.
El miércoles último, "el mejor equipo" delegó en su jefe, el Presidente, la función de fusible y lo dejó expuesto a un deterioro formidable de autoridad. Con la confianza minada, sería más fácil para el Gobierno actuar buscando soluciones que no sean simples instrumentos electorales.
El "Gloriagate" impacta en los cálculos de 2019.
El Peronismo Federal no puede repetir la actitud pasiva del último miércoles sin pagar un costo político por ello.
Mientras la media sanción en Diputados funcionó como un despertador para los cuadros de las iglesias (en primer lugar, la católica) que decidieron empeñarse a fondo para frenar la legalización del aborto, el Gobierno sigue buscando su lugar en el mundo y el escándalo de la corrupción K siembra dudas sobre la economía.
Más allá del juicio sobre la intención de la Casa Rosada, habría que admitir que la discusión del rol que el país reserva hoy a las Fuerzas Armadas resulta algo demasiado importante para encogerlo al tamaño de un subterfugio.
Mantener en pie a CFK sigue siendo un elemento central de la estrategia del Gobierno. Mientras tanto, Para Pichetto no es viable un amontonamiento peronista con el kirchnerismo y Solá no quiere una elección con "dos peronismos" porque eso beneficiaría a Macri.
Masculla que el peronismo es poco confiable y carece de una cabeza reconocida. Pero ante los efectos de la crisis, el influjo de las encuestas y los reclamos que recibe, el Gobierno parece explorar una nueva sintonía con la realidad y trabajar por, al menos, un acuerdo básico que permita atravesar los próximos dos trimestres
La crisis ha revuelto al oficialismo y ha mostrado diferencias disimuladas. Por supuesto, también hay cruces fuertes con la oposición. Este contexto se da en un momento en que la necesidad de alcanzar acuerdos se hace cada vez más imperiosa.
El anuncio del FMI y el cambio de rango otorgado eran cuestiones que se aguardaban con gran expectativa. Pero no todo lo que brilla es oro y esas buenas nuevas tienen un costo: el Gobierno debe actuar con fuertes límites.
El tema del aborto fue lanzado en momentos en que los traspiés económicos ocupaban el centro en las preocupaciones. También reveló una grieta diferente de la que había demarcado la política kirchnerista. Mientras tanto, se acerca el 2019 y el Gobierno no logra alcanzar acuerdos básicos y el PJ busca construir una alternativa electoral válida.
El Gobierno necesita un programa más atractivo que el mero ajuste.
Sin duda el país afronta una situación difícil. Los obstáculos al diálogo no alientan buenas expectativas.
En las últimas semanas han empezado a invertirse tendencias en el oficialismo y la oposición. Hasta no hace mucho en el gobierno se regocijaban con las divisiones del peronismo (y las estimulaban, dentro de sus posibilidades). Entretanto, el oficialismo gozaba de la relativa unidad que ofrecía el ejercicio concentrado del poder.
El Presidente acaba de poner la luz de giro y ya insinúa un viraje. Tarde, pero seguro, Mauricio Macri entendió que debe orientarse por el camino de la política, el acuerdo y la participación.
A Macri se lo evalúa por su capacidad para enfrentar las situaciones más críticas. Y la decisión de buscar un acuerdo con el FMI certifica que comprar confianza no sólo puede ser caro en condicionamientos; también implica admitir que al día de hoy el país no la despierta espontáneamente.
Prevalece por el momento en el Gobierno la línea del núcleo duro. Abroquelarse para perdurar. Claro que más allá de los planes y las estrategias, la última palabra la tiene la realidad.
¿Hay algo verdaderamente novedoso en el torbellino que en los últimos días se observa en el seno del oficialismo? El ejercicio de respuesta puede comenzar excluyendo elementos.
Con dos años de ejercicio del gobierno, a pocos meses del lanzamiento de un nuevo proceso electoral, con inflación maníaca y encuestas depresivas, en las filas de la coalición gobernante han empezado a manifestarse tironeos que, aunque naturales, comprensibles y previsibles, provocan vértigo.
El presidente Macri no pudo verse con Donald Trump en la Cumbre Iberoamericana de Lima. El mandatario estadounidense suspendió su viaje unas horas antes de la reunión y tomó la decisión de bombardear Siria cuando su reemplazante, el vicepresidente Mike Pence, no había terminado de deshacer su equipaje el último viernes.
De confirmarse que Cambridge Analytics fue convocada para incidir en elecciones argentinas sería razonable suponer que la fuerza política que contrató esos servicios no haya sido el kirchnerismo: el escrutinio público, oficial y mediático sobre ese sector es tan minucioso (llega hasta la difusión de conversaciones telefónicas privadas de la expresidente CFK) que si estuviera involucrado ya habría habido una lluvia de denuncias y una densa cobertura periodística.
La llamada “agenda feminista” (el reclamo de igual salario por igual trabajo, la reacción frente a la violencia que hace blanco en las mujeres y, paradójicamente, la habilitación del debate legislativo sobre el aborto) le ha permitido al gobierno recuperar una iniciativa que se le venía escurriendo al tratar los temas económicos, un territorio donde avanza tan gradualmente que ha tenido que definir el crecimiento como “invisible”.
Los hechos suelen gambetear esquemas y relatos. La renuncia a la conducción de la AFIP de un funcionario del relieve de Alberto Abad produjo una incómoda disonancia en la cuidada armonía del discurso con el que, apenas unas horas antes, el Presidente había abierto el 1 de marzo las sesiones del Congreso.
Ante un paisaje relativamente apacible en la Asamblea Legislativa, el Presidente pudo sacar a relucir los números positivos que le brindó el Indec, lanzar temas para explorar el terreno del populismo y hasta sacar rédito de temas como la despenalización del aborto que, al decir el peronista federal Miguel Pichetto, "son trampas cazabobos".
No siempre acertará en los relatos y las fundamentaciones de iniciativas oficiales, pero exhibe una interesante capacidad para usar en favor propio iniciativas ajenas y para disparar sobre la atención pública temas y enfoques que ocultan o disimulan (al menos por un tiempo) situaciones incómodas o embarazosas por las que atraviesa el poder.
Uno de los pilares de la comunicación oficial es el que identifica al gobierno con “lo nuevo” y “lo bueno”. Una frase favorita de los altos funcionarios reitera que “nosotros decimos la verdad”.
El primer mes de 2018 presenta signos ambiguos para el oficialismo. El ministro de Hacienda, Nicolás Dujovne, se ufanó de algunos resultados económicos: 2,9% de crecimiento del PBI; un déficit fiscal 0,3% más pequeño que el estimado a inicios de 2017 (con la ayuda, eso sí, del recurso excepcional del blanqueo). Sin embargo, otros datos son más preocupantes: el persistente déficit comercial; el creciente déficit de la cuenta corriente, que el año pasado se ubicó en el 4,6% del PBI.
La segunda semana de 2018 presenta signos ambiguos para el oficialismo.
El oficialismo rifó esta semana muchos atributos de la personalidad que forjó a lo largo de una paciente trayectoria. “Y lo peor de todo, sin necesidad”, para usar la línea de Carriego.
Famosa como es por la feracidad de sus campos, Argentina se destaca más aún por la fertilidad con que genera temas conmocionantes y la velocidad con la que parece consumirlos.
El sistema político que empezó a constituirse a partir de la derrota del kirchnerismo en 2015 debe asumir la agenda de la defensa y la estrategia nacional.
Las reformas que el gobierno impulsa, aunque trabajosamente, avanzan, asimilando los recortes impuestos por el trapicheo con gobernadores, con líderes sindicales y con empresarios que resisten cargas impositivas o caída de protecciones.
¿Quién filmó y filtró a los canales de noticias las imágenes de un Amado Boudou lagañoso, desgreñado y descalzo escuchando el largo fraseo de un funcionario judicial en la antesala de su detención?
En Mar del Plata, en las sesiones de IDEA pobladas de empresarios y ejecutivos entusiastas, el gobierno de Mauricio Macri recibió el espaldarazo del “círculo rojo”.
Ingresando ya en el mes de las elecciones, todas las proyecciones de los encuestadores vaticinan (con diferencias levísimas) que la lista de Cambiemos se quedará con el triunfo en la decisiva provincia de Buenos Aires.
A días de que se lance formalmente la campaña de las elecciones de octubre, el gobierno recibe encuestas que le vaticinan un triunfo en la provincia de Buenos Aires.
El oscuro episodio de la desaparición de Santiago Maldonado no parece, por el momento, incidir en el paisaje prelectoral. En octubre, dicen las encuestas, el oficialismo ratificará y perfeccionará su performance en las PASO.
Desde principios de agosto, cuando algunas organizaciones que invocan la defensa de los derechos humanos caracterizaron el hecho como una “desaparición forzada”, el enigma sobre el paradero desconocido de Santiago Maldonado, un joven artesano bonaerense radicado en Esquel, se ha transformado en tema dominante en los medios y las redes sociales.
El Pro, encarnado en su avatar multicolor –Cambiemos- se convirtió en un partido político de escala nacional, arraigó territorialmente en todo el país y obtuvo el primer puesto en la mitad de los distritos. Ahora deberá ratificar títulos en la elección “de verdad”, en octubre. Tiene muchas chances de lograrlo.
La palabra “populismo” ha sonado como música de fondo de las próximas y las anteriores elecciones. En verdad, el término ha atravesado fronteras y es empleado aquí, allá y en todas partes y sirve, en general, para esto y lo otro.
Los movimientos de la señora de Kirchner no logran satisfacer los reclamos de autocrítica que formulan tantos analistas de los medios principales. Sin embargo, aunque ella no se golpee el pecho confesándolo, debería objetivamente considerárselos bajo esa lente.
El conurbano es la madre de todas las batallas. Lo que llamamos conurbano bonaerense está constituido por 24 partidos que flanquean a la Capital Federal en tres cinturones y agrupaban, según el censo de 2010, 9.916.715 personas, un 65 por ciento del total de la población provincial (casi 16 millones, según aquel censo).
Si bien aún es temprano para que las encuestas se acerquen a los probables resultados que arrojarán las urnas de octubre (como muestra la experiencia, algunos estudios ni siquiera aciertan el mismo día de las elecciones), los sondeos animan a los protagonistas y permiten aproximaciones, así sean imperfectas.
La señora de Kirchner develó este miércoles algunos –solo algunos- de los misterios con los que entretiene a sus seguidores, a sus apóstatas y a sus enemigos.
Según algunos observadores parciales, la intención expuesta por el kirchnerismo de cerrar a Florencio Randazzo las puertas de una competencia primaria sería “una muestra inédita de autoritarismo” y de “desafío a la legalidad electoral”.