El país que imagina el Presidente es hoy, en realidad, un país desorientado y sumergido en una crisis alimentada por la grieta ideológica.
A esto se suma la falta de liderazgos, es decir, de una dirigencia capaz de estar dos pasos más adelante que la sociedad.
Falta lo que sostenía el historiador inglés Arnold Toynbee: "El crecimiento de las sociedades humanas se explica por la presencia de unas minorías o personalidades creadoras que dan siempre respuestas exitosas a los retos del medio y que, en razón de su integridad y de sus compromisos con el grupo, son libremente seguidas por la mayoría". Esa es la experiencia en la historia de las civilizaciones. No se vislumbra en la Argentina ninguna personalidad de esas características.
Sin proyecto de país
Por eso, a su vez, emerge el otro problema: la ausencia de proyectos, aunque fuera antagónicos, pero que permitieran a la gente confiar en que no vamos a perder definitivamente el tren del futuro, o por lo menos, en creer que vamos a poder vivir todos más o menos bien, sin inflación, sin palabreríos falaces ni negocios turbios, respetando a los tres poderes del Estado. Y, sobre todo, sin que el Estado se muestre impotente mientras el crimen se va organizando en bandas que ocupan cada vez más extensiones del país, con la connivencia del gobierno.
En el caso del narcotráfico en Rosario, por complicidad, incompetencia e irresponsabilidad; en los saqueos y usurpaciones que proliferan en la Patagonia pero que se expanden por todo el país, por decisión ideológica de algunos funcionarios.
El corte de energía que dejó sin luz a medio país se produjo apenas después del discurso, cuando muchos aún se estaban preguntando qué quiso decir Fernández cuando describió a la Argentina como una potencia energética. Si la causa fue el incendio de pastos o un problema del tendido, es una falla de mantenimiento; en todo caso, el responsable es la Compañía de Transporte de Energía Eléctrica en Alta Tensión Transener S.A. (Transener), la empresa transportadora.
Como de costumbre, buscaron un complot sin averiguar qué pasó realmente, que es lo importante.
Claro, mucho más grave que el corte es la explosión de crímenes en Rosario. Un tema que el presidente apenas mencionó de paso para acusar a la Corte Suprema.
Detonantes
Ayer, la gran ciudad santafesina sumaba en este año un homicidio por día, lo que la ubica entre las cincuenta más peligrosas del planeta. El gobierno se dio por enterado cuando los narcos amenazaron a Lionel Messi. Pero en el fin de semana, el asesinato de un niño de 12 años estalló como un volcán.
En el barrio Los Pumitas, la base de operaciones de un narcotraficante - que está preso por triple homicidio, pero que maneja a la banda desde la cárcel- fue demolida por los vecinos del barrio y tres narcos fueron rescatados por la policía de un linchamiento seguro. Los niños fueron víctimas de una mejicaneada de aquel criminal a otro, también preso por homicidio, que desde la celda, mandó a sus sicarios a balear el búnker.
Aníbal Fernández sentenció que "los narcos ganaron la batalla", pero el presidente lo manda ahora a comandar un muy tardío operativo federal del que participará hasta el Ejército. Cabe preguntarse por qué sigue en su cargo el ministro de Seguridad; lo mismo para la directora del Servicio Penitenciario Federal, porque los narcos usan la cárcel, de la que ella es responsable, como una oficina "home working".
¿Nunca la Agencia Federal de Inteligencia detectó el problema creciente del narcotráfico en todo el país? ¿Nunca analizaron el vínculo entre el crimen organizado y la política, que empieza a diluir el rol del Estado sobre el territorio?
La Argentina padece una crisis de liderazgo, de proyecto y de perspectiva de futuro.
Alberto Fernández es un accidente, surgido de una triquiñuela política. Pero las feroces internas en el oficialismo y en la oposición no dejan margen para la expectativa ciudadana.
Otro historiador británico, Ian Kershaw, acaba de publicar un libro, Personalidad y poder, donde analiza a los líderes mundiales del siglo XX. Y se inclina por aquellos que, "aunque menos intensos y vibrantes, se hallen en condiciones de ofrecer una gobernanza competente y eficaz, basada en la deliberación colectiva y las decisiones racionales orientadas a mejorar la vida de todos los ciudadanos". Eso, en la Argentina, hoy no pasa.
Francisco Sotelo