Viernes, 28 Abril 2023 10:13

¡Un poco de honestidad intelectual! - Por Francisco Sotelo

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En medio del desconcierto que vive el país desde hace dos semanas, lo más aconsejable sería la prudencia y, por una vez, al menos, abandonar una narrativa fantasiosa, donde se intenta negar los gravísimos problemas que afligen a las familias argentinas.

Es destructivo para un gobierno seguir jugando un juego binario de los buenos y los malos, donde los buenos son ellos y los malos, claro, la oposición, los medios de comunicación, el FMI, la sequía, la guerra y la pandemia. 

El país acumula medio siglo de retroceso, pero nuestra vida política sigue amañada, aferrada a dogmas y creencias del pasado, y a una vocación de poder que solo sirve para construir nuevas burocracias y nuevas oligarquías.

Aunque nuestros problemas son graves y urgentes, para oficialistas y opositores valen estas opiniones calificadas:

"La creatividad requiere tener el valor de desprenderse de las certezas", decía el filósofo y psicoanalista Erich Fromm

"Si yo tuviera una hora para resolver un problema, y mi vida dependiera de la solución, gastaría los primeros 55 minutos en determinar la pregunta apropiada, porque una vez conociera la pregunta correcta, yo podría resolver el problema en menos de cinco minutos", aseguraba Albert Einstein

Es imprescindible "desprenderse de las certezas" e interrogar a la realidad. El desconocimiento de la realidad y la falta de autocrítica trazan el peor camino para un país en quiebra.

Curiosa, y saludablemente, la vicepresidenta cerró su disertación en La Plata con esta frase: "Un poco más de honestidad intelectual a la hora de discutir los problemas de los argentinos". Es de suponer que se trata de una autocrítica encubierta y dirigida a su militancia.

La disertación, en cambio, volvió a ratificar sus certezas sobre el rol del Estado, las causas de la inflación, la idea de los formadores de precios y las culpas ajenas, como en los tiempos de Guillermo Moreno, cuando directamente intervinieron el Indec y negaron la pobreza.

Mucho más grosero, quien ayer redobló la apuesta del discurso apocalíptico fue el gobernador y exministro de Economía, Axel Kicillof, cuando anunció "la inminencia de una tragedia", dando por supuesto, claro, que en octubre quedarán fuera de carrera.

Daría la impresión de que los 18 millones de pobres, los casi cuatro millones de indigentes, el deterioro brutal del poder adquisitivo del salario que comenzó justo cuando él era ministro y no se detuvo, las necesidades básicas insatisfechas y el retroceso en los niveles de aprendizaje de los niños y jóvenes de menores ingresos no sean para Kicillof una tragedia social. Una descomposición instalada desde principios del milenio y que los 16 años de kirchnerismo no hicieron más que profundizar y convertirla en estructural.

"Creo que se juega este año la supervivencia de nuestra universidad, de nuestra educación pública… van a empezar por ahí, no tengan duda", dijo el gobernador.

Hablaba a un país que camina sobre la cuerda floja, en especial desde que las peleas internas degradaron al extremo a la coalición gobernante, luego de la derrota electoral de 2021, y justo tras dos semanas de escalada del dólar, tasas de interés cercanas a los tres dígitos, y la declinación del Presidente a la reelección.

"Hay un abismo en el que no tenemos que caer, aun los que no saben porque los llevan con los ojos vendados", concluyó Kicillof. ¿A quiénes llevan con los ojos vendados? Mejor dicho: ¿Quiénes son los que se tapan los ojos para eludir la realidad y no hacerse la pregunta de Einstein?

Pero la realidad es insobornable. Hoy, el oficialismo tiene una enorme orfandad de candidatos, pero, sobre todo, carece de un proyecto realista y creíble para ofrecer hacia el futuro.

Describir la realidad económica es redundante. Pero hay un dato ilustrativo: en el primer trimestre de 2023 se acumularon $700 mil millones en intereses de las Lelic y se pagaron $660 mil millones en jubilaciones. La deuda interna pesa más que el derecho previsional. Y los jubilados son los primeros en sufrir la inflación y el ajuste.

Es esa falta de honestidad intelectual a la que se refirió Cristina Kirchner, y no las conspiraciones, lo que explica las tensiones que genera la falta de dólares. Es la ausencia de políticas productivas realistas, sólidas y transparentes lo que frena las importaciones, con un efecto mortífero en la producción y en la moneda; como la desorientación que desemboca en la multiplicidad de tipos de cambio, que duplican la cotización ficticia del dólar oficial y representan una devaluación encubierta.

Aferrado a viejas certezas, o a un salvavidas, Massa recurre a soluciones con olor a naftalina: un nuevo acuerdo de precios por 90 días, buscar culpables en los especuladores y en los empresarios, y seguir pidiendo ayuda a los denostados Tesoro de los Estados Unidos y Fondo Monetario Internacional.

Francisco Sotelo

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