Ello pese a la existencia al mismo tiempo de datos duros que provienen del propio oficialismo, como la pérdida de más de 118.000 puestos de trabajo en el primer semestre del año, la advertencia de economistas sobre un posible rebote de la inflación en octubre tras la baja de septiembre. Y la impresión de que habrá que esperar hasta el primer trimestre de 2017, año electoral clave si los hay, para que la economía deje de caer y empiece levemente a crecer.
Se pueden sumar los malabares de Macri para frenar internas aquí y allá entre ministros y funcionarios (Prat Gay-Sturzenegger, Bullrich-Gómez Centurión, Peña-Monzó, etc.), o la calentura de los radicales de Cambiemos, y los aprontes del peronismo de Sergio Massa o de José Manuel Urtubey y el antikirchnerismo, aunque la dupla Cristina-Scioli y su Armada Brancaleone pretenden escupirles el asado, para endurecerse a partir de enero. O antes, buscando trozarle el Presupuesto 2017 en el que el oficialismo pone buena parte de sus chances para financiar un triunfo electoral en octubre.
Veamos las razones de aquel estado de ánimo. Dicen por ejemplo que el gobierno logró frenar el paro de la CGT, aunque haya quienes todavía insisten en que de haber ocurrido al revés, al gobierno y al presidente en particular no se le hubiese caído ninguna estantería. Lo concreto es que se logró frenar la medida de fuerza, aunque en el camino el gobierno debió ceder a los reclamos cegetistas y poner algo más en la mesa. Por caso, subir de los 800 pesos inicialmente previstos a 1.000 pesos el bono de fin de año para jubilados y beneficiarios de la AHU.
Esos extras se compensan con el ulterior objetivo que Macri buscó para conseguir la postergación sin fecha del paro. El presidente consiguió evitar un escenario que aborrecía: desembarcar en el Vaticano para su audiencia de reconciliación de ayer con el Papa Francisco con un paro nacional a cuestas.
Otra razón de aquel optimismo y por la misma banda sostiene que el presidente se pone en línea directa con Francisco al convocar a la Mesa para la Producción y el Trabajo. No es el mismo Macri que hace once meses rechazaba cualquier acuerdo corporativo y prefería verse cara a cara con cada sector. Este de ahora es el que ve la oportunidad de tomar en sus manos nada menos que una de las más firmes prédicas del Papa para que haya acuerdo sectoriales y que figuró en su último mensaje a los argentinos cuando les pidió que "se pongan la Patria al hombro".
De paso, decían en el gobierno, logró quebrar en dos a la dirigencia sindical: de un lado quedaron los que tiene la representación mayoritaria como la CGT unificada, y del otro los más vinculados al kirchnerismo como las CTA de Yasky y Micheli. Punto para el ministro de Trabajo. De fuertes lazos familiares con la Iglesia y con línea abierta con el Vaticano cuando lo necesita, Jorge Triaca fue factor central a la hora de facilitar la mediación de los obispos que contribuyeron al aplazamiento del paro. Que lo libera de aquella mochila al presidente.
Macri, puede decirse, recibió un notorio respaldo de los empresarios en el coloquio marplatense de IDEA. La reacción de los hombres de negocio no podía caer mejor en el gobierno, aunque más no sea porque los entusiasmó tener un presidente que les hable por primera vez en quince años.
Y pese a que haya sido el mismo hombre que otra vez les reclamó compromiso y los convocó a “poner”, sin que hiciera falta que les aclare nada. No es menor el dato de que más de la mitad de los empresarios cree que mejorarán las inversiones y que el país estará mejor dentro de un año.
Ese clima se compadeció con el entusiasmo que al parecer la Argentina despierta en el exterior en esta nueva etapa, clave para que la tan mentada lluvia de inversiones que pregona Francisco Cabrera alguna vez, si es posible cuanto antes, se derrame sobre los argentinos. Cifras oficiales de la Cancillería a través de la Fundación Export.Ar sostiene que se captaron anuncios de inversión por 45.000 millones de dólares.
La frutilla del postre de aquel optimismo: el gobierno haría prontos anuncios sobre el ingreso del país a la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), una aspiración largamente perseguida por Macri y Alfonso Prat Gay como señal de reingreso al mundo tras los doce años de aislamiento kirchnerista.
En medio de esos enjuagues Macri habló por primera vez esta semana de su posible reelección en 2019. Dijo que no lo descartaba, que ya es mucho. Como todo tiene su interpretación en el gobierno, ahí va una de las más escuchadas: quiso dar un fuerte mensaje de continuidad a inversores actuales y futuros, y también a quienes quieren entrar al blanqueo pero temen un golpe de timón político dentro de cuatro años que evapore, otra vez, sus ahorros. Menos pretencioso, un veterano del macrismo la puso más fácil. “sólo es de manual, en política nunca nadie descarta nada”.
Eugenio Paillet