Una vez más, el sindicalismo pretende dirimir sus conflictos internos con aparatosas movilizaciones que sólo sirven para hacer más dura la jornada de muchos trabajadores que no pueden circular libremente por el Centro porteño ni disponen de transportes para regresar a sus hogares. Mientras en el mundo se debaten formas novedosas de crear empleo para aprovechar los desafíos de la tecnología, hay dirigentes gremiales que no logran salir de los eslóganes fáciles ni de los reiterados paros y los cortes de calles.
El carácter puramente político partidario de la movilización del martes 22 de agosto se advierte nítidamente tanto por sus brumosas consignas como por el insólito hecho de que se lo realizara apenas una semana después de que la mayoría de los argentinos revalidó en las urnas el rumbo de cambio y progreso que lidera el presidente Mauricio Macri. Es en las elecciones y no en desfiles regimentados cuando se expresa verdaderamente el pueblo. Y el pueblo no se engaña: sabe que la economía está creciendo, que se incrementa el empleo, que baja la inflación, que cada vez son más las obras de infraestructura y las inversiones. Y que, por sobre todo, sólo nuestro esfuerzo y nuestra creatividad nos permitirán construir un futuro con desarrollo, equidad social y oportunidades para todos.
Muchos sectores del sindicalismo se hallan desconcertados frente a un gobierno al que no dejan de caracterizar con estereotipos que parecen surgidos de las amarillentas páginas de diarios de la década del treinta. Tienen, como el kirchnerismo cuando gobernaba, un severo problema con la realidad. Simplemente la ignoran. Lo que de veras ocurra les resulta indiferente. Hablan de hambrunas, de ajustes salvajes, de masiva desocupación. La realidad pasa por otro andarivel: enorme gasto social, reparación histórica para los jubilados, suba de salarios por encima de la inflación, aumento del 4% del PBI en un año, creación neta de empleo privado por primera vez en un lustro.
Lo que estos dirigentes sindicales no quieren ver lo ven sus representados. Por eso Cambiemos obtuvo un claro triunfo en las PASO y se encamina a ampliarlo en las elecciones generales de octubre. Además de triunfar en los grandes distritos urbanos, como era previsible, mejoró sensiblemente su desempeño en las zonas más humildes del Conurbano, lo que no hubiera sido posible si el gobierno nacional fuera la caricatura que presentan de él.
Claro que es difícil cambiar para quienes han hecho del mantenimiento del statu quo el objeto de todos sus afanes. La dinámica de las relaciones laborales en el mundo moderno les resulta ajena. La protección desmesurada de quienes ya tienen trabajo formal condena a los que están afuera (los jóvenes, entre ellos) al desempleo o, por lo menos, a la precariedad y la informalidad. La economía, atada a tales rigideces corporativas, tiene serios obstáculos para mejorar su competitividad, sin la cual no hay creación de empleos de calidad ni aumento de salarios reales. El sindicalismo tiene la oportunidad de ser parte de un nuevo proyecto de país, moderno e innovador, centrado en las personas, no en las corporaciones.
El país viejo es el de las marchas burocráticas que da vueltas infinitamente sobre sí mismo, como una calesita de la decadencia. El que marcha en serio es el nuevo, que mira para adelante y edifica todos los días el cambio.
Jorge Enríquez
Subsecretario de Justicia de la Ciudad de Buenos Aires