Martes, 15 Mayo 2018 21:00

Cuando el sentido común se retira sin aviso

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“Quien compra lo superfluo, no tardará en verse obligado a vender lo necesario” -Séneca

 

Lo que ha ocurrido con el tropiezo de la incipiente estabilidad obtenida por el gobierno de Cambiemos en los últimos dos años, acaba de desnudar una vez más la debilidad de una democracia donde todo parece estar permitido: subsidios, aranceles distorsivos, baja productividad, individualismo “à outrance”, falta de solidaridad e irreal uso de los fondos públicos para que pobres y ricos puedan vivir una “buena vida” a costa del Estado sin realizar grandes esfuerzos personales.

Se volvió a descuidar la estricta vigilancia de ese Estado obeso que no termina de someterse a una dieta regeneradora y “hemos visto crecer las tinieblas de un fanatismo alocado respecto de una historia que parece marchar a tientas”, como hubiera dicho el filósofo argentino Víctor Massuh.

Cambiemos creyó, probablemente de buena fe, que algunos cambios instrumentales “pari pasu” reordenarían a una sociedad que había perdido el rumbo y la devolvería con el tiempo al reconocimiento de la verdad, aprovechando las lecciones del trago amargo que significó comprobar que el kirchnerismo se había tomado hasta el agua de los floreros, por lo que trató de inflamar el corazón de los decepcionados con un discurso conciliador que los repusiera en la buena senda.

Hasta ahí, todo bien en cuanto a intenciones.

Creemos sin embargo que el gobierno de Macri no tuvo en cuenta que nuestra sociedad está enferma de amor por la “dolce vita” y por lo tanto necesita con urgencia que le echen un buen chorro de agua fría sobre la cabeza para reaccionar.

Es muy posible pues que el ocultar la magnitud del desastre recibido sin exponerlo CON PELOS Y SEÑALES, impidiera reconocer A TODOS que el cambio no debería consistir solamente en algunos retoques puntuales, que permitiesen “ir tirando” para iniciar un camino “acolchado” hasta lograr todas las reformas imprescindibles.

No comprendieron, a nuestro criterio, que era necesario tener en cuenta que se produciría indefectiblemente en muy poco tiempo el desgaste de una esperanza que no se basó en un cambio de cultura sino solo DE MANDO, y por lo tanto, seguir apostando a instrumentos económicos indoloros absolutamente heterodoxos, solo ayudaría a renovar nuestra proverbial “malacrianza conceptual”.

Esa enfermedad que nos corroe desde hace muchísimos años y nos ha impedido formular un juicio de valor adecuado sobre las razones que nos han llevado a una verdadera bancarrota, apenas disimulada por la benevolencia de créditos “pagadios” que obtuvimos del mercado mundial y de algunos ahorristas ávidos por obtener tasas de rendimiento usurario totalmente incompatibles con cualquier racionalidad financiera.

Nos sacrificamos así en aras de la inmediatez, creyendo que la abundancia de nuestros dones “naturales” nos llevaría a encontrar un “duende” que nos redimiría mágicamente de nuestros extravíos (vaya a saber por qué suerte de alquimia esotérica), confirmando que existe en nuestra naturaleza una floración infinita de ingenio suficiente para producir el rescate y la resurrección de los “buenos tiempos”.

Nuestro convencimiento íntimo de que “estamos condenados al éxito” (Duhalde dixit), refleja conceptualmente el carácter retórico con que nos hemos escapado siempre de la realidad desnuda, sin haber demostrado jamás poseer cualidades específicas que respalden estos dichos.

La “liquidación” del régimen kirchnerista corrupto a través de elecciones libres, pareció ser la piedra basal de nuestro resurgimiento para ponernos en marcha por un camino totalmente renovado, que nos condujese al progreso y la estabilidad; pero el pronto envejecimiento de los buenos propósitos del actual gobierno, demostraron a poco andar que nuestra cultura sigue inmersa, como siempre, EN UN EXCESO DE VIDA. Es decir, en el convencimiento de que un dinamismo voluntarista puede recrear ipso facto un escenario de “buen vivir” con mínimos sacrificios.

Nadie posó su mirada sobre una impertérrita cultura autóctona equivocada, que nos ha impedido construir una sociedad viable y sensata que nos permitiese abandonar de una buena vez el gusto amargo de estar viviendo siempre del éxito al desencanto aceptando mansamente los cantos de sirena de políticos aprovechados e ignorantes.

Individuos que, dicho sea de paso, no llegaron de Marte en una nave espacial tripulada, sino que emergieron de la base misma de la sociedad.

Decía Massuh que “una larga tradición enseña QUE LA RAZÓN NO ES SINO LA VIDA QUE SE PIENSA A SÍ MISMA”. Y en ese “pensarnos a nosotros mismos”, deberíamos haber enterrado definitivamente las cenizas de nuestros extravíos, para confirmar la muerte de un código de falsedades sobre las que construimos una sociedad errabunda durante los últimos sesenta años. O quizá más. Habría que repasar la historia con detenimiento y sin prejuicios.

La sociología y la filosofía advierten que no hay modo de acceder a verdades legítimamente provisorias, SI NO SE LO HACE DESDE LA PERSPECTIVA Y LA AMBICIÓN SECRETA DE UNA BÚSQUEDA DEFINITIVA. Esa que abandonamos hace mucho tiempo, creyendo en el mito de una supuesta invencibilidad para resolver problemas munidos de nuestra creatividad e imaginación.

Nuestra opinión sobre la actual coyuntura política es que, de una manera o de otra, las aguas procelosas irán transformando su curso con el correr de los días en riadas más apacibles, porque a ninguno de los eventualmente complotados para ahondar los errores del gobierno –incluida alguna prensa superficial y malintencionada-, le conviene un estallido de naturaleza alguna: somos TODOS pasajeros del mismo vehículo que debe llevarnos al arribo de un final medianamente feliz del actual período de gobierno, aunque para ello tuviésemos que utilizar bastones canadienses.

Por otro lado, no hay un solo candidato potable que pueda seducir hoy a una opinión pública muy enojada con Cambiemos, pero que no “come vidrio” y tiene frescos en su memoria los excesos del kirchnerismo, por lo que “retan” al gobierno por su eventual torpeza y triunfalismo apresurado, pero no quieren saber nada de volver a la “sopa de letras K”.

El gobierno –aunque no lo diga expresamente así-, deberá “barajar y dar de nuevo” en muchos aspectos que conciernen a su estructura “intelectual”, aceptando con humildad el mensaje de una realidad que es la aliada más formidable del sentido común y suele decir presente cuando menos se la espera.

Para concluir estos breves comentarios, sería útil que reflexionásemos TODOS sobre la mirada de Massuh respecto a asuntos de esta índole: “la razón tendrá que elegir, trazar una tabla de valores, un LÍMITE. Abandonar la dureza persecutoria de la prohibición, pero señalar, sobre todo, el derecho de cada uno a definir LO QUE NO SE PERMITIRÍA A SÍ MISMO”.

A buen entendedor, pocas palabras.

Carlos Berro Madero
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