Lunes, 11 Junio 2018 21:00

Un acuerdo de “buena voluntad”

Escrito por

 

“Sé que Dios no me dará nada que no pueda manejar; solo deseo que no confíe demasiado en mí para que ello ocurra”
-Teresa de Calcuta

 

Esto mismo es lo que debería desear en este momento el gobierno de Cambiemos y también, por supuesto, TODOS NOSOTROS.

“Antes del fondo, llegó el Fondo”, dicen algunos. ¿Qué otra cosa puede decirse de una intervención que quizá logre aliviar por un rato las penas por las que atraviesa la coalición del Presidente Macri?

Por confiados, por tozudos, por exceso de optimismo, por creer que la historia no se repite, por confiar en el peronismo, por lo que sea. Dejamos la definición libre para el gusto y paladar de quien nos lee, sin dejar de mencionar, como al paso, unas insólitas manifestaciones del peronista (“¿racional?”) rosarino Omar Perotti, que ha dicho que hubiese preferido que el gobierno acordase con el PJ antes que con el FMI.

¿Será que algunos de sus conmilitones están dispuestos a “prestarnos” lo que se robaron de las arcas públicas todos estos años?

Solo podemos destacar que amigarse con el mundo y entrar al club político de los “poderosos” –algo es algo al fin de cuentas-, tiene sus ventajas: la “hermandad” siempre ayuda a los amigos en problemas, porque es una forma de que el sistema de equilibrio mundial continúe intacto. Ya lo comprobaron Grecia y Turquía, más afectos a bailar sobre la arena de una playa en los días de sol que a ser austeros.

¿Y el cumplimiento? Es probable que una vez ingresados al “club” se nos tiren nuevos “cables” salvadores cada tanto (nunca suficientes si persistimos en nuestras malas costumbres), para que no recaigamos en las drogas que consumimos para poder “vivir bien” y nos carcomen las arterias vitales, con el peligro de convertirnos algún día en (parodiando a Osvaldo Soriano) “una sombra ya pronto serás”.

La cuestión no se trata en realidad de “Fondo sí o Fondo no”. Es sobre una costumbre que se ha hecho vicio en la sociedad: vivir por encima de sus posibilidades, declarando al mismo tiempo como “desamparados” a muchos ciudadanos que se acostumbraron a “vestirse de pobres” (en una época conocimos a uno que cuando debía revalidar su pensión por invalidez ante la autoridad competente, comenzaba a dejarse la barba dos días antes y se vestía “para la ocasión” con sus mejores harapos) y otros que están enrolados entre los que creen que todo el año es Navidad y Pan Dulce.

Dicho todo esto sin menoscabo de los auténticos menesterosos (que si se contabilizaran correctamente serían probablemente muchos menos que los 10 millones señalados en algunas estadísticas); ni de los muchos que trabajan honradamente de sol a sol.

Una enorme mayoría de la sociedad sigue viviendo inmersa en sueños, mentiras y ocio desde hace muchos años. Demasiados. Y la jerarquía con la que miden sus “necesidades” está directamente relacionada con las pocas ganas que tienen de producir, esforzarse y desarrollar empresas para dar más trabajo a quienes no lo tienen, mientras se cuelgan a como dé lugar de la teta del Estado.

¿Para cuándo el mea culpa, con Fondo o sin Fondo?

Aunque se enojen los peronistas, ellos gobernaron y prostituyeron la relación entre el trabajo y los subsidios durante sus gobiernos. Y bien sacada la cuenta, fueron quizá 70 años de gargarismos que nos fueron contagiando a todos, habida cuenta de lo encantador que resulta vivir del “pechazo” y los “asientos” contables.

Hemos construido un país que usa un vocabulario exquisito para defender unos supuestos derechos que no rigen en casi ninguna otra parte y que podrían ser resumidos como la “consideración” que se nos debe por ser tan “iluminados”; lo que nos permite enseñarle al resto del mundo que el derecho a un “descanso digno” (¿casi permanente?) y una “contemplación máxima” deberían estar incluidos en unos nuevos Derechos Universales del Hombre aplicables a nuestro “caso”, sin mayores análisis académicos incómodos al respecto.

Y sobre todo, sin abandonar uno de nuestros entretenimientos favoritos: celebrar elecciones cada dos años para vivir un ciclo perpetuo de recesión y expansión monetaria “ad hoc” alternativamente.

¿Qué somos en realidad? ¿La Argentina de Hebe Bonafini y de Hugo y Pablo Moyano? ¿O la de los congresistas que se jubilan con cuatro años de trabajo con salarios superiores a los de un Presidente? ¿O la de los empresarios que vuelcan en los ríos los desechos de sus plantas industriales? ¿O la de los funcionarios que arman licitaciones con sobreprecios descomunales que van a parar a sus bolsillos? ¿O la de los empleados de subterráneos que no “cargan” las tarjetas SUBE para no contraer tendinitis en sus brazos y cuando no les aumentan los salarios -cuando y como “se les canta”-, se acuestan sobre las vías para impedir el paso de los trenes? ¿O la de los maestros que de tanto “paro” ya no saben ni qué deben enseñar a sus alumnos: si el tenor de la consigna de una revuelta popular o la regla de tres simple?

Decididamente y pensándolo bien, el Fondo Monetario debe tener un solo motivo para convalidar nuestros extravíos, y es que al mundo desarrollado no le conviene que aparezcan en el cono sur otras verrugas infecciosas como Venezuela, Cuba y Nicaragua.

Así que mejor es que lo vayamos sabiendo: con Fondo o sin Fondo, LA VERDAD “VERDADERA” ES QUE SEGUIMOS EN EL FONDO y deberíamos sumarnos a los rezos de Teresa de Calcuta, disponiéndonos a hacer de una buena vez un sentido mea culpa seguido de un firme propósito de enmienda, si queremos que nuestra vida cambie para bien y podamos vivir lejos de ciertos remedios “opiáceos”.

A buen entendedor, pocas palabras.

Carlos Berro Madero
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