También hemos leído por allí que a Cristina no le convendría ser reelecta porque debería lidiar con la “herencia Macri” (¿), y que como es inteligente (¿) trabaja solo para salvarse de la cárcel que le imponga la justicia en algún momento como fruto de sus probadas tropelías.
Olvidan los que opinan de tal modo, que el ego de CFK debe haber alcanzado ya la altura del mismísimo Himalaya, por lo que es probable que la decisión final sobre su candidatura dependa de ello más que de ninguna otra cosa.
¿Es todo esto algo que difiera mayormente con las vísperas de cualquier otra elección pasada de nuestro país donde todo parecería estar siempre “patas para arriba”?
¿No probaría nuestra tradicional incapacidad para aminorar el ritmo vertiginoso de cualquier cambio y controlar su dirección, para centrarnos solamente en lo que creemos poder calcular PARA MINIMIZAR EL RIESGO DE SER NOSOTROS MISMOS?
Nuestra sociedad ha comenzado a escudriñar nuevamente los fantasmas que la aquejan montada en un escenario de dimes y diretes, dirigiendo su atención a cuestiones de entidad relativa para convertirlas en asuntos trascendentes, y aliviar la molestia que nos ocasionan los vaivenes a que nos somete una realidad que marcha siempre más allá de nuestras expectativas personales.
¿Qué pasará en octubre se preguntan todos?
Hoy, cualquier pronóstico basado en los análisis de opinión de gente QUE NO DICE LO QUE PIENSA POR TEMOR A EVENTUALES REPRESALIAS FUTURAS no sirve para nada, a pesar de lo cual hay quienes insisten en proyectar sus mediciones econométricas estáticas.
“En un momento en el que las grandes ideas han perdido su credibilidad, el miedo a un enemigo fantasma es lo único que les queda a los políticos para mantener su poder”, decía Zygmunt Bauman, “y esos políticos son los que les pagan a muchos analistas para convertirlos en voceros de sus intereses personales”.
Se va construyendo así una verdadera prisión cultural propiciada por parte de quienes intentan manipular nuestra voluntad, sin importar cuán falsas sean las promesas que deban hacer para lograr sus fines.
La sociedad ha ido desplazando a los filósofos y politólogos para privilegiar la voz de los analistas de la economía, sin entender que éstos representan solo una parte de la cultura política, por lo que se hace necesario buscar fuentes de razonamiento alternativas, como manera de lograr un mayor equilibrio conceptual.
Es de destacar en ese aspecto, la sinceridad volcada por Rafael Di Tella – argentino docente de finanzas en la Universidad de Harvard-, en una entrevista que le realizó hace pocos días un matutino porteño, relativizando con argumentos sólidos e inteligentes la validez política de algunas construcciones aritméticas teóricas de sus colegas.
Somos nosotros, los hombres del común, quienes solemos vivir embriagados con cifras y proyecciones basadas en ecuaciones que intentan desviar la cuestión de su verdadero eje: el enorme poder de la mente del hombre, que a través de sus PREFERENCIAS TEMPORALES da valor, o se lo quita, a todo proceso político.
La comprensión de muchos problemas que nos aquejan podría sintetizarse en el hecho de que muchas cosas valen más para los mortales cuanto antes pueda disfrutarlas: “más vale un toma, que dos te daré”, dicen algunos. Y esto es aplicable no solo a la economía, sino también a la cultura de quienes no se resignan a aceptar que el futuro no es más que otro presente… a ser vivido cuando llegue.
Hay que imaginarlo, por supuesto, pero cualquier proyección al respecto debería ser siempre relativa, descreyendo de una futurología mediática que suele martillar nuestro cerebro las 24 horas del día.
Nuestra opinión: el kirchnerismo fue tan devastador en aspectos que se relacionan con la moral y las buenas costumbres, que terminó socavando finalmente el espíritu de una ciudadanía que no desea ser dirigida nuevamente por ladrones. Esto se palpa hoy en cada esquina, y como la justicia seguirá hurgando en la corrupción K por algún tiempo todavía, influirá en la decisión de mucha gente al momento de depositar su voto: a más condenas, más repudio.
Además de ello, el generalizado vuelco al centro-derecha de los gobiernos de América Latina, le da hoy mayor sustento al proyecto político de Cambiemos que al del peronismo -sea “racional” o “revolucionario”-, y creemos que el futuro inmediato pasará indefectiblemente por las relaciones comerciales que se establezcan con los países “amigos” del mismo signo, en la medida que las mismas logren mejorar la actividad económica “puertas adentro”.
Ello podría ser capitalizado por el gobierno actual, si no insistiese en hacer “firuletes”, ni decir a todos lo que cada uno quiere oír.
A buen entendedor, pocas palabras.
Carlos Berro Madero
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