De allí en más, lo que se inicia bajo un contenido conceptual clasista y supuestamente humano, se convierte en una cultura inapelable que marcha sin pausa hacia la prevalencia del discurso único, desembocando fatalmente en una dictadura.
Es el escenario que se generó con el advenimiento de Hugo Chávez al poder en el país caribeño; y dio lugar, luego de su desaparición, al mundo esotérico del “pajarico” que le hablaba por las noches al paranoico Nicolás Maduro, indicándole que “todo iría bien” (sin que nadie supiese hacia dónde).
La gran habilidad de la dictadura venezolana consistió en interpretar las tendencias, sentimientos y costumbres de una clase popular muy sacudida por los gobiernos precedentes, integrados por dirigentes muy corruptos que aprovecharon la bonanza proveniente de una explotación petrolera de magnitud superlativa.
Es bien sabido, por otra parte, que el marxismo-leninismo –signo político inequívoco del poder chavista-, ha tenido la virtud de hablarle siempre al proletariado buscando convencerlo que era “la mejor expresión de los intereses de toda la sociedad” (sic), creando vínculos de una suerte de hermandad basada en supuestos objetivos comunes.
Con el tiempo, el gobierno bolivariano –cruel caricatura de esta filosofía-, terminó aplastando a los disidentes sin misericordia, como ocurre en estos días.
Todo lo sucedido está escrito en los manuales básicos del socialismo marxista-leninista, que desde su fundación manifestó siempre defender los intereses de la humanidad entera y Venezuela resultó en ese sentido un paso importante para la supervivencia agónica de una concepción de gobierno que ya había fracasado ruidosamente en todo el mundo.
Podríamos agregar que parece apoyarse en una sentencia sarcástica de Winston Churchill, quien decía que “el éxito consiste en caminar de fracaso en fracaso sin perder el entusiasmo”.
La historia indica que esta corriente ideológica, que cuenta con el acicate del fanatismo, lleva a la sociedad a un estado de revolución permanente, porque su misión consiste en arribar al final del proceso a “un nuevo escenario social libre de clases” (sic), imposible de concebir en un sistema de gobierno republicano.
Se equivocaron y se equivocan aún hoy, quienes atribuyen el auge del movimiento bolivariano al derrumbe de la economía que lo precedió exclusivamente. No era lo que ocurría cuando Chávez asumió el poder, ya que para un marxista la producción material es solo un pretexto usado para imponer sus convicciones ideológicas y esto quedó muy claro en los largos monólogos del comandante fallecido (de extensión y contenido similar a los de Fidel Castro, su mentor y compañero de ruta).
Su fin proclamado fue la formación de un “hombre nuevo” (sic), asegurando a todos que el tránsito al socialismo (posponiendo el término “siglo XXI” para “aggionarlo”), presupondría un grado de “conciencia superior” (sic), donde los individuos trabajarían “por su propio impulso y en la forma que correspondiese a sus facultades” (sic), imponiendo “nuevas reglas de convivencia” (sic).
Éstas últimas determinarían las funciones de las masas populares en el desarrollo de la producción en beneficio de los más necesitados; para lo cual se puso a cargo del control de empresas estatales y privadas -que fueron sujetas a expropiación-, a individuos sin conocimientos mínimos para ejercerlo, provocando el derrumbe de la producción petrolera –su recurso económico por excelencia-, por haber quedado su explotación en manos de sargentos y capitanes del ejército sin preparación “académica” alguna para ejercer dichas funciones.
Para que se comprenda bien a los nostálgicos K al respecto de cuestiones que parecen afectar su particular “sensibilidad bolivariana” hoy día, debe señalarse que las afinidades del kirchnerismo con los corruptos que gobiernan Venezuela, consistieron desde el principio en una mera ASOCIACIÓN DE NEGOCIOS entre Hugo Chávez y Néstor Kirchner para “asistirse” mutuamente en todo aquello que drenara dinero espurio a sus bolsillos y los de muchos dirigentes comprometidos, aquí y allá, con esta singular alianza, cuya trama está saliendo a la luz en estos días.
Algunos kirchneristas que intentan crear un trabalenguas que les ayude a justificar “ex post” esta ligazón, deberían explicar públicamente cuánto les tocó en el “reparto” a cada uno de ellos en su momento.
Por otro lado, cuando los intérpretes de los supuestos pensamientos de Cristina (incluido el travestido Alberto Fernández) aseguran con desparpajo que Estados Unidos está detrás de la destitución de Maduro por “vocación Imperialista”, ¿cómo denominarían la ayuda de Rusia en el sostén de un régimen sangriento rechazado por la mayoría del pueblo venezolano?
La provisión de aviones de combate, armas y comandos paramilitares mercenarios para “resguardar” (¿) al presidente bolivariano por parte de Putin, ¿no viene a ser una auténtica intervención “imperialista” rusa en Venezuela, sin comparación posible con la presión institucional que ejercen Estados Unidos y diversos países del mundo contra el régimen corrupto de Nicolás Maduro y sus adláteres?
De México, Bolivia y Uruguay, solo puede decirse que su abstención - bastante hipócrita para ser sinceros-, está plasmada en los habituales discursos políticos de López Obrador, Evo Morales y Luis Almagro (OEA), sobre cuestiones de ésta índole.
Desafortunadamente, restablecer las instituciones en caso de triunfar el movimiento opositor liderado hoy por Juan Guaidó (mañana vaya a saber por quién), llevará muchos años –si se logra-, porque el desastre económico y discursivo que dejarán tras de sí los delirantes que hoy gobiernan ha penetrado muy a fondo en la conciencia de muchos venezolanos que, de un modo u otro –hay que decirlo con franqueza y claridad-, contribuyeron en su momento al crecimiento del régimen chavista.
La depuración de la casta militar corrupta no será nada fácil y obligará al nuevo gobierno a “tragar muchos sapos” si pretende lograr la unidad social rápidamente, porque al igual que los casos en que la gangrena se apodera de un miembro del cuerpo humano, habrá que evaluar las opciones posibles: “curaciones” o amputación. Las experiencias habidas al respecto indican que el segundo supuesto suele ser casi siempre el más apropiado para salvar la vida del paciente.
A buen entendedor, pocas palabras.
Carlos Berro Madero
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