Lunes, 04 Febrero 2019 21:00

Tener un servicio eléctrico similar al de la región demandará tres años - Por Francisco Olivera

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Si bien el promedio de cortes de luz por usuario cayó a partir de 2015, la Argentina todavía está muy lejos de los niveles que tienen países como Chile o Perú

 

El túnel es largo y la luz, muy tenue: para lograr un servicio eléctrico como el que tenía en la década del 90 o el que exhiben, ahora mismo, sus vecinos de América Latina, la Argentina deberá esperar no menos de tres años. Es la proyección que, en medio de los cortes, el calor y los aumentos tarifarios, hacen las distribuidoras de energía porteñas.

Una apuesta al optimismo y a la paciencia. Es cierto que ningún país está exento de apagones y que, sin ir más lejos, ha habido ciertas mejoras en la Capital Federal y el conurbano bonaerense, algo que el Gobierno informó la semana pasada, cuando consignó que las interrupciones de servicio habían bajado 19% desde que asumió Mauricio Macri. Pero la comparación con los niveles de excelencia que rigen en el mundo sigue dando pobres resultados: aunque se entusiasma con que los cortes se atenuaron en dos años de 35 a 25 horas anuales promedio por usuario, Edesur, una de las concesionarias, admite al mismo tiempo que está todavía lejos de países con servicios más o menos normales. Por ejemplo, Perú, que padece ocho horas anuales, el equivalente a lo que la empresa tuvo aquí en 2006, año a partir del cual todo el suministro empezó a empeorar. Perú, que privatizó su sistema eléctrico en el mismo año que la Argentina (1992), tuvo desde entonces un proceso de inversión que no modificó drásticamente y que le permitió duplicar en 15 años el acceso a la red. "Estamos invirtiendo, así que es probable que podamos llegar a ocho horas de cortes recién en tres años", afirman en Edesur, que prevé desembolsar en 2019 unos 8000 millones de pesos.

El plazo es larguísimo para un país que parece jugarse su suerte en cada trimestre. Y que por ahora ni aspira a la calidad de energía de Chile, donde las interrupciones oscilan las cuatro horas promedio anual por usuario, según los registros del sector. Ni hablar de España, cuyo umbral se ubicó el año pasado por debajo de los 100 minutos, o Rumania, que no llegó a 200 minutos de cortes. En Italia, sede de ENEL, controlante de Edesur, la digitalización del servicio y los medidores inteligentes apuntalan un escenario incluso mejor: en 2018, el cliente promedio no estuvo a oscuras más de 30 minutos.

Edenor tiene metas similares y hasta más optimistas. En la distribuidora planean invertir más de 6000 millones de pesos por año de ahora a 2021 y prevén que, si no aparecen sorpresas desagradables, podrían llegar a un nivel de interrupciones de cuatro horas anuales para entonces. Como en España. "Nunca va a haber cortes cero: eso no existe en ninguna parte del mundo. Pero de nosotros se acuerdan cuando se corta la luz", dicen en la empresa.

La energética fue la herencia visible del kirchnerismo. A fines de 2015, pocos días antes de asumir, Macri llegó a plantear entre sus colaboradores una decisión arriesgada: había que subir las tarifas todo lo necesario desde el primer día. Pero el Estado tiene sus secretos: en muchas dependencias del Palacio de Hacienda no encontraban siquiera documentos que describieran la situación económica, y su entorno se lo desaconsejó. Fue el primer triunfo del gradualismo. Hoy, tres años después, y después del aumento del 26% de este mes, los subsidios cubren todavía el 47% del costo de la electricidad. En la Casa Rosada se analiza una última sacudida a las facturas para después de las elecciones de octubre, lo que dejaría en 15% la cobertura al cabo de este año. Lejos todavía de la solución aplicada para el gas, menos gradual y en la que casi ha desaparecido el subsidio. "Vamos a necesitar dos años más de lo que calcularon inicialmente las empresas para llegar a los niveles de calidad de distribución eléctrica de 2003", evalúa el analista Daniel Montamat.

La fecha no es caprichosa: acababan de romperse un año antes, durante la presidencia de Duhalde, con la devaluación y la pesificación, todos los contratos de concesión. Hasta entonces, la Argentina podía jactarse de tener uno de los sistemas eléctricos más modernos del mundo. La expresión exaspera al universo políticamente correcto, pero es difícil de refutar: la eléctrica fue una privatización modelo. Se venía de los apagones del final del gobierno de Alfonsín y, con el cambio de regulación, llegaron inversiones por 16.800 millones dólares. Se logró así, al cabo de una década, reducir las interrupciones de 21 a 5 horas promedio por usuario sin que les costara un centavo a los clientes, porque las tarifas bajaron al mismo tiempo 21%: una familia tipo que pagaba en septiembre de 1992 una factura de 35 pesos sin impuestos por bimestre pasó a pagar 28 pesos en 2002. "Después vino el huracán patagónico", dicen con ironía en el sector.

Lo que siguió fue una serie de penurias y desencuentros que explotó diez años después. Según datos del Ente Nacional Regulador de Electricidad, solo en el semestre comprendido entre marzo y agosto de 2012 Edesur superó las 55 horas de corte por usuario. Esos seis meses fueron también el peor momento de Edenor, que llegó casi a las 30 horas. Un año después, luego de diez días ininterrumpidos de calor, la Argentina vivía otro diciembre-pesadilla: saltaban los transformadores y los cables y se multiplicaban los cortes, que para peor coincidieron con protestas salariales de la policía y saqueos en supermercados. Según los registros de la CAME, fueron robados 1800 comercios de 13 provincias.

"No soy ingenua -dijo entonces Cristina Kirchner, que bailó horas después sobre el escenario mientras celebraba los 30 años de democracia-. No creo en las casualidades ni tampoco en que los hechos se producen por contagio". Julio De Vido, entonces ministro de Planificación llegó a preparar un decreto que disponía la intervención de Edenor y Edesur. Pero lo frenó Axel Kicillof, que ya conducía la economía y que tenía por delante una negociación no menos compleja: la deuda con el Club de París. ¿Era el momento de semejante señal? ¿Quién haría las inversiones eléctricas? El Estado decidió entonces empezar a subsidiar a las distribuidoras y a reforzar las áreas de concesión más críticas.

Años después, con la situación todavía precaria pero menos dramática, Kicillof hablaba de La Cámpora ante ejecutivos del sector: "Ustedes tienen la compañía gracias a nosotros".

Francisco Olivera

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