Jueves, 04 Julio 2019 21:00

Mercosur-Europa: el debate ­ electoral se vuelve al futuro

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La firma del acuerdo estratégico borra de la campaña la discusión entre la gestión del gobierno de Mauricio Macri y los modales y prácticas de la gestión anterior. El nuevo escenario impone un debate sobre el hoy y el mañana, obligando a la Argentina a involucrarse en el flamante bloque con sus socios y vecinos.

 

Desde finales de la última semana se ha abierto en el país una nueva circunstancia política, que ofrece a la campaña electoral la oportunidad de centrarse sobre un eje socialmente significativo. Hasta el momento los debates venían aferrados a una comparación entre la gestión, el estilo y los modos desplegados desde 2016 por el gobierno de Mauricio Macri y la performance, modales y prácticas del gobierno anterior; es decir, se polemizaba sobre dos tramos del pasado. ­

 

El acuerdo estratégico entre el Mercosur y la Unión Europea anunciado hace siete días supone una apertura del horizonte y suscita un debate sobre el presente y el futuro.

 

Se trata de asumir posiciones sobre un desafío en el que Argentina no se involucra en soledad, sino junto a sus socios y vecinos, en primer lugar, Brasil, que representa casi las tres cuartas partes del producto del bloque.

 

COMO DECIA PERON

 

Perón sabía decir que "la política puramente interna ha pasado a ser una cosa casi de provincias; hoy todo es política internacional, que juega dentro y fuera de los países''. Macri se ha esforzado por hacerla jugar dentro de la Argentina, porque en ella ha encontrado el suelo que mejor lo sostiene. Al hacerlo, empuja a sus adversarios a ubicarse, a suerte o verdad, en ese escenario.

 

En este contexto decisivo, Macri ha mejorado su posicionamiento. Parte de la estrategia presidencial ha residido en avanzar desde afuera hacia adentro, poniendo el acento en la apertura al mundo y en la integración de Argentina en las redes transnacionales, procurando de ese modo apalancar su política nacional y dotarla de apoyos extra.

 

El Presidente pudo festejar en Japón, en el marco del G20, el acuerdo en las negociaciones que, después de un cuarto de siglo de trapicheo recíproco, establece la voluntad de libre comercio entre la Unión Europea y el Mercosur.

 

Mercosur: libertad o amurallamiento

 

Las negociaciones fueron impulsadas desde la Argentina en 1995, presidencia de Carlos Menem, y naturalmente involucraron a todos los presidentes que lo sucedieron. Ese proceso empezó con un objetivo: potenciar en bloque, sinergéticamente, las ventajas comparativas de cada socio para competir mejor en el mundo. La idea no era amurallar el espacio a la competencia, sino ganar competitividad a través de la ampliación de oportunidades y los mercados. Ese objetivo fue quedando en el camino: el Mercosur facilitó el comercio y bajó fuertemente las restricciones dentro del bloque, pero se cerró como unión aduanera protegiendo al bloque de la competencia externa con un alto arancel común. De hecho, se ha convertido en la sociedad comercial más cerrada del mundo y sus miembros están entre los países que menos relaciones recíprocas de libre comercio mantienen con otras naciones o bloques: Argentina -el socio que más tiene- registra 12 (mientras Chile o México, por caso, superan la cincuentena). El aislamiento que denotan esas cifras, funcional para los sectores menos competitivos, es dañino para la economía en su conjunto.

 

Las políticas de protección sistemática en la actualidad revelan una conservadora resistencia al cambio, la sobrevivencia de un programa anacrónico, que fue plausible y constructivo siete décadas atrás pero ya era obsoleta en 2005, cuando ocurrió ese clímax crepuscular que se expresó en Mar del Plata durante la Cumbre de las Américas, con el venezolano Hugo Chávez como director de orquesta. ­

 

Quince años después de aquella algarada, la región vuelve al primer espíritu del Mercosur.

 

EL FRENTE DEL RECHAZO

 

Inevitablemente, hay expresiones de rechazo a ambos lados del incipiente acuerdo. Varias organizaciones rurales francesas, por ejemplo, han hecho oír su voz cuestionándolo. El campo francés ha sido uno de los sectores que más firmemente resistieron durante estos años la perspectiva de estos acuerdos y no ceja en su rechazo, hasta el punto de que hizo decir al presidente Macron que todavía su país “no está en posición de poner en marcha'' lo que se ha convenido. Francia subsidia fuertemente a sus productores con argumentos de orden demográfico (contener la migración a las ciudades más grandes) y de seguridad.

 

En el Mercosur -en Argentina y particularmente Brasil- la resistencia siempre anidó en los sectores industriales menos competitivos, adictos a la protección, a los que se han sumado nichos de la producción agraria (la vitivinicultura del sur brasilero) que teme por su subsistencia en caso de que se libere la competencia.

 

En rigor, acuerdo no significa que ya mismo cesarán las restricciones comerciales, ni que, cuando eso empiece a ocurrir, se franqueará simultáneamente el intercambio de todo tipo de producto en iguales condiciones. Lo que se ha conversado prevé mayores tiempos (y mayores aranceles) para el período de adaptación de los sectores más vulnerables. Sucede que, quien más, quien menos, todos alegan debilidad y piden protección o medidas de aliento.

 

Habrá, sin duda, reformas económicas indispensables para cumplir el objetivo, pero -pese a los mercadófilos abstractos que pretenden allanar el camino con una aplanadora- para concretarse, esas reformas deben ser política y socialmente sostenibles.

 

Se ha previsto una aplicación gradual de las libertades y queda por escribir la letra chica del acuerdo. En verdad, lo que se acordó es apenas una puntada inicial (aunque una puntada trascendente, ya que implica un compromiso político, una voluntad expresa). Hay que recorrer el ripioso camino que empieza con la traducción del convenio suscripto a todas las lenguas de los países firmantes, la aprobación legislativa por todas las partes involucradas y sigue con la negociación en detalle, sector por sector y en muchos casos, producto por producto. Tanto en Brasilia como en Buenos Aires se pretende imprimirle la máxima celeridad a ese proceso para poner los acuerdos en marcha cuanto antes. Es más, tanto Bolsonaro como Macri pretenden iniciar un proceso de asociación de comercio libre con Estados Unidos.

 

SOLO NO PUEDE

 

En rigor, si el país consigue atravesar la prueba de competitividad que implica el acuerdo con la UE, estaría en condiciones de competir libremente con cualquier otro país que acepte jugar limpiamente ese juego.

 

La integración económica mundial está en la lógica de la época y no ha dejado de avanzar, aunque haya disminuido un tanto su velocidad en el clima restrictivo de los últimos años.

 

El acuerdo del Mercosur con la UE es una reafirmación del proceso de apertura y aceita los mecanismos de la inversión externa, crea condiciones para mejoras aceleradas en la productividad y abre nuevas oportunidades laborales, de trabajos de mayor calidad (y, por lo tanto, de mejores salarios).

 

Facilita, además, la integración de producción argentina en cadenas mundiales de valor. Las tres cuartas partes del comercio mundial se procesan a través de esas cadenas, razón por la cual la inversión transnacional que las motoriza es una vía rápida el desarrollo de las exportaciones, así como para la modernización tecnológica

 

Mirado desde otro punto de vista, el vínculo con el mundo (en este caso, la relación del Mercosur con la Unión Europea) promueve efectos no sólo económicos, sino sistémicos: interpela también lo político, lo social, lo cultural y lo institucional. Las sociedades más integradas tienen estímulos más fuertes para mejorar su comportamiento colectivo (y restricciones más marcadas frente a los desvíos).

 

El país no puede vivir fuera del mundo -fuera de los usos y costumbres, las normas y las excepciones tolerables- sin condenarse a la decadencia. Esto requiere una amplia base de coincidencias. En mayo del año pasado, Miguel Pichetto, todavía del otro lado del mostrador, le advertía al oficialismo: "El gobierno solo no puede''. Macri terminó aceptando la advertencia. Que sigue siendo apropiada, más allá de la incorporación al gobierno del propio Pichetto.

 

La oposición debe pensar bien cómo actúa, aunque no fuera más que por defender su propio interés político. Si se reprodujera en este tema la conducta polarizadora como opción binaria entre integración o aislamiento, la oposición le estaría regalando a Macri un instrumento decisivo.

 

Todos los protagonistas tendrán que afinar sus definiciones, no sólo en relación al acuerdo con la Unión Europea, sino, en general, sobre la relación de Argentina con el mundo.

 

La elección es una opción sobre el futuro que empieza en este presente.

 

 

Jorge Raventos

La firma del acuerdo estratégico borra de la campaña la discusión entre la gestión del gobierno de Mauricio Macri y los modales y prácticas de la gestión anterior. El nuevo escenario impone un debate sobre el hoy y el mañana, obligando a la Argentina a involucrarse en el flamante bloque con sus socios y vecinos.

 

Desde finales de la última semana se ha abierto en el país una nueva circunstancia política, que ofrece a la campaña electoral la oportunidad de centrarse sobre un eje socialmente significativo. Hasta el momento los debates venían aferrados a una comparación entre la gestión, el estilo y los modos desplegados desde 2016 por el gobierno de Mauricio Macri y la performance, modales y prácticas del gobierno anterior; es decir, se polemizaba sobre dos tramos del pasado. ­

 

El acuerdo estratégico entre el Mercosur y la Unión Europea anunciado hace siete días supone una apertura del horizonte y suscita un debate sobre el presente y el futuro.

 

Se trata de asumir posiciones sobre un desafío en el que Argentina no se involucra en soledad, sino junto a sus socios y vecinos, en primer lugar, Brasil, que representa casi las tres cuartas partes del producto del bloque.

 

COMO DECIA PERON

 

Perón sabía decir que "la política puramente interna ha pasado a ser una cosa casi de provincias; hoy todo es política internacional, que juega dentro y fuera de los países''. Macri se ha esforzado por hacerla jugar dentro de la Argentina, porque en ella ha encontrado el suelo que mejor lo sostiene. Al hacerlo, empuja a sus adversarios a ubicarse, a suerte o verdad, en ese escenario.

 

En este contexto decisivo, Macri ha mejorado su posicionamiento. Parte de la estrategia presidencial ha residido en avanzar desde afuera hacia adentro, poniendo el acento en la apertura al mundo y en la integración de Argentina en las redes transnacionales, procurando de ese modo apalancar su política nacional y dotarla de apoyos extra.

 

El Presidente pudo festejar en Japón, en el marco del G20, el acuerdo en las negociaciones que, después de un cuarto de siglo de trapicheo recíproco, establece la voluntad de libre comercio entre la Unión Europea y el Mercosur.

 

Mercosur: libertad o amurallamiento

 

Las negociaciones fueron impulsadas desde la Argentina en 1995, presidencia de Carlos Menem, y naturalmente involucraron a todos los presidentes que lo sucedieron. Ese proceso empezó con un objetivo: potenciar en bloque, sinergéticamente, las ventajas comparativas de cada socio para competir mejor en el mundo. La idea no era amurallar el espacio a la competencia, sino ganar competitividad a través de la ampliación de oportunidades y los mercados. Ese objetivo fue quedando en el camino: el Mercosur facilitó el comercio y bajó fuertemente las restricciones dentro del bloque, pero se cerró como unión aduanera protegiendo al bloque de la competencia externa con un alto arancel común. De hecho, se ha convertido en la sociedad comercial más cerrada del mundo y sus miembros están entre los países que menos relaciones recíprocas de libre comercio mantienen con otras naciones o bloques: Argentina -el socio que más tiene- registra 12 (mientras Chile o México, por caso, superan la cincuentena). El aislamiento que denotan esas cifras, funcional para los sectores menos competitivos, es dañino para la economía en su conjunto.

 

Las políticas de protección sistemática en la actualidad revelan una conservadora resistencia al cambio, la sobrevivencia de un programa anacrónico, que fue plausible y constructivo siete décadas atrás pero ya era obsoleta en 2005, cuando ocurrió ese clímax crepuscular que se expresó en Mar del Plata durante la Cumbre de las Américas, con el venezolano Hugo Chávez como director de orquesta. ­

 

Quince años después de aquella algarada, la región vuelve al primer espíritu del Mercosur.

 

EL FRENTE DEL RECHAZO

 

Inevitablemente, hay expresiones de rechazo a ambos lados del incipiente acuerdo. Varias organizaciones rurales francesas, por ejemplo, han hecho oír su voz cuestionándolo. El campo francés ha sido uno de los sectores que más firmemente resistieron durante estos años la perspectiva de estos acuerdos y no ceja en su rechazo, hasta el punto de que hizo decir al presidente Macron que todavía su país “no está en posición de poner en marcha'' lo que se ha convenido. Francia subsidia fuertemente a sus productores con argumentos de orden demográfico (contener la migración a las ciudades más grandes) y de seguridad.

 

En el Mercosur -en Argentina y particularmente Brasil- la resistencia siempre anidó en los sectores industriales menos competitivos, adictos a la protección, a los que se han sumado nichos de la producción agraria (la vitivinicultura del sur brasilero) que teme por su subsistencia en caso de que se libere la competencia.

 

En rigor, acuerdo no significa que ya mismo cesarán las restricciones comerciales, ni que, cuando eso empiece a ocurrir, se franqueará simultáneamente el intercambio de todo tipo de producto en iguales condiciones. Lo que se ha conversado prevé mayores tiempos (y mayores aranceles) para el período de adaptación de los sectores más vulnerables. Sucede que, quien más, quien menos, todos alegan debilidad y piden protección o medidas de aliento.

 

Habrá, sin duda, reformas económicas indispensables para cumplir el objetivo, pero -pese a los mercadófilos abstractos que pretenden allanar el camino con una aplanadora- para concretarse, esas reformas deben ser política y socialmente sostenibles.

 

Se ha previsto una aplicación gradual de las libertades y queda por escribir la letra chica del acuerdo. En verdad, lo que se acordó es apenas una puntada inicial (aunque una puntada trascendente, ya que implica un compromiso político, una voluntad expresa). Hay que recorrer el ripioso camino que empieza con la traducción del convenio suscripto a todas las lenguas de los países firmantes, la aprobación legislativa por todas las partes involucradas y sigue con la negociación en detalle, sector por sector y en muchos casos, producto por producto. Tanto en Brasilia como en Buenos Aires se pretende imprimirle la máxima celeridad a ese proceso para poner los acuerdos en marcha cuanto antes. Es más, tanto Bolsonaro como Macri pretenden iniciar un proceso de asociación de comercio libre con Estados Unidos.

 

SOLO NO PUEDE

 

En rigor, si el país consigue atravesar la prueba de competitividad que implica el acuerdo con la UE, estaría en condiciones de competir libremente con cualquier otro país que acepte jugar limpiamente ese juego.

 

La integración económica mundial está en la lógica de la época y no ha dejado de avanzar, aunque haya disminuido un tanto su velocidad en el clima restrictivo de los últimos años.

 

El acuerdo del Mercosur con la UE es una reafirmación del proceso de apertura y aceita los mecanismos de la inversión externa, crea condiciones para mejoras aceleradas en la productividad y abre nuevas oportunidades laborales, de trabajos de mayor calidad (y, por lo tanto, de mejores salarios).

 

Facilita, además, la integración de producción argentina en cadenas mundiales de valor. Las tres cuartas partes del comercio mundial se procesan a través de esas cadenas, razón por la cual la inversión transnacional que las motoriza es una vía rápida el desarrollo de las exportaciones, así como para la modernización tecnológica

 

Mirado desde otro punto de vista, el vínculo con el mundo (en este caso, la relación del Mercosur con la Unión Europea) promueve efectos no sólo económicos, sino sistémicos: interpela también lo político, lo social, lo cultural y lo institucional. Las sociedades más integradas tienen estímulos más fuertes para mejorar su comportamiento colectivo (y restricciones más marcadas frente a los desvíos).

 

El país no puede vivir fuera del mundo -fuera de los usos y costumbres, las normas y las excepciones tolerables- sin condenarse a la decadencia. Esto requiere una amplia base de coincidencias. En mayo del año pasado, Miguel Pichetto, todavía del otro lado del mostrador, le advertía al oficialismo: "El gobierno solo no puede''. Macri terminó aceptando la advertencia. Que sigue siendo apropiada, más allá de la incorporación al gobierno del propio Pichetto.

 

La oposición debe pensar bien cómo actúa, aunque no fuera más que por defender su propio interés político. Si se reprodujera en este tema la conducta polarizadora como opción binaria entre integración o aislamiento, la oposición le estaría regalando a Macri un instrumento decisivo.

 

Jorge Raventos

Todos los protagonistas tendrán que afinar sus definiciones, no sólo en relación al acuerdo con la Unión Europea, sino, en general, sobre la relación de Argentina con el mundo.­

 

La elección es una opción sobre el futuro que empieza en este presente.­

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