Sergio Crivelli
Con o sin el FMI el recorte del gasto ya arrancó. El ajuste a los jubilados es de un 0,5% del PBI, la mitad del impuesto a los ricos. El kirchnerismo intenta eludir el costo político.
El domingo el presidente recibió una segunda carta de Cristina Kirchner que no estaba firmada por ella sino por el bloque de senadores peronistas, pero era para él. No cuestionaba su gestión como la primera, pero le anticipaba que bloquearía cualquier acuerdo de ajuste con el FMI.
La carta de la vicepresidenta tuvo efecto: se fue Bielsa y la reemplazó un hombre de su confianza. Fernández sólo tiene para ofrecer al FMI inflación y ajuste a los jubilados.
La situación política entró en punto muerto. El kirchnerismo volvió al poder, la crisis lo desgastó en tiempo récord y no hay alternativa. Ni opositora, ni peronista, ni de ningún otro signo. El populismo sin dinero combinado con la mala gestión de la pandemia terminó en un deterioro económico inédito. La clase media sale a la calle a protestar, pero el gobierno la ignora o la descalifica.
La corrida cambiaria terminó con la ilusión de la emisión sin límites para financiar el clientelismo electoral. Si quiere un acuerdo con el FMI, el presidente deberá recortar el gasto
La carta de desahucio de Cristina Kirchner a Alberto Fernández puso en marcha anticipadamente la interna opositora. En Juntos por el Cambio creen que por el actual camino el gobierno sufrirá un fuerte voto castigo el año próximo.
En plena crisis cambiaria Cristina Kirchner tomó distancia de Fernández. El anticapitalismo de salón pasó a los hechos en Entre Ríos. En Guernica las balas de goma liquidaron al relato
En los últimos días se conoció una encuesta de la consultora Management & Fit con un dato clave: si hoy se realizaran elecciones, más de la mitad votaría contra el gobierno: el 50,7%. Sólo el 36% repetiría su voto de hace un año a favor del kirchnerismo.
Cristina Kirchner tomó claramente distancia ayer de la gestión de Alberto Fernández. Lo hizo con un extenso mensaje escrito en un estilo apenas oblicuo.
Los bonistas dijeron lo que políticos, medios y economistas en su mayoría callan: “Las medidas políticas empeoraron drásticamente la crisis". Guzmán solo en el puente de mando.
Cuenta el poeta alemán Hans Magnus Enzesberger que en la desaparecida Unión Soviética las fotocopiadoras escaseaban y las que había estaban rigurosamente vigiladas por el simple motivo de que quienes las manejaban se convertían automáticamente en potenciales impresores, focos de difusión de ideas subversivas.
Fernández no resolvió ninguno de los problemas heredados, lo que lo debilitó. El dólar se les escapa y responde con un viaje por el túnel del tiempo para olvidar las amarguras del presente.
Las marchas contra el gobierno empezaron como protestas espontáneas, pero a medida que adquirieron volumen fueron capitalizadas políticamente por la dirigencia opositora. La protesta del lunes fue precedida por un “campus virtual” del PRO en el que habló el ex presidente Mauricio Macri.
Las decisiones erradas de Fernández desembocaron en una grave crisis cambiaria. Crece la desconfianza no sólo sobre el peso, sino también sobre un presidente con una autoridad cuestionada.
Como consecuencia de sus errores de gestión el presidente Alberto Fernández parece tener un liderazgo deteriorado. La suma de equivocaciones más autoridad dudosa le deparan un futuro incierto.
La Corte paró el plan de la vicepresidenta para sacar a tres jueces de la causa “de los cuadernos”. Un fracaso abrumador en el manejo de la economía debilita prematuramente al gobierno.
La mayoría peronista de la Corte Suprema resolvió ayer poner un freno a la hasta ese momento exitosa ofensiva de Cristina Kirchner contra tres jueces intervinientes en una causa por corrupción que la tiene a maltraer: la de "los cuadernos".
La caída del PBI y el aumento del desempleo se agravaron por falta de plan y exceso de “sarasa”. Tironeos por el supercepo. La crisis del dólar se venía venir; el gobierno reaccionó tarde
Las extravagancias del gobierno reflejan su desorientación. El presidente sigue hablando como si estuviera en campaña y el encargado del BCRA se entretiene con sutilezas escolásticas.
Guzmán había aconsejado no tocar la venta del dólar ahorro, pero Pesce prácticamente la liquidó. Al efecto devastador de la cuarentena se suma la falta de credibilidad del presidente.
El actual gobierno tiene dos velocidades. Por un lado, avanza rápido en las maniobras judiciales para aliviar la situación de Cristina Kirchner y por otra demora las decisiones sobre el resto de las cuestiones de Estado. O las toma espasmódicamente, sin decir agua va. Estas últimas son las que están a cargo de Alberto Fernández.
Fernández sigue sin plan económico. Su última ocurrencia fue saquear recursos ajenos para calmar la protesta ilegal de la bonaerense. Pero eso no es resolver un problema, sino crear otro.
Los medios reproducen escenas de caos creciente. De descontrol social, institucional y político.
Las idas y vueltas del gobierno, más la puja entre piqueteros, intendentes y “camporistas” en el corazón del territorio de CFK pusieron en evidencia problemas de rumbo, autoridad y liderazgo
Alberto Fernández intenta relanzar su gobierno antes de cumplir el primer año de mandato. Esa precocidad podrá parece asombrosa, pero no es injustificada: Fernández carece de plan económico en medio de una crisis monumental, de liderazgo para conducir una alianza oficialista heterogénea y de capacidad de gestión.
Los errores cometidos con la cuarentena, más el desbarajuste económico jaquean al presidente hasta el punto de haber llevado a su ex colega a pronosticar que podría no terminar su mandato
El escenario político está dominado hoy por la ficción. La más original es de tipo institucional: no es el presidente el que toma las decisiones de mayor peso, sino la vice como quedó a la vista con la reforma judicial.
Si el poder es impunidad como dijo Yabrán, aprobar la ley que permite controlar Comodoro Py es una prueba de fuerza decisiva para el presidente. Un fracaso impactaría sobre toda su gestión.
El gobierno por delegación ideado por Cristina Kirchner no está funcionando. El Presidente que eligió, Alberto Fernández, está desbordado. En 48 horas, entre el viernes y el sábado, dio señales inocultables de incoherencia.
La embestida contra dos camaristas que entienden en la causa de los cuadernos deteriora el marco institucional en medio de una grave crisis económica y una emergencia sanitaria histórica.
Hace más de 200 días que Alberto Fernández se instaló en la Casa Rosada, pero aún se desconoce su plan de gobierno. Logró postergar el ajuste que exige la economía para evitar el caos, pero la hora de las definiciones llegará indefectiblemente.
El acuerdo con bonistas representa más un alivio político que financiero para Fernández, porque el Estado, de todas maneras, no iba a pagar. Llegó la hora de las definiciones económicas
La reforma judicial y la amnistía fiscal para Cristóbal López empezaron a debatirse en el Senado en un clima de confrontación.
El presidente asumió el costo de diluir el fuero federal que la procesó. Controló la mayoría del Consejo de la Magistratura y obtuvo en Diputados el perdón fiscal para Cristóbal López.
Enfrentamientos entre funcionarios del presidente y la vice por la inseguridad. El canciller cuestionado por una embajadora. Inacabables tironeos por la deuda. Otra estatización en puerta.
En 1945 para burlarse del doblaje de películas Borges escribió en la revista “Sur” estas líneas memorables:
Las críticas internas al presidente expresaron el desacuerdo de su vice respecto de decisiones como la de Vicentin. Sin control, el doble comando impactará sobre la gobernabilidad.
Alberto Fernández asumió hace siete meses con la promesa de ser el presidente de todos, pero el jueves calificó a la oposición de “odiadores seriales”. La contradicción es producto de su prematuro desgaste y de las protestas sociales.
No acierta a salir de la cuarentena y la economía cae fuerte. Va por la tercera manifestación espontánea de repudio. Polariza y aumenta la conflictividad al acusar de odio a la oposición
Hace seis meses el 48% de los votantes decidió que volviera Cristina Kirchner. ¿Por qué no iba a volver, entonces, Mauricio Macri, cuando el sustituto electoral de la ex presidenta, Alberto Fernández, empieza a debilitarse y ella a dar señales ostensibles de que es la real líder del oficialismo?
La cuarentena sin horizonte y el colapso económico desgastan la imagen del presidente y hunden las expectativas sobre la salida de la crisis. Política y delito: un arrepentido muerto
A Alberto Fernández no sólo se le complicaron la salud pública y la economía. Tiene problemas con el futuro. ¿A dónde pretende llegar por el actual camino?
Fernández teme la reacción popular adversa a la cuarentena, pero se aferró a ella. El encierro lo benefició inicialmente, pero ahora profundiza la grieta. Vuelta al estilo confrontativo.
El berenjenal en que se metió el gobierno en el caso Vicentin fue atribuido a tres causas. Una, sus supuestas inclinaciones comunistas. Otra, las marchas y contramarchas de un presidente desorientado. Otra, su falta de poder. Terminó más cerca de las “ideas locas” de la diputada Vallejos y de las críticas a la Justicia de Graciana Peñafort que de su presunta “moderación”.
La decisión del kirchnerismo de ampliar la agenda que trata el Senado por videoconferencia aumentó innecesariamente la incertidumbre política e institucional. La sesión de la semana última, de la cual se retiró la oposición en masa, dejó una advertencia sobre ese riesgo.
El presidente se enredó con la expropiación de la cerealera. El virus está siendo utilizado como herramienta para resucitar el proyecto estatista que fracasó en el anterior turno de CFK.
A los reclamos para que la economía vuelva a su cauce Axel Kicillof respondió días atrás con una frase profética: "Quiero decir que la normalidad no existe más. Es un sueño, una fantasía". Y no le faltó razón porque con la coartada de la cuarentena el kirchnerismo está gestando "de facto" un nuevo régimen económico y social. Esa es la causa de fondo de no pocas decisiones del gobierno; las demás son circunstanciales.
Mientras Fernández continúa cooperando con Rodríguez Larreta y elude polarizar con la oposición, su vice convirtió al Senado en un campo de batalla donde más que grietas ya hay trincheras.
La maniobra K de instalar un falso debate sobre la deuda externa pasó por alto la fuga de capitales en el gobierno de CFK.
Cristina Kirchner lanzó una ofensiva antimacrista en el Senado, mientras sus seguidores exigían un cambio de régimen. Fernández baila con dos músicas. Se abraza a Insfrán y a Rodríguez Larreta.