Carlos Fara

El electorado argentino no solo decidió que hubiera un cambio en el rumbo del país, sino que también decidió poner a la Argentina en un laboratorio político. El sistema entra en su etapa de mayor fragmentación desde 1983.

La mayoría no le cree, pero por algo lo apodamos Copperfield: es un maestro del ilusionismo. Jamás hay que subestimarlo 

¿Milei es peor que Bullrich? ¿Y qué Massa? ¿Javier es preferible a Sergio? Como dijimos hace mucho tiempo, esta instancia iba a terminar siendo la elección del menos malo, como ocurre muy frecuentemente en la política contemporánea a nivel mundial. Biden mejor que Trump. Macron mejor que Le Pen. Lula mejor que Bolsonaro. Boric mejor que Kast. Algo así como el club de los votantes con la nariz tapada. Entonces, si el negocio es ser el menos malo, lo importante es a) no cometer errores, y b) si se puede, cometer alguna audacia.

Los dos debates presidenciales pueden tener una incidencia mayor que los de pasadas campañas, por la posibilidad de un show de Javier Milei.

 

El economista entra a la cancha mientras hay dudas de que a JxC le alcance para el balotaje.

En 1988 chocaron el carisma y el aparato, y ganó el primero. Los sondeos dicen que esto podría repetirse.

Ningún candidato introdujo grandes novedades en sus comunicaciones. Nadie quiere correr grandes riesgos. 

Parte de la estafa moral que el kirchnerismo ha significado para millones de argentinos (en cuyo reservorio este rejunte de delincuentes ha encontrado, paradójicamente, su caudal de respaldo electoral) fue explicada muy bien ayer por Hernán Lacunza, el referente económico de Horacio Rodríguez Larreta y último ministro de economía de Mauricio Macri en 2019.

Es la oferta más amplia desde que existen las primarias, el doble que en 2019.

Nada se rompió, como era de esperarse, en las coaliciones. Ahora lo interesante será ver las candidaturas concretas.

¿Valió la pena para Cristina desplazar a Macri si el precio fue una “tradición”?

La decisión de Alberto Fernández de no buscar la reelección es poco trascendente en la coyuntura.

Toda decisión política tiene costo. La duda es cuánto gana o pierde Larreta por alejarse de Macri. ¿Hamlet o Julio César?

Se empezaron a despejar incógnitas en la ecuación electoral. Finalmente, Macri comprendió que su indefinición implicaba más un costo para la coalición que un beneficio, empezando por sus propias pre candidatas más cercanas, quienes estaban en la dulce espera en su búsqueda de más apoyos políticos y económicos. Ya lo comentamos en esta columna hace dos meses que algunos agujeros en las finanzas de la campaña de Bullrich los cubrió el propio Emir de Cumelén. Vidal directamente dijo públicamente que, si su líder competía, ella se bajaba.

La política pasó de un juego con piezas a la vista y estrategia a otro donde la clave es la simulación.

Pese a la crisis y el hartazgo social, proliferan las candidaturas en el FdT y JxC, por motivos distintos.

Falta un año para que asuma el próximo presidente o presidenta. Con el 75 % de la gestión de Alberto ya cumplida, el balance para la mayoría de la sociedad es claramente negativo y, dada la compleja situación económica, será muy difícil que pueda ser revertido. Por eso, la coordenada principal el año próximo será el cambio.

El cristinismo se embarca en muchos frentes de larga duración. Los ejércitos se agotan y se aleja la victoria.

La política argentina vive una realidad líquida que invita a ser prudentes en los pronósticos.

La política vuelve a darse la posibilidad de anular las primarias. Qué busca cada quién.

Pese a todos los problemas, curiosamente el Gobierno luce más ordenado que la oposición, que ventila sus internas como nunca.

Las internas se disparan tanto en la oposición como en el oficialismo. Por qué y para qué.

CFK necesita a Alberto al mando, pero cumpliendo sus deseos, y así venimos en conflicto hace 31 meses.

Es poco probable que le permitan aplicar cierta racionalidad macroeconómica.

Cristina acelera el ritmo de la confrontación. Primero fue el famoso discurso en el Chaco, luego el aniversario de YPF y ahora el acto del 20 de junio. Entre el primer capítulo de esta nueva temporada y el del lunes pasado, transcurrieron solo 47 días. ¿Por qué acelera? Existen varias razones:

Este es el quinto slogan que utiliza la gestión del presidente Alberto Fernández. No parece ninguna genialidad, pero ese no es el punto: un slogan sirve en tanto y en cuanto le sirve a un emisor para transmitir el concepto estratégico. Los más trillados pueden ser geniales en cierta coyuntura.

Cristina inauguró una nueva modalidad: aislar a Alberto para que se quede solo con la responsabilidad de lo mal que anda su gobierno. Cuando todo se caiga contraatacará. Por eso se fue Feletti y se iría Bernal tras el anuncio del tarifazo. ¿Sería como desangrarlo de a poco? Relativamente, porque es difícil que se vayan Wado, Raverta o Volnovich. Las grandes cajas seguirán al servicio del proyecto.

Mientras esperamos que nos confirmen que somos alrededor de 46 millones de habitantes, el fastidio social con la política sube sin prisa, pero sin pausa. Eso afecta no solo al oficialismo de turno, sino al statu quo político, que en este caso lo compone también Juntos por el Cambio. Ambos han sido los protagonistas de los últimos 7 años de la historia nacional, con los resultados a la vista.

Y como si tuviéramos pocos conflictos, le sumamos el choque de trenes institucional por el control del Consejo de la Magistratura, lo cual deslumbra con una creatividad estratégica fuera de serie. Es uno de los pocos consensos a los cuales se arribó por estos días dentro del Frente de Todos.

Y como si tuviéramos pocos conflictos, le sumamos el choque de trenes institucional por el control del Consejo de la Magistratura, lo cual deslumbra con una creatividad estratégica fuera de serie. Es uno de los pocos consensos a los cuales se arribó por estos días dentro del Frente de Todos.

Tantas semanas hablando sobre qué pasaba en el oficialismo, se le dedicó mucho menos tiempo a analizar qué estaba pasando en Juntos por el Cambio (JxC). Pero más allá de las partidas de bridge de Macri, también hay mucha tela para cortar (o cartas para barajar).

 

Las estrofas de Quédate conmigo sintetizan el mensaje de Alberto F y Guzmán para el FMI.

 

No se trata de una persona que tiene de nombre Máximo y de apellido Conflicto. Pero se le parece bastante. ¿Es esta la “máxima” crisis del gobierno de Alberto? Aún no lo sabemos. Primero parecía que era la famosa carta de Cristina del 26 de octubre de 2020 con los funcionarios que no funcionan. Luego la “semana trágica” post PASO. Y ahora esto. Dependerá de cómo lo maneje Alberto, porque esto recién empieza: ya aumentaron las naftas el 9 %, el mundo feliz de los congelamientos no da para más, aún para una estructura que está bajo el radar de La Cámpora.

 

Así titulaban en 1984 su famoso tema las “Viudas e Hijas de Roque Enroll”, y en donde hacían referencia tangencial a uno de los temas de agenda del momento: las negociaciones con el Fondo Monetario Internacional. Pasaron 38 años –toda la etapa democrática- y seguimos con titulares catástrofe sobre si acordamos o no. Un deja vu para un presidente que dice sentirse identificado con Raúl Alfonsín.

 

El Presidente y su vice se siguen marcando la cancha. ¿Contradicción sin remedio o disenso acordado? La oposición no escapa a esa lógica.

Demasiado calor. Demasiados cortes de luz. Demasiado déficit fiscal. Demasiado dólar blue. Demasiadas idas y vuelta con el FMI. Demasiada inflación. Demasiados espías sueltos. Demasiadas diferencias en la oposición. Demasiados contagiados por COVID. Visto así, parecería más un país de abundancia que de escasez. Claro, abundancia de lo negativo, pero abundancia al fin. 

 

Expectativas sobre cómo se resolverá la crisis del país. Veinte años después, el mismo problema.

 

 

Los resultados electorales de este año operaron algunas consecuencias curiosas. La primera de ellas son los conflictos internos dentro del bando ganador, ya que se supone que el perdedor es el que debe estar en ebullición, mientras que el triunfante debe cerrar filas en pos del gran objetivo, mirando desde el ring side cómo el adversario se desangra con sus ajustes de cuentas. Pues aquí está sucediendo algo inverso.

 

 

La semana pasada dimos por muy probable un acuerdo de Argentina con el FMI, dadas las voluntades y necesidades estratégicas de las partes. A las pocas horas de escribir mi nota, se anunció el envío de una misión técnica a Washington. En uno de los 6 factores dijimos que “Biden no quiere un problema más [en la región]”.

 

 

Las frases tienen sentidos diferentes dependiendo del contexto. En la lógica cultural local, el título de esta nota puede significar crisis irremediable. Pero si lo ponemos en el contexto noticioso de estos días puede implicar que la Argentina llegará a algún tipo de acuerdo con el nunca bien ponderado Fondo Monetario Internacional. Hasta Milei y Grabois coinciden en que el FMI no es una institución útil y/o loable.

 

Hay funcionarios que no funcionan, y precios máximos que tampoco funcionan. Al menos eso cree el 55 % de los bonaerenses. Solo el 17 % piensa que eran necesarios y el 28 % está en una posición intermedia: “no sé si sirven, pero algo había que hacer”.

Queda una sola semana de campaña. Pero curiosamente las campañas han casi desaparecido de las noticias porque ¿a quién le interesan? Obviamente no son ninguna prioridad para los votantes, ergo los medios las reflejan poco.

Hace un año CFK emitía su famosa carta sobre los “funcionarios que no funcionan”, entre otras “marcadas de cancha” a Alberto, lo que fue el comienzo de una permanente tensión indisimulable, aunque en la intimidad Ella ya venía sintiendo desazón respecto a la tarea del presidente.

¿Pasan cosas? ¿O las cosas pasan? En este caso, el orden de los factores altera el producto. Si pasan cosas, entonces hay sucesos relevantes, que dejan huella. Si las cosas pasan da la impresión de que es un “todo pasa”, como dijo el filósofo Grondona.

 

Es el nuevo mantra oficialista, que busca salir de la inercia y pasar a lo propositivo.

 

Llevamos 10 días con nuevo gabinete. Hasta acá han seguido el manual al pie de la letra: anuncios por doquier para mostrar reacción, aflojar tensiones innecesarias, insuflar optimismo, ordenar las fuerzas y el discurso, al mismo tiempo que le piden al ministro Guzmán que sea más “manosuelta”. Eso no evitó que después de firmar una tregua siga habiendo algunos tiroteos aislados.

Llegó Superman… zur. ¿Será el hombre de acero que nos salvará de todos los males que nos acechan? Al menos lo intentará. Por lo pronto vino a dar buenas noticias, que es lo único que nunca puede faltar en el manual de un gobierno en crisis. ¿Servirán? Vamos a ver.

 

La Cristina silenciosa y cabizbaja que apenas aplaudió el domingo a la noche daba la impresión de ser la esposa de un marido a quien todo el mundo mira con vergüenza ajena, y que le estaría transmitiendo “ya vamos a hablar cuando lleguemos a casa”. Alberto sobreactuando entusiasmo en su acto del martes. Como siempre dice el filósofo contemporáneo Tati Vernet, “el problema de perder es la cara de boludo que te queda”.

 

 

A partir de principios de junio de 2020 Alberto perdió el rumbo y el estilo estratégicos, empezando a romper el contrato que había firmado con la mayoría de los votantes.

 

 

Estamos transitando las últimas horas de campaña entre cumbias, traps, videos sugerentes sobre que estamos todos calientes, cartas astrológicas, etc. Era de esperar que hubiera más de un desatino dando vuelta: el médico se para frente al paciente; le golpea una rodilla con el martillo para ver sus reacciones vitales; el paciente no reacciona; el médico vuelve a golpear más fuerte; y así sucesivamente.

 

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