Alfredo Leuco

El que avisa no traiciona. Le robo la metáfora a Hernán Lacunza: “Hicieron una reforma a lo Hood Robin, le sacaron a los pobres para darle a los que más tienen”. El ex ministro de economía defenestró el cambio en el impuesto a las ganancias porque dijo que “genera un agujero que se paga con inflación.” La conclusión es horrorosa: “Estábamos bailando sobre el Titanic y ahora quemamos los botes también”.

En el mundo democrático y republicano de la política argentina resultaron de alto impacto las insólitas declaraciones de Javier Milei respecto del sindicalismo argentino. No quiero generalizar porque el que generaliza discrimina y porque conozco gremialistas honestos, pero hay una mayoría de jerarcas que son millonarios y que hace más de 30 años que están atornillados a sus cargos. Sin embargo Milei, que suele tener el gatillo fácil para la descalificación y el insulto, cuando se le preguntó sobre ese entramado de negociados y extorsiones dijo, casi en voz baja, que es un problema de los sindicatos y que se tienen que arreglar entre ellos.

Todos los analistas políticos están mirando con lupa las relaciones carnales entre Sergio Massa y Javier Milei. Más allá de aquella foto y ese gesto de afecto en diputados y del abrazo que se dieron en los pasillos de un canal. Ahora hay nuevos hechos concretos a cielo abierto que refuerzan las especulaciones teóricas.

Este domingo los argentinos vamos a decidir gran parte de nuestro futuro. Votaremos a los candidatos que van a pelear por la presidencia de la nación. La batalla principal es entre un oficialismo autoritario y populista que destruyó el país con una mala praxis sin antecedentes y una oposición republicana y popular que intentará reparar tanto daño. Esa expectativa de cambio profundo, de refundación de la Argentina, tal vez nos tiene anestesiados y nos hace naturalizar que el gobierno está en caída libre. Han transformado a la administración en un avión a la deriva.

La hecatombe económica potenciada por Sergio Massa lo coloca como el peor ministro del peor gobierno. Hoy cumple un año desde que se sumó al gabinete y el balance es altamente negativo. Multiplicó todos los desastres que había hecho Martín Guzmán y no solucionó ninguno de los problemas. Es todo un récord de ineficiencia e irresponsabilidad. No cumplió ninguna de sus promesas. Pero muchos compradores de humo del periodismo y de los empresarios prebendarios, lo vendieron como un superministro. Y resultó ser un mini ministro.

En noviembre del año pasado se produjo un cruce de declaraciones de guerra que hoy conviene tener muy en cuenta. Pablo Moyano dijo que si vuelven al gobierno Patricia Bullrich y el macrismo, “vamos a ser los primeros en salir a la calle. No vamos a permitir que toquen un derecho de los trabajadores.” Patricia Bullrich, enemiga íntima e histórica de los jerarcas camioneros, le contestó con firmeza: “Conmigo los aprietes, no van. En mi gobierno, si violas la ley, vas preso”

Sergio Massa es el director de una película de terror. Un cine nacional atroz que están sufriendo la inmensa mayoría de los argentinos. Hablo de una inflación colosal del 120% para arriba que pulveriza los salarios de los que menos tienen y los ingresos de los jubilados.

Yo los llamo “El triángulo de las Bermudas” porque por esa geometría oceánica se hundieron las esperanzas de millones de argentinos. Hablo de Alberto, Sergio Massa y de la reina Cristina, la condenada jefa de la corrupción más grande de la historia democrática.

Máximo y La Cámpora todavía están tratando de digerir el sapo gigantesco que se tuvieron que tragar. Sergio Massa es un sapo de otro pozo que les produce un rechazo visceral en lo ideológico y en lo personal. Hasta ahora no hubo un solo comunicado celebrando la designación del ministro de Economía como candidato a presidente. Ni un tuit. Nada. Silencio absoluto mientras mastican el batracio.

Una aclaración de entrada: No estoy seguro de que esta sea la fórmula. Pero al cierre de esta columna, hasta los periodistas más cristinistas la estaban confirmando. Y varios esbirros de Cristina distribuyeron un afiche en las redes que dice: “Wado y Manzur y Cristina Argentina”.

Cristina y Máximo tuvieron que retroceder en chancletas. No tuvieron más remedio que habilitar a Daniel Scioli y a Victoria Tolosa Paz para que compitan en las elecciones internas. Eso es una muestra clara de la debilidad de los Kirchner, de su pérdida de poder, pero, también de la solidez de su soberbia. Porque mientras cedían, palabra que jamás existió en el diccionario kirchnerista, levantaron el dedito con un comunicado que disparó misiles contra Alberto Fernández y Scioli. Fue tragicómico.

La red que tejió Cristina con sus mentiras seriales la tiene atrapada y sin salida. No puede avanzar en ningún plano. No pudo instalar que no puede ser candidata porque está proscripta. La mentira tiene patas muy cortas. Tan es así que otro condenado, también por corrupción de estado como Sergio Uribarri, va a ser candidato a gobernador por Entre Ríos. ¿Cómo es que Cristina no se puede presentar y Uribarri si? El mismísimo miembro de la Corte Suprema, el doctor Ricardo Lorenzetti tuvo que decir con toda contundencia que Cristina no está proscripta.

De tanto picarle la cabeza, finalmente, Cristina logró su objetivo y le vació el cerebro a Alberto. No le dejó ni una gota de materia gris. Ni una neurona le quedó al presidente decorativo de la Nación. Cristina lo quebró sicológica y anímicamente. Ahí anda Alberto diciendo estupideces cada vez más graves e irresponsables.

De entrada, quiero aclarar que tengo un profundo respeto y admiración por Esteban Bullrich. Lo considero un ejemplo de vida y de lucha dedicada a construir una sociedad con mayor libertad, honestidad e igualdad de oportunidades. Esteban está dando una batalla colosal contra una maldita enfermedad llamada ELA y eso nos obliga a que elijamos con mucho cuidado las palabras si vamos a hacer una crítica.

Gildo Insfrán sintetiza lo peor de la política argentina. El señor feudal gobierna Formosa desde hace 36 años. 28 como gobernador y 8 como vice. Convirtió a esa provincia en una pequeña Venezuela chavista. 

Todo el mundo se da cuenta que estamos llegando al borde del abismo económico, social e institucional. Todo el mundo está encendiendo las alertas rojas. Todo el mundo menos los tres principales culpables de este gobierno que no gobierna: Cristina, Alberto y Massa. Los llamo “El Triángulo de las Bermudas” porque en el remolino oceánico que produjeron se hundieron los mejores valores de nuestro pueblo como el mérito, la cultura del esfuerzo y el progreso, la honradez, la educación para la movilidad social ascendente y el pluralismo republicano.

Un cartel esgrimido por uno de los colectiveros resumió el clima social de bronca y hastío: “Nos quitaron tanto que nos quitaron el miedo”.

El gesto histórico de Mauricio Macri lo consolida como el líder más importante que tiene la oposición. Por lejos. Es un conductor republicano que con el tiempo fue aprendiendo a manejar (y a disfrutar) el arte de la política. Esto no es solamente por su generosidad, como dicen sus herederos ni por haber vencido su ego, como dice él.

La banda de delincuentes liderada por Cristina perpetró la estafa más grande de la historia democrática. Nadie robó tanto durante tanto tiempo como los Kirchner. La verdad, el juicio y castigo por semejante cleptocracia está en marcha. El primer paso fue la condena a 6 años de cárcel por corrupción en la causa Vialidad. Pero hay otros expedientes, menos avanzados, pero más graves como “Los cuadernos de las coimas K” o los casos conocidos popularmente como “Hotesur” o “La Ruta del dinero K”.

Cristina quiere dinamitar la democracia. Siente que no tiene otro camino para salvar su pellejo. Su plan golpista aparece entre líneas en todos sus discursos y en las declaraciones de sus talibanes. Es muy probable que fracase en su intento, pero no van a aflojar. Jorge Fernández Díaz, fue muy preciso en La Nación cuando la caracterizó como “autócrata en grado de tentativa”.

Los jueces lo explicaron con toda rigurosidad en más de 1.600 páginas de fundamentos. Pero lo central es que Cristina fue condenada a 6 años de cárcel porque, puso “al estado al servicio de la consumación del delito”. Esto permite llamar delincuente a la vicepresidenta que, según el escrito conocido hoy, mantuvo “relaciones económicas promiscuas con Lázaro Báez”, con el que además, hizo “todo tipo de acuerdos espurios”. Eso dice el expediente. No es una opinión de un periodista. El robo que les produjo a todos los argentinos supera los 80 mil millones de pesos, solo en esta causa.

Es tan grande la derrota cultural de este cuarto gobierno kirchnerista que acaba de evidenciar que perdió hasta el olfato popular. Frente a la vuelta olímpica más grande del mundo, por tierra y por aire, Alberto y Cristina quedaron atontados, sin saber bien que decir ni dónde ponerse. La reacción ciudadana ante la victoria deportiva más importante de todos los tiempos produjo una concentración multitudinaria jamás vista en la historia, de alrededor de 5 millones de personas, que se repitió en casi todas las ciudades y los pueblitos de la Argentina.

Dos conocidos cristinistas insultaron, amenazaron e intentaron golpear al fiscal Diego Luciani. Las agresiones protagonizadas por el encuestador militante Artemio López y Clara Abelenda ocurrieron en el restaurante Lo de Fran en Mar del Plata. Muchos se preguntan si no fue una emboscada, o algo preparado. Llamó la atención la complicidad de uno de los mozos con la señora que desde el minuto uno provocó a Luciani, su esposa y dos matrimonios amigos más que habían ido a comer pescado.

La democracia no se terminó. Todo lo contrario. Las sagradas instituciones republicanas salieron fortalecidas. La condena por corrupción a Cristina implicó derrotar dos de los principales venenos del estado de derecho: la impunidad y el miedo. Son dos tóxicos poderosos.

El último papelón de Cristina es que, después de 20 años en el poder, recién ahora descubrió que la inseguridad es un drama en la Argentina. Recién ahora se enteró que los que más sufren los robos y los asesinatos son los más pobres y los más vulnerables, que son los jubilados. Nunca les importó el tema. Todo lo contrario.

¿Evitar todo tipo de insultos y descalificaciones? ¿Buscar consensos mínimos y administrar con racionalidad y sin agresiones los disensos? En eso estoy de acuerdo. Ninguna familia, ninguna empresa o país puede crecer sin cohesión. Para desarrollar con inclusión y en forma igualitaria a la Argentina, necesitamos tirar todos para un mismo lado y no ventear la energía en peleas fratricidas.

Una vez más, Cristina utilizó la figura de Juan Domingo Perón para sus propios intereses y obsesiones. El acto en La Plata tuvo como excusa que hoy se cumplen 50 años desde el retorno de Perón a la Argentina pero el verdadero motivo es la búsqueda de la impunidad para Cristina.

Hace casi dos décadas que el cristinismo tiene secuestrado al peronismo. La gran incógnita que surge después de analizar lo que pasó es si el kirchnerismo, finalmente, le dará el tiro de gracia para matar al peronismo. El 17 de octubre de 1945 fue el día del parto, el momento fundacional y del nacimiento del peronismo. ¿El 17 de octubre de 2022, será el día del fin del peronismo tal como lo conocemos?

El Comité Nacional de la Unión Cívica Radical tomó distancia de las críticas de Facundo Manes contra Mauricio Macri.  No lo nombraron, pero en un comunicado formal, aseguraron que ese partido “trabaja cotidianamente para fortalecer Juntos por el Cambio” y que “cualquier manifestación que se aparte de ese rumbo, no importa de dónde provenga, lesiona la esperanza que venimos construyendo”.

Los cuatro gobiernos kirchneristas quebraron económicamente a la Argentina y la sometieron a la mega corrupción y a un régimen nacional populista con fuertes sesgos autoritarios. En el plano de las relaciones internacionales, cometieron el peor de los pecados.

Estela Carlotto, la presidenta de Abuelas de Plaza de Mayo llegó a decir: “No vamos a permitir que condenen a Cristina Kirchner”. O que “Patricia Bullrich tendría que estar en la cárcel”. O que a “Cristina la protegió Dios”. Estela estuvo en el senado con Cristina y en la mesa a la que convocó Alberto en la Casa Rosada.

Roberto Navarro es el empresario de medios que más rápido se hizo millonario. Recibió montañas de pauta publicitaria por parte del kirchnerismo. A cambio, se transformó en una suerte de vocero informal de Cristina. En su rol de para periodista de estado, fue el autor material de la tristemente célebre operación para ensuciar a Enrique Olivera horas antes de las elecciones. Difundió una información falsa con real malicia, a pedido de Alberto Fernández que en esa época era jefe de gabinete de Néstor. Elisa Carrió no lo olvidará jamás.

Están todos borrados. Nadie quiere poner la cara ni por el desastre actual de este gobierno ni por la hecatombe que viene. Hasta el obediente Gustavo Béliz se fue del desgobierno con un portazo.

Las relaciones carnales de los gobiernos kirchneristas con los países que más violan los derechos humanos, ya son una política de estado. Tal vez comenzaron con los negociados de dólares sucios de la megacorrupción disfrazada de Patria Grande, que parieron el concubinato de Hugo Chávez y Néstor Kirchner.

Argentina atraviesa el peor momento del peor gobierno de la historia democrática. En medio de un tsunami de pésimas noticias, Alberto Fernández le entregó el bastón presidencial a Cristina. De los atributos de mando, a Alberto solo le queda la banda.

Alberto está perdido en la neblina de sus papelones seriales. No para de cometer errores no forzados. Todos los días le prende fuego a un pedazo de su investidura. El Presidente de la Nación no sabe ni lo que quiere. Esta mañana se comportó como el jefe de campaña de Patricia Bullrich. Le subió el precio.  Había mucha expectativa por la primera audiencia de conciliación presencial.

El golpe de Cristina contra Alberto está en la última etapa, la del tiro del final. A esta altura, solo falta que la vice en persona le dé el empujón y lo arroje al abismo institucional. Hoy Cristina dijo que “se puede ser legal y legítimo de origen, pero no de gestión”. Fue al estilo de aquel sablazo de “que te pongan una banda y te den un bastón no es todo el poder”. ¿Se acuerda?

Los argentinos que valoran y defienden la República han recibido una buena noticia. Prácticamente, la totalidad de los bloques opositores, se pusieron de acuerdo en impulsar la Boleta Única de Papel. Es un hecho político que les hace mostrar racionalidad democrática, diálogo y les permite marcar agenda y recuperar la iniciativa.

 

Juntos por el Cambio carece de un líder capaz de ganar por sí mismo las elecciones del año que viene. Y si llegara a triunfar, producto de la división del kirchnerismo, la actual oposición no tiene la solidez para gobernar y producir las profundas transformaciones que necesita la Argentina.

 

Aquellos que son capaces de prender fuego a un diario o a la sede de una institución del gobierno, son capaces de incendiar la democracia.

 

 

Con valentía y excelencia jurídica, el fiscal Diego Velasco reclamó que Cristina y sus hijos sean sometidos a juicio oral y vayan al banquillo de los acusados. La minuciosa apelación de Velasco, en 249 páginas, también le pidió a la Cámara de Casación que anule el sobreseimiento de los integrantes del Cártel de los Pingüinos Millonarios y que aparte a los dos jueces que cometieron semejante atropello.

 

 

Desde el retorno de la democracia en 1983, nadie le hizo tanto daño a la República como Cristina. Y nadie está en condiciones de seguir haciendo más daño todavía.

 

 

Para Cristina y Máximo hay dos clases de periodistas: sus empleados y los enemigos. Esto es así desde la génesis de ese ladri feudalismo nacido y criado en Santa Cruz. La intolerancia, el autoritarismo y la censura están en el ADN del kirchnerismo.

 

 

Volvieron mucho peores. Por eso perdieron 5 millones 200 mil votos en dos años, un récord histórico. Como precisó Carlos Pagni, el gobierno de los Fernández perdió el 40% del apoyo en las urnas que habían logrado en el 2019.

 

 

Del creador de “La inseguridad es una sensación”, ahora llega “La inseguridad es una enfermedad endémica”. Sin que se le cayera la cara de vergüenza, Aníbal Fernández, el responsable máximo de la seguridad del país, apeló a otra mentira.

 

 

La alarmante inseguridad que estamos sufriendo los argentinos no es un fenómeno natural. No es una tormenta. No cae del cielo, ni surge de un virus que no conocemos. Los crímenes brutales y los robos cotidianos no nacieron de un repollo. Son una construcción del hombre o mejor dicho, son una destrucción del hombre.

 

 

El gobierno de los Fernández quiere que vote la menor cantidad de gente posible y que haya la mayor posibilidad de hacer trampas en las elecciones del domingo. Por eso hay que estar alertas y fiscalizar con pasión y rigurosidad.

 

 

No quiero dejar pasar algo gravísimo que dijo Máximo Kirchner en Escobar. El príncipe heredero de la Reina Cristina culpó a los medios de comunicación de “ser el caldo de cultivo” para “que la gente actúe así”. Se estaba refiriendo al balazo que el diputado nacional, Miguel Arias recibió durante un acto proselitista en el interior de Corrientes. Con una irresponsabilidad sumamente peligrosa hizo responsable al periodismo crítico de que alguien haya disparado un arma desde las sombras. Máximo aseguró que el odio es el combustible que fomenta estos delitos y aberraciones absolutamente condenables.

 

 

Según los diccionarios de lunfardo, el adjetivo “chanta”, viene del genovés, chantapufi, como se denomina al que no paga sus deudas. Enseguida aparecen otras acepciones: fanfarrón, que alardea de lo que carece y tramposo, de poca credibilidad.

 

 

Sin tobillera electrónica y en libertad. Espero equivocarme, pero toda la información que dispongo dice que, en unas horas, Amado Boudou quedará en libertad y eso es una señal peligrosa de gravedad institucional.

 

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