Edgardo Moreno
Tanto Kirchner como Macri vislumbraron antes el escenario de tres tercios. Pero Cristina vio dos tercios populistas y Macri dos liberales. El balotaje dirá cuál de los dos acertó. CFK y el resto del peronismo se sostuvieron en circunstancias adversas. Macri y el espacio del cambio -por disidencias- perforaron su piso.
Los candidatos de LLA y UP configuran juntos un polo populista cuya única amenaza seria es el tercio del electorado que todavía resiste proponiendo un cambio republicano y liberal. El kirchnerismo y el mileísmo emergen en un momento crítico en las democracias por el cambio del “régimen de verdad”; del criterio de validación que distingue hechos de falsedades.
Gobernadores, empresarios y gremialistas recuperan su antigua rutina: a rey muerto, rey puesto.
¿Cuál es el ciclo político que está terminando? ¿El de las coaliciones? ¿El del kirchnerismo? ¿El del populismo?
Cuando Massa se presenta para solicitar nuevos desembolsos de dólares en el Fondo, allí le señalan algo que ya hizo con su agujero fiscal: devaluar su propia moneda. No tiene más remedio que enfrentar el costo de su condición simultánea de candidato y ministro. Como la economía es el eje de la campaña, funge como un candidato a reelegir.
En 2010, Massa calificaba a Kirchner como “un monstruo y un psicópata”. Ahora que es candidato, Massa promete ser Néstor. Pagarle todo al FMI para sacarlo del país. Milei quedó en evidencia: el sistema de compra de bancas no habla de las virtudes de la oferta y la demanda, sino de un vacío de propuestas licitado al mejor postor.
Entre Massa y Cristina hay una mirada estratégica opuesta. Massa cree que puede ganar las elecciones; la vice la da por perdida y diseña una transición de salida y obstrucción. La violencia en el norte demostró que ni un consenso constituyente pudo evitar las piedras del extremismo político.
Massa deja una herencia ominosa: deuda de Nación a tasas extravagantes del 45% anual (en dólares), dolarización de rentas para los banqueros y pesificación de ahorros para los jubilados.
La alienación entre lo que la vicepresidenta dice y lo que hace es tan pronunciada que sólo la palabra del presidente Alberto Fernández parezca más devaluada.
El repago de deuda en dólares levantó una ola de sospechas que el ministro de Economía no logró disipar. La candidatura presidencial de Massa está en veremos.
En el juicio político contra la Corte, la tríada gobernante no busca el cambio sino el perjuicio. El medio es el mensaje: no persigue un objetivo sino la persecución.
El gravísimo desacato del Presidente a un fallo de la Corte replica la fallida estrategia judicial de la vice. Y anticipa lo que le puede esperar tras su mandato: fatigar pasillos de tribunales.
El Frente de Todos propone una disociación con la realidad como última apuesta para superar el fracaso del experimento Alberto Fernández. El mecanismo no sólo afecta a su espacio político, sino al sistema institucional.
El kirchnerismo quiere derogar las Paso porque está dividido, pero también porque puede fragmentar a la oposición. El tratamiento del Presupuesto fue una muestra de la fragilidad de las coaliciones.
Georgieva expresó que la sociedad argentina espera que el Gobierno “se tome en serio el control de la inflación”. Demanda que podría oírse en cualquier rincón del país.
Lula hace y dice cosas para recuperar el gobierno que perdió en manos de Bolsonaro. Cristina hace y dice cosas para que no se le escape el gobierno que reconquistó.
Cristina relanzó su ofensiva contra la Justicia. Impulsó un proyecto sin acuerdo para reformar la Corte Suprema. Hizo un alegato político para defenderse. Y acusó a los jueces por el atentado en su contra.
Todavía no ajustó el déficit fiscal, pero consiguió que el Banco Central pague fortunas por la deuda en pesos. De todos modos, la expectativa que generó al comienzo ya provocó fisuras en la oposición.
Cristina Kirchner quedó expuesta a la crisis. La salida de Guzmán aceleró los problemas que venía incubando. Pero no sólo los mercados están devaluando el liderazgo de la vice.
La dimisión del ministro de Economía abre un escenario de mayor incertidumbre. El peronismo resignó otra vez ante Cristina el liderazgo de las ideas. Una coalición que no gobierna y profundiza la crisis.
Son dos velocidades diferentes: mientras Alberto todavía no entiende el triunfo de 2019, Cristina se prepara para la derrota de 2023.
Tratando de explicar en Europa la realidad argentina, el presidente Alberto Fernández cometió una serie de errores memorables.
Cristina está sembrando un campo minado en el núcleo restante de la legitimidad presidencial.
La dificultad para encontrar el centro ideológico, instrumental y discursivo es la que desconcierta a las fuerzas que pretenden mantener a distancia la turbulencia emergente a la derecha, y al mismo tiempo denunciar la fuga impostada de Cristina hacia la izquierda.
Esta vez la épica cristinista contra la Corte Suprema viene tornasolada con el pánico oficialista por la tobillera electrónica.
Juntos por el Cambio consiguió todos sus objetivos: sostener la gobernabilidad que el oficialismo puso en duda, votar en unidad y consolidar su imagen de conducción alternativa para 2023.
La crisis de Gobierno puede ser más grave para la vicepresidenta que su complicación judicial.
Para Alberto Fernández la política exterior se restringe al ejercicio del guiño. Adulación de ultramar. Mezcla de mendicidad y canchereo.
“Creo que por ahí nos estaba enseñando algo”, decía pensativo. Máximo Kirchner le habló por primera vez al público nacional en una película filmada en homenaje a su padre. Aparecía recordando tímidamente que, cuando era niño, Néstor Kirchner pasaba rompiendo todo cada vez que lo veía jugar con sus soldaditos.
El Gobierno celebró su triunfo en el Congreso con una sensación agónica de alivio. Torpeza o conspiración.
Cristina parece desbordada por la aceleración de la crisis; sabe de la necesidad de acordar con el FMI, pero está sin votos para hacerlo sin costos.
En el mismo año en que condujo al PJ unido a la derrota electoral más contundente de su historia, Cristina obtuvo la mayor cantidad de beneficios en términos de impunidad personal.
El Gobierno orienta su campaña a legitimar una nueva cesación de pagos de la deuda con el Fondo Monetario Internacional.
El punto de quiebre la realidad que demanda acuerdos y el gobierno que ensueña hegemonía, se debe fundamentalmente a las urgencias judiciales de la principal dirigente oficialista.
La sociedad argentina que cambió con la pandemia habló por primera vez en las elecciones primarias y el Gobierno nacional respondió desde las vísceras. Cristina Kirchner le impuso a Alberto Fernández tres cosas: un destino de presidencia asintomática; un gabinete que oficie como surtidor de déficit; una campaña descentralizada en los jefes territoriales.
Cristina Kirchner se ha replegado para ver si el nuevo experimento funciona para recuperar terreno en las elecciones.
El Gobierno tropezó con sus mentiras y se impuso la realidad.
El electorado eligió transformar la indignación en voto. Una mayoría contundente decidió darle a la política una dosis de legitimidad renovada, para ver si así puede enfrentar la crisis.
La apuesta central de Cristina es pasar rápido el trance de las primarias y que luego el clima social mejore.
Para el mediano plazo, el oficialismo prepara el terreno para el día después de la elección. Cuando deberá hacerse cargo -en la victoria o en la derrota- del ajuste por el sinceramiento de las variables económicas y vencimientos con el FMI.
Las elecciones, sin inmunidad colectiva y con la inflación de la vieja normalidad.
Al resucitar las Paso, Juntos por el Cambio sinceró su crisis interna: no logra procesar sus diferencias sin fiscalización estatal.
Ni siquiera aquella cifra de 100.000 muertes, que conmueve por su gravísimo impacto humanitario, provocó un esbozo de autocrítica oficial por el fracaso de la estrategia sanitaria.
La sensatez le aconsejaría a Cristina cesar con los delirios persecutorios, acordar con sus adversarios, diseñar un paraguas de contención sistémica, amortiguar los crujidos de una crisis cuyo agravamiento puede ser irreversible.
La convicción republicana se equivocaría si pretende bascular, indecisa y mezquina, equidistando en el centro imaginario y desertor.
La escasa popularidad del Presidente instala el 2023 en el oficialismo.
Si fuese por el clima social que registran las encuestas, los resultados de noviembre ya estarían definidos. El sondeo de la Universidad de San Andrés reveló que sólo un 11% de los encuestados está conforme con la marcha del país.
Entre contagios e inflación, la vicepresidenta de la Nación avanza sobre la Justicia.
Los dos lóbulos de la macrocefalia argentina, en disputa por el futuro de todo el territorio nacional.
Nunca amaneció el campamento estudiantil y solidario que esperaba el kirchnerismo como resultado de la crisis final del capitalismo. Algo de lo que se convenció a sí mismo cuando el sistema económico global se preguntaba cómo se las arreglaría frente al parate mundial.