Roberto García
El titular de Economía pasó de aquel cariñoso diminutivo al mustio bautismo original. "Sergito" prometía una inflación de 4 y "Sergio" terminó a los tumbos navegando entre el 6 y el 7.
Ejemplo de cabal demócrata: Alberto Fernández. Como Presidente, ansía la reelección y, al mismo tiempo, tolera y asimila que varios de sus adláteres ministeriales aspiren a la misma candidatura. Ni los discute como rivales, como si fuera una competencia libre. Nunca visto este fenómeno modélico, irregular y asombroso, inhallable en otros gobiernos y en otros países.
Quizás haya que esperar hasta mayo para que el expresidente formalice su dimisión anunciada. Se complica la situación de los herederos, de Rodríguez Larreta a Alberto Fernández.
Raro país: en casi todo el territorio, los gobernadores –inclusive los intendentes– se pueden hacer reelegir, gozan de cierta paz y respaldo a sus gestiones, mientras en el orden nacional los dos grandes bloques políticos están en crisis, prometiendo más guerra que en Ucrania, navegando en una tempestad económica. Por supuesto, ninguno tiene asegurada la Presidencia, menos la candidatura. No convencen.
La vicepresidenta elogia el desarme de la "bomba" financiera anticipada y se prepara para arrancarle la piel (discursivamente) al jefe de Estado.
Tapan un agujero, queda otro al descubierto: se confirma la designación de un cuarteto para manejar la política exterior de Cambiemos que parece encubrir una operación adicional. Siempre y cuando, claro, gane Horacio Rodríguez Larreta la elección presidencial de este año.
Macri vapulea a Larreta alentando otros candidatos. Por ejemplo, a Patricia Bullrich. Si uno mira bajo el agua, supone que otros intereses separan a esos dos hombres del PRO.
“Sería bueno para la Argentina que este muchacho llegara a ser presidente”. La anticipatoria frase se le atribuye desde hace unos años al papa Francisco y la desparramó un visitante al Sumo Pontífice. Se refería Bergoglio a Juan Grabois, uno de los dos candidatos que esta semana se ha lanzado a ocupar la Casa Rosada desde el 10 de diciembre (el otro, Horacio Rodríguez Larreta).
Solo los radicales de la vieja guardia parecen indignados con la presencia de Cecilia Moreau en la cabecera del Partido Justicialista. Impensable aún para aquellos que pregonaron el “tercer movimiento histórico”.
Se ha vuelto un impertinente dolor de cabeza el mandatario para su Vice, se ejercita para complicarle la autoridad. Además de no incidir en la Justicia por las causas de Cristina, según ella se queja, ahora la martiriza corrigiéndole decisiones.
Faltan 60 días, un plazo fijo. Para entonces se modificará el peso actual de las grandes figuras políticas. Unos dejarán de ser lo que son, otros serán protagonistas del segundo acto.
Incluso hasta aquellos que reniegan de su poder. Con su renovado espíritu combativo, busca unificar el mensaje de Cambiemos a favor de un sinceramiento público de la situación económica, lo que podría inducir a una crisis. Mejor ahora que después.
Crece el temor en el oficialismo. A pesar de que casi siempre gana en la provincia de Buenos Aires y que, de acuerdo al vulgar criterio de que es la “madre de todas las batallas”, esa favorable alternativa le alcanza luego para llegar a la Casa Rosada.
Candidaturas, cargos y repartos son parte de una cumbre que tendrá el discordante trío Macri, Rodríguez Larreta y Bullrich. Pero circula otro tema más entretenido como lectura de verano que las ambiciones políticas a reunirse: la separación de Vargas Llosa de Isabel Preysler.
Primera alerta: 12 de febrero, La Pampa, convertida en playa de entrenamiento electoral por la realización de las primeras PASO del país. Comienza el vértigo de los anticipos comiciales y aterrizan en esa tierra los cabezudos partidarios de los dos bloques competitivos por la presidencia. Como si La Pampa fuera un lugar de veraneo.
Esta semana, en la reunión de la Celac, la cuestionada comandita política de Maduro, Díaz Canel, Lula, Petro y el dúo Alberto-Cristina Fernández le rendirá tributo político a “nuestros hermanos mayores” (China y Rusia). Parte de un show con apelaciones contra el “lawfare” personal, sea el de Lula o el de la vice argentina, como si una corporación judicial e internacional se conjugara en las alturas para condenar a caudillos de la región, todos de un mismo signo.
Quedan pendientes dos intrigas mayores para el 2023: 1): los legionarios kirchneristas imaginan inundar las calles con gente alborotada. 2): una fuerte división en Cambiemos -al margen de las candidaturas.
Los planteos de la cristinista Fernanda Raverta contra Alberto Fernández y el desaire de Mauricio Macri a Horacio Rodríguez Larreta marcan la previa del año electoral.
Ningún profesional del rubro habla de una base menor a los 100 millones de dólares para ese emprendimiento. Sea prestado o regalado, no se observan otros aspirantes para conseguir esas sumas.
Los jugadores decidieron no ir a saludar a Alberto Fernández en Casa Rosada y resultó una tarea imposible controlar 4 millones de almas en las calles porteñas.
Primera sorpresa: la presencia de Jorge Macri en un acto prefabricado de Horacio Rodríguez Larreta, solo con dilectos militantes de la Municipalidad. Para algunos, un gesto protocolar, de buena voluntad. Otros, más especuladores, afirman que es una señal de concordancia entre su primo Mauricio y el jefe de Gobierno, en riña desde hace tiempo y ahora cultivando una interesada convivencia.
Massa ya le reclamó a la Vice, que está con la nueva fase del "renunciamiento a lo Evita", que lo habilite para postularse en el 2023. Lo cierto es que nunca estuvieron tan juntos los dos, al menos sus intereses.
Tal vez Cristina no ha sido una abogada tan “exitosa” como presume. A menos que considere no merecer ni una mácula por haber sido elegida en las urnas y, curiosamente, pertenecer a una actividad política que se destaca por la apariencia animal print, esa costumbre mundial por llevar una piel con más manchas que una tigresa.
Cristina, como réplica a la maldita Justicia que la persigue, objetó un reciente viaje de jueces, fiscales y funcionarios. Pero se olvida de que ella misma y su marido tuvieron prácticas semejantes con el mismo grupo mediático.
Aburrido y recurrente se vuelve citar una frase de Churchill sobre la democracia pronunciada hace 75 años. Algo así como “es el peor sistema de gobierno, con excepción de todos los que se han intentado”. En forma unánime se acepta esa definición olvidando una exigencia complementaria: el ejercicio requiere de una mejoría constante, perpetua, ese criterio estaba implícito en la opinión del autor británico.
Hay dudas sobre los equipos económicos del PRO. Rodríguez Larreta se apuró a lanzarlos. Mauricio Macri tiene otro nombre en su cabeza.
Destaca Sergio Massa como un ilusionista criado en la escuela de Merlín, defensor del castillo de Camelot, dueño de la espada Excalibur y en busca del Santo Grial, un cáliz de oro que le resuelva todas las penas.
Especial desafío para quien gobierna la provincia: Cristina. Su distancia con Berni no la obligó a separarlo del gobierno de Kicillof.
Entre los vivos/vivas, también entre los que no están, la viuda de Kirchner es la mujer/hombre que más tiempo ha pernoctado en la residencia de Olivos. Supera a todos y a todes, a Menem inclusive. Récord. Se comprende la voluntad femenina de regresar a su lugar en el mundo, también significa ingresar al Guinness. Por aclamación, si puede, con cuarenta millones de argentinos cantando “Cristina Presidente”.
La relación Bullrich-Milei es fraternal: una pareja amparada en una causa común - Por Roberto García
Patricia Bullrich cree que hoy sería elegida Presidente, pero se angustia porque aún falta un año para las elecciones. Ella se vincula mejor con el economista que con el resto de su propia comunidad partidaria. Ambos aborrecen a la misma persona: Horacio Rodríguez Larreta.
Siguen el ritual: no se hablan, prefieren la odiosa distancia, incomunicados y en operaciones tenebrosas. Como esta semana: uno afuera, soñando con el Nobel de la Paz, la otra adentro, hilvanando un discurso para el Día de la Militancia, recordatorio más de sí misma como empoderada de esa función.
Son varias la suma de nudos a desatar en el PRO por la intangible Virgen Desatanudos. El partido que fundó Mauricio Macri, tan cerca del divorcio y en calurosa efervescencia por la ambición individual de sus capitostes.
Próxima cumbre del zoom en la cúpula del PRO y algún socio cercano para bajar la temperatura de la interna. Marcha con papas fritas el servicio y bajo la inspiración del mítico DT Carlos Salvador Bilardo, quien le exigía a sus jugadores: “Por favor, muchachos, pásenle la pelota a los amarillos, que son los nuestros. No a los otros. Miren que, si se la pasan a los otros, vamos a perder”. Máxima obvia frente a los feroces cruces entre la dama de hierro del subdesarrollo, Patricia Bullrich, y su rival por la candidatura presidencial Horacio Rodríguez Larreta, por no incluir en las escaramuzas de feria a otros postulantes y figurones.
Cristina Kirchner se disgustó con una sugerencia de Lula. Fue el inicio de una escaramuza entre ambos, nunca zanjada. También entró en conflicto con su hijo, a quien se le ocurrió decir que ella no iba a ser candidata en 2023.
Peculiar fenómeno político: en el oficialismo nadie quiere ser presidente y, en la oposición, todos mueren por llegar a la Casa Rosada. Dilema entre el querer y el poder.
De repente, Alberto F descubrió la ventaja de oponerse a CFK. Rinde esa actitud, dentro y fuera de su gobierno. Este tardío gesto de independencia proviene de quien, al borde de la inmolación, debió apelar al señor de los “milagros imposibles” para revertir su propia suerte. Como se sabe, ese santo inalcanzable es Judas, el apóstol de las traiciones y denarios. Casi de mal gusto el elegido, aunque le viene al dedillo esa invocación al peronismo que nunca cesa de pregonar “lealtades” como si fuera necesario recordarlas porque no se cumplen.
Larreta, con renovada asesoría de Duran Barba, se endurece, pero Macri elige a Patricia Bullrich, su preferida, de cara al 2023.
Doble incógnita. Persiste la duda sobre la convocatoria o no de las PASO y, menos meneada, es la vacilación para llamar o no a un adelantamiento de los comicios debido a una crisis indominable de la economía. Múltiples argumentos en uno u otro sentido, los dos recursos se analizan en los laboratorios partidarios.
El nuevo y apresurado maquillaje ministerial, de dudosa calidad por carecer de make up importados, revela grietas inocultables del rostro albertista, imposibles de tapar hasta por las tres mujeres incorporadas. Insuficientes Kelly Olmos, Tolosa Paz y Ayelen Mazzina. Basta ver el registro de fisuras:
Tiempo tormentoso, cielo negro. Inesperado fenómeno de violencia en la cancha de Gimnasia de Esgrima de La Plata. Nadie pensaba que una crisis en el Gobierno -en dos, hay que incluir al provincial- se iba a desatar por un partido de fútbol. Ni que fuera una batalla como en dos países centroamericanos (Honduras y El Salvador). En todo caso, los índices de inflación, pobreza o caída salarial podían provocar rebeliones sociales, económicas, nunca el ingreso popular a un estadio. Error de los teóricos de la revolución.
En su nuevo libro que sale el 18 de este mes, el ex mandatario hace elogio del "no" rememorando tres situaciones personales cuando se negó en temas como Cromagnon, Riquelme y Maradona.
Quien los veía salir del country en la noche de hace dos domingos, después de comer un asado, imaginaba que la relación era floreciente, cordial. Pero en 15 días se derrumbó esa impresión. Por la señal de un alto funcionario, el designado economista Gabriel Rubinstein, quien fulminó a la ya lejana administración kirchnerista como responsable de cuanto desastre atraviesa la Argentina. Una provocación inesperada de quien jura responder al mando del ministro de Economía, el anfitrión de la comilona, Sergio Massa.
Si el domingo Lula se consagra en Brasil, habrá fiesta doble. En Olivos y en la Recoleta, cada barrio por su cuenta. Alberto en un lado, Cristina en otro.
Se volvió un experto en movilidad declarativa. Alberto cambia, sin prejuicios ni rubores, de una confesión a otra, salta de preservar las PASO a la posibilidad de suspenderlas. Desconocía lo que traman gobernadores como Schiaretti, Perotti, el massismo y en alguna medida Cristina: carece de información, además de convicción. Y hasta su colorida traductora repite ese arte engañoso.
Debe tener una grandiosa fotocopiadora el embajador Jorge Argüello. Le vendió al Presidente y al ministro de Economía un itinerario igual, paradas semejantes y los mismos resultados.
Casi termina a las trompadas. No hubo pelea merced a la diferencia de peso entre los posibles contrincantes. El basilisco senador del PRO, José Torello, un fornido ex rugbier, quiso trompear a un interlocutor cercano, el mismo al que le confió entretelones de su cita en la Cámara alta con Cristina Fernández de Kirchner el 11 de julio pasado. Pero contuvo el puño por exceso de fuerza, se conformó con un inventario de insultos reprochándole a su amigo falta de reserva por contarle a un respetado columnista parte de la entrevista. Como si el indiscreto no hubiera sido él, olvidando que siempre el minuto de fama tiene un precio.
El mundo Macri se volvió efervescente, pero un punto sobresale con nitidez: la reunión de Torello con la Vicepresidente.
Quedaron cuatro candidatos en el oficialismo: Sergio Massa, Cristina de Kirchner, Wado de Pedro y Daniel Scioli. Sorprendió a muchos el último raid del ministro: en un mes, desde Economía, pasó del fondo de la tabla a soñar con la postulación presidencial. Hazaña de equipo chico, finalmente es de Tigre.
Ya el último lunes estaba concluido el posible misterio del fallido atentado a la Vicepresidente de la Nación. Pronto pasará a juicio según la instrucción de la jueza María Eugenia Capuchetti.
Estalló un asombroso fenómeno desde que el fiscal Luciani alegó contra la corrupción de Cristina Fernández: se aceleró el proceso político de la Argentina hacia 2023. Casi una anticipación. Y se empezaron a borronear alternativas: adelantamiento electoral, eventual suspensión de las primarias (PASO). Pocos días después, ese cambiante escenario se trastornó con exagerada velocidad por el intento criminal contra la vicepresidenta, desatando un vértigo violento: la viuda de Kirchner pasó de culpable judicial a víctima de un magnicidio, estrella única de los titulares.