Sergio Crivelli
A las puertas del 2 de abril es oportuno recordar que las malvinizaciones pueden tener un éxito transitorio, pero rara vez terminan bien. El intento del gobierno de capitalizar políticamente la irrupción del coronavirus está derivando en conflictos evitables y riesgosos.
El presidente dijo que, puesto a elegir entre la economía y la vida, él elegía la vida. Pero si no se quiere que el remedio mate al paciente, ambas crisis deben ser atacadas de manera simultánea.
El gobierno adoptó dos estrategias para enfrentar el coronavirus: confinamiento duro y asistencia económica a los sectores más pobres que en Argentina rondan el 35%. Con la primera se buscó cortar la circulación del virus; con la segunda, mitigar la pérdida de ingresos por el brusco freno de la actividad.
El presidente asumió con una debilidad congénita, el patronazgo político de su vice. Pero la crisis sanitaria le abre una chance sorpresiva para generar un liderazgo individual y autónomo.
Con o sin coronavirus el gobierno tiene clara la idea de a quién beneficiar en el manejo de una economía como la actual, de mera subsistencia.
El gobierno tiene dos jefaturas políticas: la del presidente y la de la vice. Alberto Fernández tiene una agenda económica que no avanza, CFK, una judicial que lo hace a velocidad de crucero.
El papa Francisco opina que el dinero es el `estiércol del diablo' y organiza en el Vaticano reuniones con burócratas internacionales y economistas para combatir el neoliberalismo y la globalización. Se trata de una tradicional y conocida posición de un sector de la Iglesia contra los banqueros y la usura.
Enredado en una negociación de la deuda que no avanza, en el intento de liberar presos "K" y en la promoción del aborto el presidente sigue sin dar señales sobre la salida de la crisis.
Se le reprocha al Gobierno no haber presentado un programa económico. No se trata de un reproche injustificado, porque los agentes económicos están en pausa a la espera de qué hará el Estado.
Se esperaban de Alberto Fernández precisiones sobre el programa económico que desarrollará en su mandato, pero, previsiblemente, no hubo ninguna novedad en esa delicada materia. En el mensaje a la Asamblea Legislativa predominaron en su lugar paradojas y expresiones de deseos.
Reaparición del déficit fiscal, caída de la actividad, alza del dólar y otros índices económicos negativos emergieron la semana última. Entretanto la deuda monopoliza todas las energías de Guzmán.
Hasta no hace mucho se tomaban como referencia los primeros 100 días de los gobiernos para anticipar su futuro. La cifra alude a la arrolladora contraofensiva de Napoléon desde su regreso del exilio hasta su derrota definitiva en Waterloo.
La presentación de Martín Guzmán en el Congreso fue desoladora. No encontró hasta ahora ninguna solución para la crisis, que es lo que se suele reclamar a los gobiernos, y además agregó problemas. El más obvio es el del default, que antes de agosto pasado no estaba en la agenda.
El presidente tiene dos frentes abiertos. Con los acreedores le fue mal. Sufrió además la interferencia de CFK que hostigó al FMI del que esperaba apoyo para poder reperfilar la deuda.
Estela de Carlotto: “Alberto (Fernández) nos pidió que no digamos que su gobierno tiene presos políticos. Hay voces más sabias que dicen que sí hay presos políticos”
Fernández dice tener un plan económico, pero que lo oculta para no dar ventaja a los bonistas en la negociación de la deuda. Lo que demora en anunciar es, en realidad, la poda al gasto social
En sus primeras semanas de gestión el nuevo gobierno puso en evidencia que carece de plan económico, de estrategia internacional y de política social. Todo esto no aparece en la agenda pública porque también carece de oposición.
Antes de estudiar cualquier propuesta quieren ver un plan con superávit fiscal que permita al país afrontar los pagos futuros. Kicillof amaga y retrocede. Para el FMI hay "incertidumbre"
Alberto Fernández ha convertido la deuda en el primer punto de su agenda y en la clave sobre su futuro, pero el que tomó la delantera en la materia fue Axel Kicillof, creación política de Cristina Kirchner.
Mientras el presidente trataba en Israel de lograr apoyos para la renegociación de la deuda, el tironeo iniciado por Kicillof con los bonistas disparó el riesgo país y despertó al dólar
La experiencia de los últimos 35 años demuestra que los gobiernos peronistas se derrumban por el hartazgo general después de aproximadamente una década en el poder; jamás por acción de la dirigencia opositora.
Los cristinistas duros, Bonafini, Sala, de Pedro cruzaron al presidente por los presos por corrupción. Dudas sobre si el anuncio de default de Buenos Aires fue acordado con la Nación.
Tras un mes de gestión no quedan demasiadas incógnitas sobre la dirección que tomará la economía bajo Alberto Fernández.
El duro ajuste fiscal elogiado por el FMI y la mejicanización de la relación con Venezuela son las dos principales decisiones que apuntan a un acuerdo con los acreedores antes de abril.
Marchas y contramarchas, un sistema de decisiones difuso y condicionamientos internos y externos fueron las características de las primeras cuatro semanas de la gestión Fernández.
Había planteado la posibilidad de un acuerdo corporativo para frenar la inflación, pero tomó medidas unilaterales de resultado incierto. Paga todo el costo político y no tiene luna de miel.
El grupo Carta Abierta salió a defender el régimen represivo de Nicolás Maduro mientras su referente político, Cristina Kirchner, guardaba silencio sobre la tragedia venezolana
Los tiempos serán tormentosos pero tienen un mérito: muestran a la sociedad como es, sin maquillaje. Los grandes empresarios arrepintiéndose de las coimas que pagaron para que los políticos les ataran la vaca. Los valijeros (ahora bolseros) presos en Ezeiza.
El debate en el Senado del proyecto de legalización del aborto expone con claridad su naturaleza política y la incapacidad del Poder Legislativo de mitigar el enfrenamiento entre las facciones enfrentadas. Además, de ser transformado en ley, significaría una clara derrota para la Iglesia y, en especial, para el papa Francisco.
Zaffaroni cultiva la propensión a escandalizar a sus objetores con declaraciones y a veces con fallos, pero en esta oportunidad les ha hecho un servicio, porque no es igual que exprese sus deseos de que Mauricio Macri se vaya en helicóptero una senil Hebe de Bonafini que lo haga alguien tenido por jurista famoso.
74 años después los líderes de gremios poderosos son en buena parte empresarios, poseen patrimonios imposibles de justificar y cobran "peajes" en las actividades que controlan, hecho denunciado por investigaciones judiciales en curso.
La detención de Milani debería ser otro estímulo para revisar una etapa nefasta de la que los políticos se declaran víctimas, pero en la que tuvieron una responsabilidad directa. Una buena ocasión para mirarse la cara en el espejo.
Fidel Castro no murió el viernes pasado. Ya lo había hecho por primera vez en la noche entre el 9 y el 10 de noviembre de 1989, cuando cayó el Muro de Berlín, se aceleró el colapso de la Unión Soviética y desapareció el bloque comunista del que había sido una pieza de cierto valor estratégico a comienzos de los ‘60.