Sergio Crivelli
A menos de sesenta días del cierre de las sesiones ordinarias y a menos de noventa del comienzo del año electoral el oficialismo no tomó todavía una decisión sobre las condiciones en que se harán las próximas presidenciales: si habrá o no PASO.
La inflación del 100% alimentó una violenta reacción sindical de izquierda y de piqueteros que amenazaron la producción y el orden público. CFK comenzó a tomar distancia de Massa
Hasta la salida de Martín Guzmán había un presidente que corría detrás de los problemas. Después de la salida de Guzmán continúa corriéndolos desde atrás, pero si los alcanza, no los puede resolver porque carece de poder. La sensación de anarquía que se está instalando obedece a esa percepción generalizada.
Cristina Kirchner, Alberto Fernández y Sergio Massa tienen intereses y objetivos diferentes, lo que deriva en una gestión inconexa y con pocas chances de encontrar una salida a la crisis.
Todas las encuestas, tanto oficialistas como opositoras, registran un humor social negativo, en particular respecto de la economía. Es récord la cantidad de argentinos que creen que la situación económica será igual o peor en el futuro.
La vice gira a la derecha. El ministro logra el apoyo de Biden frente al FMI. La “embajada” se convierte en una insólita meca kirchnerista. Dos fotos que dicen más que dos mil declaraciones
La elección del domingo en Marcos Juárez enseñó, en primer lugar, que la grieta entre peronismo y oposición se amplía; que un acuerdo entre dirigentes para continuar con el modelo que llevó a la presente crisis es inviable y que los responsables del desastre económico difícilmente puedan revertirlo. Un pacto con el peronismo sólo beneficiaría al peronismo que se ve fuera del poder el año próximo.
Cuando comenzaba a perder la batalla en Tribunales, Cristina Kirchner lanzó una furiosa contraofensiva que le permitió alinear al PJ y llenar la plaza para presionar a la Justicia.
Los disturbios frente a la casa de Cristina Kirchner se convirtieron en una prueba de temple que Horacio Rodríguez Larreta no superó. Debió mostrar decisión para preservar el orden público y responder a la barbarie con la policía, pero temeroso de aparecer como “represor” prefirió negociar con el kirchnerismo que, como era previsible, lo estafó.
El pedido 12 años de prisión a Cristina Kirchner por megacorrupción con la obra pública era previsible. No lo parece tanto el impacto que tendrá sobre el frágil gobierno del que es principal socia y que atraviesa una crisis económica de desenlace incierto.
Preocupado por la crisis que desencadenó el propio gobierno Marc Stanley propuso el armado de una coalición política sin CFK. Los frentes de tormenta que convergen sobre Sergio Massa
El gobierno del Frente de Todos ha derivado por obra de la crisis en una poliarquía en la que todos mandan menos el presidente y en la que todos obedecen cada vez menos, excepto el presidente, marginado del poder sin protestar.
El reemplazante de Batakis no tiene un plan de estabilización, ni de ajuste. Su objetivo es evitar un derrumbe antes de las PASO y fortalecerse como candidato. Por qué explotó Carrió
El ex diputado asumió con una escenografía presidencial, pero la falta de la “letra chica” de las medidas que prometió para enfrentar la crisis desalentó las expectativas iniciales.
Dos imágenes resumen el complejo presente de Cristina Kirchner. La del fiscal Diego Luciani enfervorizado acusándola de haber instalado una "extraordinaria matriz de corrupción" desde la Casa Rosada y la de ella con Sergio Massa, haciéndose cargo del último intento de enderezar una economía que naufraga.
Frente a una corrida del dólar imparable los presidentes de las cámaras del Congreso avanzaron sobre el control del Ejecutivo. Incertidumbre sobre el poder real del ministro de economía
No es por el Presidente, tampoco por la vice ni por Massa. No es por Batakis, ni por Guzmán. La crisis cambiaria mostró a todo el peronismo y a sus aliados piqueteros, empresarios o sindicales sin respuesta frente al agotamiento del `modelo' de las últimas dos décadas, surgido de la brutal devaluación duhaldista de 2002 y usufructuado por el kirchnerismo para mantenerse en el poder casi sin interrupción desde 2003. Un modelo populista basado en la captación del voto con prebendas a la clase media y al pobrerío que quebró al Estado y empobreció a la sociedad.
El dólar superó los 300 pesos, pero Alberto Fernández opina que lo que hace falta es una reforma judicial. Podría pensarse que perdió contacto con la realidad, pero lo que le ocurre es otra cosa: fue demolido por la vicepresidenta que demostró tener el poder real dentro del oficialismo y sobreactúa obediencia para sobrevivir. No soportó las andanadas y se sometió. Por eso cuando ve que el equipo de demolición apunta hacia otro objetivo festeja sumando su aporte. Son maltratos que se ahorra.
Sus ataques públicos a Fernández agravaron la crisis y sumaron al deterioro económico la pérdida de autoridad del presidente. Por eso abandonó las arengas y concurrió en secreto a Olivos
La flamante ministra de Economía, Silvina Batakis, anunció las primeras medidas de su plan el lunes y de inmediato surgieron dudas sobre su viabilidad. Ayer en el oficialismo del Congreso había escepticismo acerca de la suerte de la única iniciativa que requiere aprobación parlamentaria: la reforma de la Carta Orgánica del Banco Central.
Más allá de la sorpresa, más allá de la disparada del dólar y del pico inflacionario adicional que generará y más allá de la extinción política de Alberto Fernández, el reemplazo de Martín Guzmán por Silvina Batakis encierra por lo menos dos decisiones clave.
En un intento por despegarse de la desastrosa gestión económica la vicepresidenta le pidió al Presidente dos cosas: que usara la lapicera y que dejase de entregar dólares a los importadores, porque teme que el BCRA se quede sin reservas y se dispare una corrida cambiaria.
A Fernández le tocó la etapa crepuscular del modelo que Néstor Kirchner armó en 2003, pero que ya es imposible de financiar. En la oposición hay divergencias sobre cómo encarar la crisis
Episodios insólitos como el del avión venezolano-iraní aceleran el desgaste de Alberto Fernández. Pero el fracaso económico lo aísla y debilita políticamente, aumentando la incertidumbre
El nombramiento de Agustín Rossi al frente de los servicios de inteligencia produjo una nueva extravagancia de un gobierno experto en la materia: un jefe de los espías de alta exposición pública que inaugura sus funciones convirtiéndose en vocero del Presidente. Como si fuera el jefe de Gabinete - ¿dónde está Manzur? - Rossi dio apenas asumió una entrevista en la que bajó línea política y electoral en momentos en que Alberto Fernández atraviesa el peor tramo de su mandato.
El ministro de Economía tiene que mostrar rápido que controla la inflación. Si no, correrá la suerte del de Producción. La desconfianza derrumbó los bonos e hizo subir al dólar
El escándalo del gasoducto Néstor Kirchner no sólo se llevó al ministro de Producción y sumó otra investigación judicial de kirchneristas por corrupción en la obra pública; también modificó el escenario electoral para 2023 con la introducción de un nuevo protocandidato: Daniel Scioli.
El Gobierno fracasó y es irrecuperable, la oposición es poco atractiva y las figuras disruptivas (léase Milei) no tienen chances reales de llegar al poder. Sólo sirven para complicar un panorama que se ha convertido en un rompecabezas para consultores: ¿qué aconsejar a los candidatos? ¿Que presenten un plan económico concreto o prometan vaguedades? ¿Que aprovechen la grieta y polaricen o que privilegien el consenso? ¿Qué arremetan contra el populismo o eludan cuestionar una mentalidad que predomina en el 50% o más de la sociedad?
Abandonado por su vice, Alberto Fernández enfrenta una crisis que combina superinflación con falta de dólares. Su anemia de poder es proporcional al pesimismo económico que genera.
La inflación irreductible acelera el fin de un ciclo económico y asociado con esto, el de un ciclo político. A este ritmo para fin de año el aumento del costo de vida rondará el 80% anual.
Macri y CFK ganan protagonismo, porque el conflicto es entre modelos antagónicos y ellos son los que mejor los representan. Comparten también el mismo obstáculo: la alta imagen negativa
El Gobierno está paralizado, la oposición también, Cristina Kirchner, no. Tiene plan, estrategia, objetivo y nuevo enemigo. Esto último es indispensable para su concepción partisana de la política. Ni ella, ni Néstor Kirchner podían construir poder sin confrontar. Néstor conocía el oficio y elegía adversarios débiles. Por ejemplo, los militares octogenarios del Proceso. Su sucesora se equivocó y eligió a los combativos chacareros aportantes de dólares. El error le costó su primera derrota. Pero aprendió y ahora eligió uno impotente.
La vicepresidenta tiene bajo fuego nutrido al presidente y arma una agenda que complica la economía porque es electoral, no de gestión. La única estrategia común es aguantar hasta 2023.
Cristina Kirchner ataca a Guzmán. Los gobernadores del PJ viajan a Israel y los senadores nacionales a Tucumán. JxC: el “escrache” a Morales y la revancha de las “palomas” con Milei.
El Gobierno perdió las elecciones del año pasado lo que llevó a la ruptura entre Alberto Fernández y Cristina Kirchner, pero no a un cambio de rumbo. Ambos insisten con el modelo K que el año próximo cumplirá dos décadas.
Fernández y la vice tienen agendas distintas pero que coinciden en ignorar la crisis económica, disputarse la propiedad del “relato”, buscar chivos expiatorios y no aportar soluciones
Arrinconado por una economía cada vez más adversa (este miércoles se anunciará una inflación abrumadora) Alberto Fernández reaccionó en las últimas horas contra los seguidores de Cristina Kirchner que lo venían hostigando.
Fernández apostó a una mejora de las expectativas, algo que no ocurrió. Al contrario, la vice usó el entendimiento para abrir un segundo frente opositor. Continua el ajuste vía inflación
El presidente no tiene poder para echar al subsecretario de Energía o al vicecanciller. La vice no puede echar al ministro de Economía o al de Producción. Están empatados, se neutralizan. El resultado es la parálisis de gestión en plena crisis.
El presidente está paralizado. Su vice desarrolla una gestión paralela. Los gobernadores creen que ella ya no les suma. Revolviendo en el baúl de disfraces Massa encontró a Morales.
El Gobierno fracasó y su futuro será la consecuencia lógica del actual desastre. El Presidente anda a los tumbos y su vice trata de hacer control de daños, alejándose de su malograda criatura.
Su plan de ajuste fracturó al oficialismo y cohesionó a la oposición. Al rechazarlo los legisladores de Cristina Kirchner debilitaron a Fernández y generaron dudas sobre la gobernabilidad.
El acuerdo firmado por el gobierno con el FMI es más que un plan de ajuste. Puesto en perspectiva es en primer lugar el certificado de defunción del modelo que sostuvo al kirchnerismo en el poder desde 2003, porque ya no hay manera de financiar el gasto fuera de toda racionalidad en jubilaciones sin aportes, subsidios al consumo de energía que en 2021 costaron 11 mil millones de dólares y centenares de miles de “planeros” que integran el ejército electoral oficialista del conurbano.
Hizo un discurso en el Congreso en sintonía con el relato “K” y con ataques a Macri y la Corte. Pero pactó un ajuste con el FMI, cuyo costo político pagarán kirchneristas y peronistas por igual.
El largo discurso de Alberto Fernández a la Asamblea Legislativa tuvo un destinatario exclusivo: Cristina Kirchner. Diputados y senadores oficiaron de simples testigos. El presidente optó por apaciguar a quien lo llevó al poder y reniega en privado desde que él anunció en público que pensaba someterse al escrutinio del FMI.
El conflicto entre el presidente y la vice trabó el cierre de la negociación con el Fondo. La inoperancia enredó a Fernández en la tragedia correntina. Una política exterior extraviada.
Fernández firmará con el FMI un acuerdo como el de Macri. La inflación que generó va camino a superar la de Macri y el oficialismo se desgaja. Nada detiene las causas por corrupción.
La agenda del presidente se limita a comprometer en el ajuste al kirchnerismo y a la oposición. Se desentendió de la gestión de problemas prioritarios como la inflación y la inseguridad.
A la hora de pagar el costo político que involucra la toma de decisiones, el peronismo se ha dividido en dos bandos, el de la Vice y el del Presidente, que se mandan mensajes por los medios con alegatos insólitos, verdaderas cumbres de surrealismo.
El presidente llegó a un entendimiento provisorio con el Fondo. Evitó la cesación de pagos en medio de la presión del mercado y de CFK. ¿La auditoría externa significa el fin del ciclo K?