Domingo, 21 Mayo 2023 13:17

La anarquía de Javier Milei despista a propios y extraños - Por Alejandro Cancelare

Escrito por Alejandro Cancelare

Javier Milei es extraño. No solo a veces aparece como intolerante, sino que transforma a su propia expresión política en un mar de desconfianza. Nadie puede definir nada, y si lo hace, puede ser desautorizado inmediatamente por más que ofrezca una solución brillante. Temor por los "trepadores".

“Javier Milei es muy inestable. Es difícil que alguien con experiencia y algo de prestigio en la política se ponga al frente como candidato a gobernador", le dijo, hace quince días, uno de los pocos referentes políticos que hablan con cierta frecuencia con él. 

"Nunca sabes con qué te va a salir. Te vas con una certeza, pero el que viene después que vos los hace cambiar de opinión y de nuevo a empezar", fue la conclusión a la que llegó MDZ luego de hablar con tres dirigentes de los que dicen estar al tanto de cada negociación. "Todos estamos esperando. Es una locura, como su jefe", asintió uno de los más experimentados armadores partidarios que, seguramente, será de la partida del armado final del libertario.

Sus referentes, que en cualquier lugar representarían una capitanía en este sistema de conducción, no alcanzan a determinar hasta dónde pueden llegar y hasta donde no en los compromisos y en las estrategias. Si no, preguntarle a Sebastián Pareja, que pasó de gran armador provincial y hasta precandidato a gobernador a no saber qué será de su futuro en esta desorganización. "El lunes habrá novedades", advierten.

A pesar de esto, oficialismo y oposición reconocen su valor en las próximas elecciones. Quien primero lo advirtió, aparte de Mauricio Macri y Joaquín De la Torre, fue Diego Valenzuela quien a principio de año, en un off con una decena de periodistas, había hablado muy bien del economista como un "distinto", algo que siempre vale doble ante una clase política diseñada para administrar lo que tiene.

El Frente de Todos, que se entusiasmó con la llegada del anarco liberal Milei, un carbónico de Donald Trump y Boris Johnson, con algunas ideas similares a los líderes latinoamericanos que no creen en la división de poderes, ahora está más que preocupado por su posicionamiento en todo el conurbano.

Los nuevos votantes nacidos en las zonas más postergadas del Gran Buenos Aires no piensan ni sienten como sus padres, a los que ven postergados desde hace décadas. Sin analizar si la culpa fue del peronismo o el antiperonismo, de Macri, la deuda o de Cristina, estos jóvenes, cuya única salida es Ezeiza o la esquina distribuyendo sustancias, quieren ser más rebeldes que sus antecesores y votar al libertario que promete dinamitar todo el sistema.

No habla de Seguridad. Javier Milei dice que todos podemos portar armas. No discute de Justicia. La libertad avanza hasta lugares insondables, inclusive, en la resolución de los conflictos domésticos. El Estado, padre de los más elevados padecimientos de la sociedad, debe minimizarse al límite. Pero ¿cuál es el límite?

Así y todo, los dos frentes más poderosos quieren saber qué va a hacer él. Acostumbrados a otras épocas, donde los oficialismos ponían candidatos en cada localidad como representante de las terceras fuerzas, ahora padecen de un interlocutor que los conduzca y los ponga alguna condición o regla previa.

Ramiro Marra, el legislador porteño, inició el armado y escuchó a intendentes y operadores del frentetodismo y de Juntos por el Cambio para saber cuál eran los planes de Javier Milei y en qué podían ayudarlos. Les proponían financiamiento, fiscalización y paz territorial a cambio de que le permitieran colocar un par de candidatos en las listas bonaerenses.

Meses después se supo del conflicto que enfrentó a Marra con Carlos Kikuchi, el “Chino”, un especialista en hurgar por los túneles más estrechos de la política y que consiguió la mayor confianza que alguien pudo tener con Karina Milei, la influyente hermana del candidato presidencial.

Entonces, lo hablado con Marra pasó a foja 0. De nuevo a empezar. Kikuchi se encargaría de todo. De lo nacional y de lo provincial. Así empezó este decisivo año electoral, en la que el crecimiento de Milei en las encuestas hizo desbordar todo lo precedente. Lúmpenes, antiguos armadores duhaldistas, menemistas, del PRO o filo radicales se fueron acercando con las típicas promesas de campaña y autopercibiéndose como los mejores conocedores de los territorios en los que militaban. Nada funcionó.

Por eso sigue el desconcierto, ahora basado en que si Axel Kicillof desdobla o no las elecciones provinciales. En caso de que el gobernador tome esta decisión, las expectativas de los dirigentes territoriales que empezaron a pintar paredes y pegar carteles, se verán relegadas hasta nuevo aviso y, tal vez, indefinidamente.

Los intendentes, que en su momento han sabido conciliar intereses con los “disruptivos” como Aldo Rico, Luis Abelardo Patti o el propio Francisco De Narváez, ahora están desconcertados. Creen tener un principio de acuerdo, pero luego, el teléfono al que suelen llamar tarda en devolver el mensaje y, cuando lo hacen, exponen más dudas que certezas. Traducidos. No saben si la persona con la que negocian están en condiciones de mantener lo pactado.

Un caso típico es lo que sucede, cuando no, es General San Martín, en el límite noroeste de la Ciudad de Buenos Aires. Desde hace un año las paredes aparecen pintadas y empapeladas con el nombre de Marcelo, que se hace llamar Ballester, cuando su apellido real es Gil. Pero no es nada de eso. Es más que audaz y, quizás, con el escudo del libertario esconda, también, la instalación de una marca para el desarrollo de su propia actividad personal, desconocida por la mayoría de los habitantes del distrito.

Alejandro Cancelare

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