Domingo, 17 Julio 2022 04:59

Mirar la inflación de junio es como mirar el universo con el telescopio Webb - Por Enrique Szewach

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Los datos del mes pasado reflejan una situación que ya no existe, sino que se agravó con las últimas medidas del Gobierno 

La tasa de inflación en la Argentina, medida con la variación de los precios al consumidor fue durante el mes de junio de 5,3%. 

Pero mirar la tasa de inflación de junio, equivale a mirar las galaxias del universo con el telescopio Webb. Lo que vemos gracias a ese extraordinario artefacto, en realidad, es la imagen de algo sucedido hace millones de años y que ahora ya no es igual. De la misma manera, y salvando los años luz de distancia, la tasa de inflación de junio refleja un régimen inflacionario en la Argentina, que ya no está, el que tenemos ahora, ya no es igual.

Me explico. Cada vez que la tasa de inflación salta un escalón, o se acelera, implica que está cambiando el régimen inflacionario en que está inmerso la Argentina desde la salida de la convertibilidad.

Sin espacio aquí para hacer historia, lo relevante para esta nota es que a partir del 2007 y hasta el primer trimestre del 2018, bien medida, la tasa de inflación se estacionó en un intervalo del 1-2% mensual, con algunos picos por arriba y algunos valles por debajo.

Ese intervalo fue producto de encontrar, transitoriamente, instrumentos para financiar el gasto público sin tener que abusar de la emisión monetaria del Banco Central; de mantener controlada la variación de algunos precios clave, y de contar con reservas de dólares suficientes para intervenir en el mercado de cambios y evitar saltos bruscos en el precio del dólar.

El kirchnerismo recurrió al congelamiento de los precios de los servicios públicos y al control de otros precios, a la expropiación de los fondos de pensión, al cepo cambiario y a rifar las reservas del Banco Central, mientras el default de parte de la deuda pública reducía transitoriamente el déficit financiero.

El gobierno del presidente Macri, por su parte, tuvo que lidiar con la actualización parcial de los precios de los servicios públicos, y otros precios retrasados, pero no pudo, no supo, no quiso, no lo dejaron, hacer una reforma profunda del sector público. Sin embargo, como logró normalizar las relaciones financieras con el exterior, pudo financiar el déficit fiscal con endeudamiento externo de corto plazo, en el marco de otro régimen monetario y cambiario.

Este largo período de inflaciones mensuales en torno a ese gap del 1-2% mensual, se vio bruscamente interrumpido cuando a principios del 2018 se cortó el acceso al endeudamiento externo y se recurrió a un acuerdo con el FMI, para evitar una nueva crisis de deuda.

Después del salto cambiario inflacionario derivado del diseño del primer acuerdo con el Fondo, que tuvo un pico superior al 6% mensual allá por septiembre del 2018, la política monetaria y cambiaria surgida del segundo acuerdo con el FMI, “reencauzó” la tasa de inflación en un nuevo intervalo, ahora, del 2-3% mensual, otra vez con algún pico estacional.

Hasta que el “miedo a Cristina”, resultado de las PASO de agosto del 2019 y el salto cambiario posterior, interrumpieron el programa con el Fondo, y se instaló un nuevo contexto inflacionario, en el escalón del 3-4% mensual, también con picos.

El gobierno del tercer kirchnerismo, producto de la política “desordenada” de compensación a las consecuencias de los confinamientos, y luego del intervalo pandémico, volvió, hacia finales del 2020, de nuevo al escalón del 3-4% mensual, con algún valle derivado del intento de cierta austeridad del primer semestre del 2021 (producto del susto por el dólar libre cercano a 200 pesos en octubre del 2020).

Después, ya el “plan platita”, la interna oficial en torno al acuerdo con el Fondo, y el propio acuerdo, que intentaba un cambio de precios relativos, con aumento “controlado” de la inflación, llevó el intervalo inflacionario al 4-5% mensual, nuevamente, con picos superiores.

La inflación de junio, entonces, se inscribe en la continuidad de esta ruta.

Pero sucede que, en junio, se interrumpió la posibilidad de recurrir al mercado local para renovar la deuda pública en pesos y financiar, colocando más deuda, el déficit fiscal y el pago de los intereses de esa deuda.

Si bien, como le conté en las últimas columnas, todo este mecanismo fantasioso de financiar gasto público en el mercado de capitales local termina en emisión, lo sucedido en junio, con el Banco Central corriendo a comprar los títulos que los privados vendían, y emitiendo más de un billón de pesos por ese concepto, aceleró el proceso y nos depositó en otro régimen monetario y cambiario y, en consecuencia, en otro régimen inflacionario.

Desde el punto de vista monetario, el Banco Central inauguró un nuevo esquema de tasas de interés y de contratos con las entidades financieras, para incentivarlos a comprar títulos públicos emitidos por el Tesoro, en lugar de deuda emitida por el Banco Central.

Desde el mercado de cambios, para evitar un salto en el precio del dólar, porque el Banco Central y el Ministerio de Economía se sienten “cómodos” con el valor del tipo de cambio oficial, y consideran que la falta actual de dólares es meramente transitoria y derivada de las importaciones de energía, se decidió profundizar aún más las restricciones a las importaciones.

Y aquí, disculpe que sea recurrente, está el error central de la política cambiaria.

Como mencionaba, las autoridades imputan el exceso de demanda de dólares en el mercado oficial, exclusivamente al problema de las importaciones de energía. Pero lo cierto es que el exceso de demanda en el mercado oficial surge del exceso de oferta de pesos y su contracara, la menor oferta de dólares de exportación.

Puesto de otra manera. Lo que gatilló durante junio es una exacerbación de la huida del peso, y el Banco Central, combatió esa huida del peso… emitiendo más pesos y luego intentó sacarlos del mercado colocando deuda.

Como hay cepo cambiario, los pesos están encarcelados, no se pueden fugar. Lo que sucede, entonces, es que se juega a la “mancha venenosa”. Todos se quieren sacar de encima los pesos y, por lo tanto, los que venden bienes y reciben pesos, o los que entregan dólares y reciben pesos (insisto, que con cepo y sin acceso a las reservas del Banco Central, los pesos cambian de mano, pero “no se van”) lo hacen a un precio mayor, subiendo el valor de los bienes y servicios, los precios de los dólares libres y la brecha cambiaria.

A mayor brecha cambiaria, los exportadores minimizan la oferta de bienes -la brecha actúa como una gigantesca retención al precio de las exportaciones- y todos los demás nos peleamos en la puerta de Reconquista 266 buscando dólares a precio oficial -la brecha actúa como un gigantesco subsidio a los bienes y servicios importados-.

Si la solución a este problema es emitir más pesos y acentuar el cepo, la solución agrava el problema.

No quiero complicar más esta cuestión con una reflexión técnica, pero me permito recordar, que el único que puede cambiar la cantidad de pesos en el sistema, es el Banco Central, y que colocar títulos del Tesoro, no tiene el mismo efecto monetario que colocar deuda del Banco Central.

De manera que cuando la autoridad monetaria diseña una política para que los bancos reemplacen deuda del Banco Central por deuda del Tesoro, al final del día está emitiendo pesos, y luego aumentando la deuda del Banco Central para sacarlos.

Este mecanismo, mientras haya cepo, no genera caída de depósitos en los bancos y, por lo tanto, no genera problemas para renovar la deuda del Banco Central. Pero sí presiona, como mencionara, sobre la brecha y los precios.

Y es esta “política económica” la que ha generado que el escalón de inflación del 4-5% mensual que regía hasta junio, haya saltado, como mínimo al de 5-6% mensual con ¿pico en julio, del 7%?

El desafío de los próximos meses, aunque parezca una barbaridad, es logar que luego del pico de julio, la tasa de inflación converja a ese nuevo estadío, del 5-6% mensual.

Me adelanto a decir que los anuncios de cierto control fiscal de caja y una reducción adicional de los subsidios al precio de la electricidad y el gas a los sectores de mayores ingresos, lucen, a mi modesto juicio, insuficientes. Y que, sin medidas adicionales, la escalera inflacionaria, puede convertirse, peligrosamente, en un ascensor.

Enrique Szewach

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