Domingo, 20 Agosto 2023 11:02

Sin ancla económica ni política, a la inflación sólo la para una menor actividad - Por Enrique Szewach

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La devaluación no estuvo acompañada de otras medidas fiscales o monetarias, por lo que el traslado a los precios fue casi instantáneo, preparando un nuevo escalón inflacionario de dos dígitos 

Como le anticipé desde esta columna en la larga noche del domingo, pasadas las PASO, la realidad económica se impone. 

La clave de esa realidad es la falta de dólares en el Banco Central y, por lo tanto, la imperiosa necesidad de que el Directorio del Fondo apruebe los desembolsos del organismo en su próxima reunión.

Y para que esos fondos sean girados y se puedan devolver los préstamos puentes recibidos, despejar los pagos al Fondo de los próximos meses, y, quizás, hacer operativo el segundo tramo de yuanes del swap con China para que las reservas sean menos negativas y se puedan atender las importaciones mínimas, eran y son necesarias, como expresaba el comunicado del Staff, “una secuencia de políticas”.

Esa secuencia incluyó el salto devaluatorio del lunes pasado, y no sabemos que otras cuestiones adicionales faltan.

Pero es, justamente, el desconocimiento de eventuales medidas complementarias, uno de los problemas más serios del corto plazo.

Me explico.

Como también le conté alguna vez, la única devaluación que sirve es la percibida como la última. Es decir, la que “cierra” con un programa fiscal y monetario coherente.

Pero la devaluación del lunes fue “solita” a la guerra.

Y como fue solita a la guerra, el traslado a los precios del mayor valor del dólar oficial ha sido cuasi instantáneo. Preparando un nuevo escalón inflacionario de dos dígitos, para el mes de agosto y para el mes de septiembre.

Y la ausencia de “compañía” en materia fiscal y monetaria, hace dudar de la capacidad que tendrá el Banco Central de mantener fijo el precio del dólar oficial hasta después de las elecciones de octubre, tal cual se anunció.

Para agravar el cuadro de “soledad”, las medidas que se han dejado trascender en materia fiscal resultan ciertamente contradictorias.

Por un lado, se reconoce la necesidad de reducir más los subsidios a los precios de los servicios públicos. Subsidios que se han incrementado automáticamente, por el encarecimiento de los combustibles que se utilizan para generar energía, cuyo precio se vincula directamente con el dólar oficial. Lo que derivaría en una reducción del gasto público en este rubro, por suba de tarifas.

Por el otro, se anuncian aumentos y actualizaciones de suma fija, para jubilaciones, salarios públicos, y subsidios sociales, en un intento de moderar el efecto de la mayor tasa de inflación sobre los asalariados y sectores de menores ingresos. Lo que implica una suba del gasto público.

Paralelamente, en el intento de limitar incrementos de precios de ciertos bienes, el Gobierno está negociando/ofreciendo rebajas impositivas transitorias, lo que también afecta las cuentas públicas. Finalmente, en el rubro fiscal, el salto inflacionario, resulta en inflar ingresos nominales y licuar gastos.

¿Cuál es el neto de toda esta mezcolanza, en materia fiscal? Lo ignoro, pero el déficit continuará.

Desde el ángulo monetario, el Banco Central ha tenido y tendrá que seguir emitiendo, para financiar dicho déficit fiscal y para recomprar deuda pública en pesos en manos del sector privado que vence en estos meses.

Teniendo en cuenta las necesidades del Tesoro y haciendo alguna estimación conservadora sobre la deuda a comprar, resulta difícil que el piso de emisión por razones fiscales sea inferior a un billón de pesos mensuales.

A este flujo de nuevos pesos hay que sumarle la remuneración de los pasivos a tasa de interés que paga el Banco Central -las tristemente célebres Leliqs-. Cuando, además, la autoridad monetaria elevó la tasa de interés de política monetaria.

Por lo tanto, considerando la situación inflacionaria, fiscal y monetaria, luce complicado mantener el tipo de cambio oficial fijo, aún en el corto período que va de aquí al 22 de octubre, sin acumular nuevas presiones devaluatorias para “el día después”.

Es por eso que la devaluación del lunes pasado es percibida como la primera de otras, y no como la última. No hay ancla cambiaria.

Por lo expuesto más arriba, tampoco hay ancla fiscal. Y mucho menos monetaria. Y tampoco, por lo ocurrido hasta acá, puede considerarse ancla la continuidad del acuerdo con el Fondo, aunque su interrupción sería catastrófica.

A estas alturas, la única ancla económica que queda es la propia dinámica negativa de la actividad económica, que podría limitar el incremento de precios por razones de capacidad de compra de la demanda.

Y a este desancle económico se le suma el resultado de las elecciones PASO.

Al dejar tan abierto el interrogante sobre quién será la próxima o el próximo presidente de la Nación, tampoco el escenario político futuro ofrece un anclaje de expectativas.

Entonces, y a modo de conclusión.

Estamos a bordo de un barco en medio de una tormenta inflacionaria, sin anclas económicas ni políticas, con un capitán débil al mando de una tripulación que no sabe muy bien qué hacer.

Con este panorama, la gente presiente que será difícil atravesar la tormenta sin un peligro mayor y, por lo tanto, los que pueden tratan de comprar un lugar en los botes salvavidas.

Y usted ya lo sabe, el boleto se compra con dólares.

Enrique Szewach

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