El ingreso de Argentina al BRICS en 2024 que tanto promocionó ayer el Gobierno y el propio Alberto Fernández, alejado de cualquier decisión que impacte directamente en la vida de los sufridos argentinos, pero siempre dispuesto a participar de anuncios grandilocuentes tengan o no contenido real, obliga a considerar las debilidades, los peligros y también las ventajas que el acceso a un club semejante puede tener para el país.
Es conveniente en estos casos alejarse un momento de la supuesta euforia que provocó en el oficialismo el anuncio en la cumbre del grupo de economías emergentes BRICS de la incorporación de nuevos países para entender en primer lugar que ese bloque implica hoy para el mundo, y también para la Argentina, más una definición política de la voluntad de sus miembros, que un ejercicio de poder económico en bloque.
Argentina cree encontrar en esta asociación, que Alberto Fernández buscó desde el primer día de su mandato aunque sin que quedara absolutamente clara la verdadera intención, una llave de entrada al financiamiento de Brasil para empresas locales a través del Banco de Desarrollo del BRICS. Esos préstamos son los mismos que ya le fueron negados a la Argentina en mayo de este año cuando el propio Luis Inacio "Lula" Da Silva fue le vocero del rechazo del grupo a esa operación. Es una incógnita si a partir del año próximo, con otro Gobierno y una nueva política exterior, algunos de esos beneficios llegarán o no al país.
En lo demás, las dificultades de acercarse al grupo superan claramente a los beneficios. No existe argumento alguno en lo económico que justifique pagar hoy el costo de asociarse a un grupo geopolítico que tenga a Rusia entre sus miembros. Está claro que algún día Moscú cambiará de gobernante, Vladimir Putin dejará el Kremlin y Rusia volverá a ser un país medianamente normal, pero hoy eso no sucede. El desprestigio ruso es tan grande tras la invasión a Ucrania al punto que en la cumbre de los BRICS en Sudáfrica, Putin tuvo que hablar vía Zoom por miedo a que Sudáfrica activará la detención por crímenes de guerra ordenada por el Tribunal Penal Internacional ni bien pisará su suelo.
No es el mejor momento entonces para que Argentina fiche como socio en ese club. Menos cuando dentro de las nuevas incorporaciones decididas ayer esta Irán, país comprometido en los atentados a la Embajada de Israel y a la AMIA y que sigue rechazando colaborar en la investigación, teniendo miembros de su gobierno directamente acusados de haber participado en la definición de los dos ataques terroristas.
Deberá explicar Alberto Fernández en el futuro, quizás cuando ya no sea presidente, por qué ayer no rechazó ese ingreso a los BRICS en sociedad con Egipto, Etiopía, Arabia Saudita, Irán y Emiratos Árabes Unidos en lugar de festejar irresponsablemente sin medir las consecuencias morales y jurídicas de esa decisión. La Cancillería argentina explica que los países que integran el BRICS tienen una participación de más de 30% en el comercio exterior argentino. Visto así el número es impresionante y la relación con algunas provincias lo es aún más.
“En lo que hace a los principales socios comerciales argentinos, para 8 provincias el principal destino exportador es China (Jujuy, Santiago del Estero, Formosa, Chaco, Catamarca, Entre Ríos, San Luis y La Pampa). La importancia de la industria aceitera hacen de India el principal socio comercial de Santa Fe y en San Juan, es un importante destino del oro que se exporta desde la provincia cuyana”, dice un informe de los diplomáticos argentinos. La cuestión es que, más allá de la certeza de esas relaciones comerciales, ninguna de ellas depende de la participación de Argentina en los BRICS, Es decir, ese comercio es preexistente y nadie le exige al país pagar el costo de asociarse para continuar teniéndolo.
En realidad, no solo es poco lo que aporta unirse al BRICS, con el costo que conlleva mudarse a un barrio que no representa hoy la mejor estrategia para Argentina y su relación financiera con Estados Unidos y el FMI, sino que para la economía es irrelevante.
Eduardo Eurnekian le puso ayer el tono justo en una definición en broma sobre los peligros de incorporarse al BRICS a la salida del Council of the Americas en el Hotel Alvear en el que Patricia Bullrich advirtió que, si fuera presidenta, vetaría el ingreso. “¿Puede empiojar la relación con los Estados Unidos?”, le preguntó un periodista a Eurnekian. “No, qué va a empiojar. Vos podés tener tu señora y tu amante, tranquilamente”, respondió. Quedó claro que entre los empresarios nadie tomó demasiado en serio el tema.
Más allá de estas consideraciones hay problemas más graves en el acercamiento al BRICS. Sus miembros tienen economías disimiles y muchos de ellos giran en sus intereses alrededor de China. Es casi como un Mercosur más grande pero con tono netamente político. En lo económico el bloque no tiene un funcionamiento real. De las nuevas incorporaciones casi todos están muy cerca de China en lo comercial, incluido Irán que le provee energía.
Emiratos Árabes Unidos le está vendiendo petróleo y gas a China y a su vez un refugio para el bloqueo a Rusia tras la invasión a Ucrania. Los magnates rusos que pudieron salvar sus mega yates de ser incautados por Occidente, hoy los tienen anclados en EAU como puerto seguro. El BRICS, en esos términos, es un club que tiene dentro a China, un país aislado comercialmente en sus cruces con Estados Unidos, y Rusia que también está aislado pero políticamente y de casi todo el mundo.
El grupo, en esos términos, juega como un mundo de parias que se salvan entre si asistiéndose y. vendiéndose. Es cierto que hay excepciones, como la de India y su estrecha relación con Washington, pero también en este caso por afuera del grupo.
Rubén Rabanal