Domingo, 03 Septiembre 2023 12:22

Dos realidades y una ficción rumbo a la primera vuelta - Por Enrique Szewach

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El programa electoral que implementó el Gobierno tras el resultado de las PASO encuentra límites para revertir expectativas 

El Gobierno no tuvo más remedio que encarecer de un salto el precio del dólar oficial, ampliar el impuesto País y otros anticipos de impuestos sobre las importaciones y volar a Washington para conseguir destrabar el giro de los fondos que necesitaba, para cancelar la deuda con el propio FMI, pagar los préstamos puente recibidos, y tener en caja los desembolsos para los pagos al organismo que vencen en los próximos meses. 

A su vez, al Fondo Monetario se le impuso la realidad de la resignación. A este gobierno, en plena campaña electoral y todavía con chances teóricas de lograr mantener el poder, no se le puede pedir nada más.

Había que darle la plata para que no cayera en atrasos de sus pagos al organismo, escribir una especie de canción de protesta de fines de los 70, con forma de memorándum de entendimiento y sentarse a esperar al nuevo gobierno para retomar negociaciones.

Recibidos los fondos para pagar en los próximos meses, el Candidato-Ministro Sergio Massa le hizo, “pelito para la vieja” al Fondo (¿cómo dirán ahora los millennials?), y se olvidó de los compromisos de política económica asumidos, y se puso a instrumentar la ficción de un programita electoral.

¿Por qué una ficción?

Porque para dejar de ser ficción el programita electoral debería generar algún efecto positivo entre los votantes y eso parece poco probable.

Veamos.

El ministro anunció el congelamiento del tipo de cambio oficial después del salto cambiario e impositivo del 14 de agosto.

Pero sucede que, sin reservas y sin programa, como ya le conté previamente desde esta columna, la devaluación del peso fue percibida como la primera y no como la última.

En consecuencia, el traslado a precios del nuevo tipo de cambio oficial fue casi instantáneo, de manera que, en los próximos dos meses, lo supuestamente ganado con el nuevo tipo de cambio se perderá. Proyectando, implícitamente, la nueva devaluación o alguna otra maniobra similar.

Con esa expectativa, la recuperación de reservas en el Banco Central resulta paupérrima. Los exportadores minimizan sus ventas y el Gobierno sigue manejando las autorizaciones para pago de importaciones con cuenta gotas (espero que sólo cuenten gotas y no otra cosa en medio de tanta discrecionalidad, arbitrariedad y negocio).

Además, al parecer, seguirán congelados los precios de los servicios públicos, incluyendo los de transporte urbano, que tenían un esquema de indexación para evitar más atrasos. Esto último no sólo presiona sobre las empresas transportistas, si no que más temprano que tarde, la medida terminará en más gasto público para compensar a las empresas prestadoras y evitar nuevos paros de colectivos.

También se congeló el precio de los combustibles, con una mezcla de subsidios cruzados de los productores de petróleo a las refinadoras, financiados, en parte, con la postergación de pagos de impuestos a la exportación de dichos productores.

A su vez, las medidas encaradas para mejorar la situación de los sectores más vulnerables y las jubilaciones mínimas mitigan muy parcialmente el nuevo escalón inflacionario.

Finalmente, la decisión de instrumentar un bono de suma fija para los asalariados formales del sector público y del sector privado, está chocando con la resistencia -o mejor dicho el pedido de “ayuda” de gobernadores e intendentes- y con un sector privado que, en un marco de alta inflación ya acortó los plazos de negociación salarial, de manera que la suma fija propuesta por el Gobierno suena a extemporánea.

Por lo tanto, el programita encuentra límites para revertir expectativas en favor del oficialismo y, como al final del día cualquier peso que camina va a parar a la búsqueda de dólares, la brecha cambiaria no cede, e, insisto, la suba de los precios libres sólo encuentra límite en lo que están dispuestos a pagar los adelgazados bolsillos de los consumidores.

Esta mezcla de realidades y ficciones enmarcará el camino hacia la primera vuelta electoral, en dónde el triple empate de las PASO tampoco ha colaborado para mejorar las expectativas respecto del futuro mediato.

Inflación de dos dígitos, aún con tipo de cambio oficial fijo y precios regulados supuestamente congelados. Actividad en caída y cierto desabastecimiento en la oferta. Brecha cambiaria presionada con intentos de intervención, el racionamiento del pago de importaciones, sujeto a lo que liquiden exportadores necesitados u obligados, algún otro rulo con yuanes, reales, u otros pases mágicos por el estilo, y el Banco Central cubriendo con emisión gasto público y vencimientos de deuda en pesos que no renueve el sector privado, todo acumulando presión para “el día después”.

Presión que también oscilará entre realidades y ficciones, en medio de la campaña electoral.

Enrique Szewach

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