Si analizáramos las últimas medidas encaradas por el candidato Massa bajo el paraguas de lo que sostiene el Teorema de Baglini, podríamos deducir como corolario, que el oficialismo se siente muy lejos del poder.
Sólo para recordarlo, el diputado y senador radical Raúl Baglini enunció a mediados de los 80, si no recuerdo mal, un comentario que indicaba que “cuanto más cerca del poder se siente un político, más racionales y menos insensatas son sus propuestas”. Esa reflexión se conoció, desde entonces, en nuestra pequeña historia, como el Teorema de Baglini.
Ya le comenté en mi columna de la semana pasada, lo irresponsable que resultan las medidas que ha ido hilvanando el candidato Massa desde su silla de Ministro, al disponer reducciones de impuestos e incrementos de gasto público, sin resoluciones de contrapartida que redujeran o al menos no empeoraran el déficit fiscal, y por lo tanto el financiamiento inflacionario del Banco Central.
Solo les recuerdo que, en el actual contexto de caída de la demanda de pesos, cada peso extra que ingresa al sistema para financiar el déficit fiscal, se transforma, más temprano que tarde en demanda de bienes y al final del día en demanda de dólares oficiales, o libres.
La demanda de dólares oficiales se destina a incrementar la oferta de bienes porque hace falta importar insumos para producirlos. Y la de dólares libres se relaciona con el dólar como activo financiero de ahorro, dado que los portafolios de los argentinos tienden a sobredolarizarse en años electorales, en particular en el actual, en dónde la incertidumbre acerca del resultado final se mantiene muy elevada.
Sin stock de reservas líquidas, el Banco Central ha generado una serie de incentivos para incrementar la venta de corto plazo de dólares de los exportadores y, luego de la devaluación del 14 de agosto y su consecuente fogonazo inflacionario, está utilizando esos dólares que compra para sostener una política de tipo de cambio fijo en el dólar oficial y de un tipo de cambio “administrado” por debajo de la tasa de interés en pesos, en el mercado libre.
Puesto de otra manera, la política antiinflacionaria de corto plazo del Gobierno consiste en congelar todos los precios regulados y el tipo de cambio oficial, intervenir con los pocos dólares que compra, vendiéndolos en el mercado libre, e ir liberando con “cuenta gotas” pagos de importaciones mientras, del lado de los pesos, los sigue inyectando, profundizando el problema.
Resulta tan inconsistente esta política que todos sabemos, incluyendo al equipo económico, que no puede durar mucho, o al menos que resulta muy difícil que el actual descalabro de precios relativos, adicional al que ya se había acumulado, junto con la falta de dólares, se pueda sostener mucho más allá del 22 de octubre y que se pueda evitar que las débiles anclas utilizadas para desacelerar la tasa de inflación no salten por el aire. Aunque ello no signifique hiperinflación, si no consolidar este nuevo escalón inflacionario de dos dígitos mensuales.
Pero si esto es así, y volviendo al Teorema de Baglini, el corolario lógico es que el candidato Massa, y todos aquellos que están convalidando sus medidas en el Congreso, se sienten lejos del poder más allá del 10 de diciembre.
En una analogía futbolística, perdido por perdido, Massa sigue sacando defensores y amontonando delanteros, ya no en un intento por revertir la goleada, sino para mostrarle a su “hinchada” que ha hecho todo lo posible para ganar.
El problema es que, repito, como todos sabemos que esta política es inconsistente, sólo hace falta alguna señal que gatille la reacción en cadena de “formadores de precios” y ahorristas, que pudiera acelerar comportamientos defensivos.
¿Cuál puede ser ese gatillo? Ese es…otro precio. Pero, gratis, busque por el lado del resultado electoral del 22 de octubre y la respuesta a ese resultado que pueda dar el oficialismo.
En la Argentina de hace un tiempo las macanas de hoy se pagaban a crédito, en cuotas.
Lo sucedido con la devaluación del 14 de agosto indica que las macanas, ahora, se pueden pagar al contado o en muy pocas cuotas y que lo que el candidato cree que será un problema “de otros” puede ser “su problema”.
Por supuesto que no estoy en condiciones de aseverar que, pese a todo lo expuesto, Massa no pueda ser el próximo presidente de la Argentina.
En un país con los antecedentes del nuestro, no es fácil argumentar que “el crimen no paga”.
Enrique Szewach