La República se basa en la auténtica división de los poderes constitucionales, valiendo esa equidistancia el pilar insito del equilibrio y disenso pluralista de las naciones civilizadas. Aquellas donde no existen grupos extra-poder, aquí conocidos como “piqueteros” que no deben ser considerados como grupos de presión como nos enseñara el Profesor Héctor Hipólito Orlandi en nuestro primeros pasos en la carrera de abogacía, precisamente en derecho político.
La libertad se aleja cuando el “unicato” se acerca. La hegemonía partidaria retrotrae los valores republicanos que soñamos recuperar para siempre hace veinte años junto el regreso de la “formalidad constitucional”.
“Lo Político y lo jurídico” decía en su libro el maestro Alberto Antonio Spota en sus clases de derecho Constitucional II deben coexistir pero nunca cooptarse uno sobre el otro. Allí comienza a disgregarse la República y su división respetada de poderes frente a un Poder Ejecutivo hegemónico que avanza y absorbe para tal fin las mayorías silenciosas refrendantes de sus actos de los dos poderes sobrantes. Sobran en el autoritarismo pero faltan en la democracia.
En estos días padecemos con estupor la politización del poder judicial como concausa del ideario gobernante hoy en la Argentina e instaurar, paso a paso, la democracia autoritaria unicéfala bajo la fachada democrática.
Si el jurista Eugenio Zaffaroni, en la audiencia pública celebrada en la Comisión de Acuerdos del senado de la Nación, descarga en su contador sus incumplimientos impositivos; omite denunciar cuentas propias en el exterior atribuyéndolas a una herencia recibida; justifica ideológicamente que la tenencia personal de marihuana no debe ser punible; evita inculpar de violación al delito de forzar una fellatio a una menor de nueve años transformándolo a su criterio como abuso deshonesto justificando que la prevención no se realiza a través de la pena y califica a sus opositores como “detractores descalificantes” sería tema de fuerte discusión política, salvo que ha sido postulado “intuiti personae” por el Presidente Kirchner a ejercer el cargo de Ministro de la Corte Suprema de la Nación.
Si el Presidente hubiera girado al Senado una terna para ejercer tal alta distinción el equilibrio constitucional hubiera permanecido inmanente. Pero no fue así y peor aún su gostwritter Horacio Vervitsky (a) “el perro” le aconsejó suplantar al actual Ministro de la Corte Suprema Moliné O’Connor, aún en funciones y en plena defensa de su derecho de defensa, por la activa militante de la Asociación Permanente de los Derechos Humanos, que él mismo preside, Dra. Ana María Figueroa, autora del “Tratado General sobre los Derechos Humanos”. .
Kirchner se equivoca al pensar que gobierna para la “opinión publicada” por la amarillenta prensa afín. Obtuvo legítimamente el 6% de los votos, según confesión propia, en las pasadas elecciones presidenciales del 27 de abril y alcanzó la Presidencia de la Nación merced al apoyo del “aparato bonaerense” del que espera separarse para producir su “glasnot política” . Olvida que la historia es cíclica y sus creadores no le perdonarán traiciones…
Hemos escuchado a mansalva el ataque a la mayoría automática de la década del ‘90 en la Corte Suprema…. ¿Los malos no eran tan malos o los buenos no son tan buenos?....
El tiempo dará la razón y será dueño de la verdad.
Humberto Bonanata
Buenos Aires, Octubre 05 de 2003