Mientras Héctor José Cámpora cerraba su campaña en la cancha de Atlanta, absolutamente copado por enfervorizados militantes de la “tendencia” montonera y erpiana, Ricardo Balbín lo hacía más humildemente en Plaza Lezica frente a familias de clase media -abuelos, padres y niños- que utópicamente confiábamos que la vuelta a la democracia en nuestro país sería tangible realidad -tras el onganiato de la autotitulada “revolución argentina” y las bravuconadas de Lanusse sobre Perón al decir “que no le daba el cuero para volver”. Mucho fuego y mucha sangre correría en la adolescente historia argentina.
En el año del bicentenario de la Independencia de la corona española las heridas y cicatrices del pasado parecen haber hecho piel en nuestro cuerpo social.
Hace 43 años el dictador de la isla cárcel, Fidel Castro, imperaba en la prostibularia política cubana; ayer Barack Obama desembarcaba pacífica y familiarmente en La Habana para sellar los vínculos del capitalismo triunfante frente a las miserias de un comunismo ya inexistente.
Hace 13 años, en la Argentina, el dictadorzuelo patagónico Néstor Kirchner se encaminaba, de la mano de su padrino político Eduardo Duhalde -hoy jubilado sin beneficio de inventario- a "restablecer la identidad presidencial" y a crear la asociación ilícita gobernante jamás superada en 200 años de historia independiente.
Hace 19 años que un presidente norteamericano no pisaba suelo argentino. Tras ese encuentro entre George Bush y Carlos Menem, en menos de cuarenta y ocho horas Barack Obama desembarcará en estas tierras del fin del mundo con más de 400 empresarios como signo de la confianza que su país brinda al gobierno de Mauricio Macri.
El restablecimiento de relaciones efectivamente políticas entre ambos países no puede ser negado ni por el más furibundo kirchnerista, aunque nunca hubiera sido ñoqui ni contado billetes “para la corona”.
¿Podía imaginar Estela Barnes de Carlotto que su pedido a Macri de reunirse con Obama para desclasificar archivos de la C.I.A. sobre el proceso militar recibiría el beneplácito de ambos mandatarios?
Lo que la asociación ilícita “Kirchner S.A.” no logró en 4581 días de usurpación pseudo-democrática, Macri lo logró en menos de tres semanas.
La mentira cae por su propio peso. Aquel matrimonio que ejecutaba deudores hipotecarios conforme a la Circular 1050 de Martínez de Hoz en plena dictadura, jamás se ocupó de presentar un hábeas corpus para salvar la vida de un “joven idealista” compañero de viejas luchas.
Sólo se preocuparon por acumular riquezas mal habidas en los veinticuatro años que feudalizaron la hoy destruida provincia de Santa Cruz y en los casi trece que hicieron de nuestra Argentina un receptáculo bacteriano de todo negociado espurio.
Bien es sabido por todos que el escándalo de los “contadores” de billetes hasta despertó al Juez Federal Sebastián Casanello, hecho impensado si el 22 de noviembre Daniel Scioli hubiera sido electo presidente de la Nación o el 25 de octubre Aníbal Fernández hubiera vencido a la fórmula María Eugenia Vidal-Daniel Salvador.
Si alguien hubiera imaginado que Lázaro Báez, Cristóbal López, Ricardo Echegaray, Ricardo Jaime, Romina Mercado, Martín Báez, Fabián de Souza; Leonardo Fariña, Fabián Rossi, Federico Elaskar; Máximo Kirchner y demás personeros aún desconocidos fueran involucrados en una gigantesca asociación ilícita por delitos conexos y con dos cabecillas en calidad de jefes -Néstor Kirchner y Cristina Fernández- en una sola semana, hubiera superado la utopía escrita por Tomás Moro.
¿Macri los hizo en tan solo 100 días?
Sin dudas fue partícipe necesario para que en la Argentina la división republicana de los tres poderes funcionara en absoluta libertad.
Con más aciertos que errores se animó a liberar a la sociedad a sus propias fuerzas y a fortificar un Estado -demagógicamente ausente por décadas- en sus funciones esenciales.
“Ya no tenemos papá, gracias a Dios” decía José Sacristán en su célebre cierre de “Solos en la madrugada” (1975) en referencia a la renaciente democracia española tras la muerte de Francisco Franco.
Y los argentinos, salvando las distancias de tiempo, modo y lugar, podemos celebrar nuestra propia libertad republicana.
Crisis significa cambio y, sin dudas, estamos creciendo para bien de las futuras generaciones que veían en la política al envilecimiento por sí mismo.
En 100 días Cambiamos, ¿alguna duda de ello?
Humberto Bonanata
www.humbertobonanata.com.ar
Twitter: @hbonanata
Buenos Aires, Marzo 21 de 2016