En variadas oportunidades que nos ha tocado “timbrear” en las casas y negocios del Gran Buenos Aires profundo junto con el equipo del presidente del Banco Provincia, Juan Curutchet, la realidad nos ha demostrado diversas reacciones de sus habitantes que disienten con la “grieta” constante que diariamente vemos a través de los medios de comunicación social.
A esos vecinos poco les importa si la ex presidente Cristina Fernández de Kirchner terminará tras las rejas como cabeza de una asociación ilícita; si Boudou resultará absuelto o condenado en su primer juicio oral a atravesar en mayo; si Luís D’Elía será culpable de la toma e incendio de la Comisaría de la Boca en 2004 –hecho entonces denunciado por el fiscal José María Campagnoli-; los bolsos de López o los negociados presidenciales de Lázaro Báez; si Julio De Vido era el embajador paralelo con los negociados de la Venezuela chavista o si César Milani –jefe del nuevo ejército nacional y popular abortado por las urnas que llevaron a Mauricio Macri a la Presidencia de la Nación- fue autor de delitos de lesa humanidad ligado a la desaparición de personas.
El pueblo trabajador que visitamos los días sábados en los timbreos no sabe de odios. Sueña con la continuidad del cambio encabezado por la Gobernadora María Eugenia Vidal, teme por la inseguridad contante a cualquier hora dominada por la droga que carece de códigos de respeto a los propios vecinos de los delincuentes; sueña con la potabilización del agua y la construcción de redes cloacales que le prometieron durante treinta años y siempre les incumplieron.
Pide que los intendentes se encarguen de las luminarias y del mayor patrullaje de las policías comunales.
Ruegan con no ser asaltados en las paradas de colectivos durante la madrugada o por las noches cuando van o vienen de sus trabajos, con que el centro de salud más cercano tenga los materiales necesarios para la atención primaria; con que los maestros no abandonen a sus hijos por pujas sindicales; con que las escuelas tengan los materiales indispensables para poder educar y si fuera posible, con que el nuevo gobierno les pavimente las calles de tierra, impenetrables tras las lluvias.
Ese mismo ciudadano es el que se acerca a las obras de construcción del Metrobús de La Matanza y no entiende cómo su intendenta Verónica Magario plotea los patrulleros con su nombre y coloca gigantografías sobre las obras del Metrobús que se realizan bajo presupuesto nacional. Pero se siente parte del cambio porque se acordaron de él y le facilitarán el transporte diario y le garantizarán seguridad en las paradas de colectivos por la iluminación.
Toda esta gente no votó ni a Macri ni a Vidal en 2015.
Ni esperaba nada de ellos…porque sólo habían prometido como tantas décadas les incumplió el peronismo.
Pero esas bases populares, cimiento de la soberanía ciudadana mantienen la esperanza y confían en la continuidad del cambio.
Son los votos del silencio al que las “encuestadoras” descartan quién sabrá por qué intereses mezquinos…
Pero su derecho soberano e igualitario volverá a verse en las urnas de agosto (P.A.S.O.) y en las nacionales, provinciales y municipales de octubre.
Y confirmará que ese cambio lo acerca a la civilización y lo separa de la barbarie.
Humberto Bonanata
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Buenos Aires, Abril 24 de 2017