Su gobierno había soportado una devaluación asimétrica del 110% desde enero (de a poco que es como más nos duele) y un desguace de las arcas del Banco Central aproximado a U$S 35.000 millones con discursos ministeriales más cercanos a la burla que a la realidad.
Temporales, tormentas, huracanes y golpes de mercado cambiario que los argentinos ni imaginábamos ni merecíamos.
Un 2018 tristemente inolvidable para aquellos que vivimos en carne propia el golpe de Estado cívico-empresarial de Duhalde contra el corralito de 90 días (del 3 de diciembre de 2001 al 3 de marzo de 2002) que preveían De la Rúa y Cavallo para lograr salir del ahogo financiero que nos había impuesto el F.M.I. de Anne Krueger por la remota suma de U$S 3.000 millones.
Ni pensar en el mínimo ajuste de López Murphy de marzo de 2001.
El padre de la convertibilidad –sistema de conversión vigente durante 10 años- Domingo Cavallo esperaba salir gradualmente de ese atajo tras la devaluación brasilera de 1998 de Fernando Henrique Cardoso con una canasta de monedas que devaluara a nuestro peso en sólo un 20%.
Este triste relato de nuestra historia es necesario recordarlo para entender que las causas de nuestros dislates no fueron económicas sino políticas.
Diecisiete años después variados economistas expusieron ideas sobre dolarización o plan bimonetario como goza Perú con un 3% de inflación anual tras las hiperinflaciones de la década del noventa.
Hasta el momento fueron rechazadas de plano por Dujovne, ferviente sostenedor del continuismo.
A pesar de él y de frustrada política del “crawling peg” (minidevaluaciones periódicas) que supieron aplicar José Luís Machinea en la salida del Plan Austral al Plan Primavera y José Alfredo Martínez de Hoz con su “tablita cambiaria-financiera, si bien en circunstancias macroeconómicas diferentes a la actual, volvemos a insistir con un dólar pautado y tasas de interés activas y pasivas inalcanzables.
Sin perjuicio de estas realidades tangibles y sin saber cuándo comenzarán a florecer los brotes de salida de la estanflación, estimado a fines del verano de 2019, Macri redobló su apuesta política y lanzó su reelección desde Estados Unidos, muy lejano a la avenida 9 de julio.
Valorable acto de hombría e ímpetu político de su parte lo compromete a soportar todo tipo de asonadas de la resaca política a la que nuestro propio Estado alimenta con planes no trabajar.
Marzo 2019 será el mes que decida si Macri continúa en su esfuerzo reeleccionista o si decide jugar el papel de estadista y utiliza –en el mejor de las acepciones- a sus dos mejores alfiles políticos; María Eugenia Vidal u Horacio Rodríguez Larreta.
Faltan transitar –nada más y nada menos- que 155 días, que en la Argentina pueden resultar un correlato histórico.
Mejor en Nueva York que en la 9 de julio.
Así estamos.
Humberto Bonanata
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Buenos Aires, Septiembre 25 de 2018