El conato mamarrachesco riojano del domingo para validar la enmienda constitucional provincial que posibilite inconstitucionalmente que el actual gobernador Casas pueda ser re-reelecto sólo convalidó la verdad que Joaquín Morales Solá le dijera públicamente al Senador Nacional Miguel Pichetto: No existen varios peronismos, existe uno solo; el de Menem, Duhalde, Kirchner y las actuales variables farsescas de Massa, Urtubey, Lavagna, Grabois, D’Elía o la mismísima Cristina Fernández.
La carnicería de Jorge Remes Lenicov y su pesificación asimétrica -corralón incluido- posibilitó que la figura de Lavagna se emparentara con la del Sargento Cabral. Los valores siderales de nuestras commodities posibilitaron el derroche de la administración de Néstor Kirchner y del primer mandato de su viuda alegre.
Ese conjunto microbacteriano pretende ungir a Lavagna como el salvador argentino sin recordar que el ex ministro Duhalde-kirchnerista ordenó los números de una Argentina destruida por el golpe cívico empresarial que encabezara el ex bañero de Lomas de Zamora junto a una lacra de traidores radicales encabezados por Leopoldo Moreau contra el presidente constitucional electo por la mayoría del pueblo argentinos el 24 de octubre de 1999, Fernando de la Rúa.
Resulta muy discutible, a las puertas de la historia reciente de la década robada, el papel de “amante cómplice” del radicalismo de entonces que sólo logró potenciar “el aluvión kirchnerista” en sus maléficos 4381 días de desguace republicano.
Pudimos haber sido Venezuela de no mediar el nacimiento de Cambiemos el 14 de marzo de 2015 en Gualeguaychú, tras la aprobación orgánica de la Convención Nacional de la conformación de una coalición junto al PRO y a la Coalición Cívica.
Cambiemos nació ese día, ya que de haber triunfado los “pseudo-progres-radicales” Mauricio Macri no sería Presidente de la Nación, Daniel Scioli ocuparía su cargo junto a Carlos Zannini y Aníbal Fernández hubiera narcotizado la provincia de Buenos Aires en desmedro de la noble tarea que encarna María Eugenia Vidal.
Seguiríamos en default, tendríamos cripto (o clepto) monedas como el dictador Maduro, no integraríamos el mundo cada día menos civilizado por los populismos, no hubiéramos presidido exitosamente el G-20 y muchos de nuestros hijos ya hubieran utilizado el pasaporte comunitario para renacer y previsionar sus vidas en un mundo más predecible.
Seguramente tendríamos una nueva Constitución Nacional post chavista y “los cuadernos de la corrupción” de Diego Cabot nunca hubieran existido.
Frente a todos los obstáculos y errores no forzados de muchos soberbios e impolíticos miembros del gobierno de “Probemos” –prueba-error-disculpas-prueba-error-esperanza- la Argentina ha logrado reinsertarse en el mundo civilizado y la imagen del Presidente Macri es mayormente valorada por los estadistas con poder de decisión frente a la “opinión publicada” de ciertos medios de incomunicación social que disfrutan de la libertad de prensa que cabalmente merecen.
2019 no será un año fácil. Muy por el contrario en materia económica marcará su calendario durante más de la mitad de su calendario, aunque los economistas oficialistas de planillas de Excel privilegiarán los logros macroeconómicos que ya han comenzado aunque se encuentren en la lejanía espacial del “efecto derrame” de los trabajadores que sólo durante 2018 vieron diluido su poder adquisitivo al menos en un 20%.
Esa clase media –la más golpeada-es el pilar constitutivo y electoral de Cambiemos.
La Argentina vive desde la convertibilidad de Domingo Cavallo del 1 de abril de 1991 una economía bimonetaria. No saber, no querer o no poder reconocerlo es función mesiánica de ignorantes.
Realizar una reforma monetaria es tarea imprescindible del primer gobierno de Mauricio Macri.
No sólo mejorará la vida de los argentinos sino que afianzará su reelección.
Humberto Bonanata
Mar del Plata, 30 de enero de 2019
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