La primera ministra Giorgia Meloni convocó el lunes una cumbre sobre inmigración y seguridad en el Palacio Chigi, sede de la Jefatura del Gobierno, con los servicios secretos y los ministros directamente implicados en el problema.
La alarma es muy alta en el Ejecutivo, a la vista de las últimas cifras: según el ministerio del Interior, en este año, hasta el 13 de marzo, desembarcaron en Italia 20.017 inmigrantes, más del triple de los registrados en el mismo periodo de 2022 (6.152). La oleada se ha concentrado, en particular, en los tres días que van del 9 al 11 de marzo, cuando llegaron 4.566 personas. Las principales nacionalidades fueron marfileños (2.410), guineanos (2.380) y bengalíes (1.506). Hubo 1.965 menores no acompañados.
El Ejecutivo teme que la inmigración continúe de manera cada vez más intensa y da una nueva interpretación del fenómeno, que ha hecho oficial el ministro de Defensa, Guido Crosetto, a través de un comunicado: «Puede decirse que el incremento exponencial del fenómeno migratorio es también, y en no poca medida, parte de una clara estrategia de guerra híbrida que la división Wagner y sus mercenarios están implementando, utilizando su importante peso en algunos países africanos».
El jefe del Grupo Wagner, el millonario empresario Yevgeny Prigozhin, muy próximo al presidente ruso Vladimir Putin, respondió al ministro Crosetto llamándole «cretino».
La oposición acusa a Meloni de «distracción»
En la misma línea que el titular de Defensa se han expresado Giorgia Meloni y el ministro de Asuntos Exteriores, Antonio Tajani, precisando que «son muchos los inmigrantes que llegan a Italia procedentes de áreas controladas por el Grupo Wagner». La oposición, por su parte, ha señalado que ver la mano del Grupo Wagner es una maniobra de distracción del Gobierno de Meloni.
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Sin embargo, esta advertencia no llega solamente del ministro Crosetto. 'La Stampa', diario de centro izquierda, escribía el lunes sobre el informe de Naciones Unidas que denuncia a esta agrupación de mercenarios por traficar con africanos en «centros de detención completamente ilegales» en África, quienes a menudo acaban convirtiéndose en inmigrantes bajo el chantaje de la violencia paramilitar.
También 'La Repubblica', periódico de centro izquierda, ha informado hace unos días que Rusia se expande en África para poner en crisis el flanco sur de la OTAN. De ello se habló recientemente en Roma durante la reunión a puerta cerrada entre el general estadounidense Michael Langley, jefe del Comando África del Pentágono (Africom) y los jefes de Estado Mayor de 43 países africanos «socios» de Washington (de un total de 54). Langley explicó a sus colegas africanos que «después de haber desestabilizado el Sahel en los últimos años, los rusos ahora pretenden ampliar su presencia» en una vasta zona estratégica, creando una continuidad territorial con Libia, República Centroafricana y Sudán, que será un bloque de estados filorrusos a caballo del Sáhara.
Con ello, Moscú se quiere garantizar una influencia sobre las dos grandes amenazas proyectadas hacia Europa: el terrorismo yihadista y los flujos migratorios. La dinámica es clara: crear las condiciones materiales para una migración acelerada y antinatural, o empujando directamente a los africanos con violencia a migrar por determinadas rutas.
Mayor colaboración
En un comentario editorial, el director de 'La Repubblica', Maurizio Molinari, llega a esta conclusión: «Lo que se está jugando en África parece ser complementario a la invasión rusa de Ucrania, porque en ambos casos el objetivo estratégico a largo plazo de Moscú es establecerse efectivamente a lo largo de los mares del sur, desde el Mar Negro hasta el Estrecho de Gibraltar, para presionar el flanco sur de OTAN, creando una red de bases navales y aéreas». «Para afrontar el problema -concluye Molinari- es necesaria una mayor colaboración de Estados Unidos con Francia, Italia y España, los tres países de la UE tradicionalmente más presentes en el Sahel y el norte de África».
Italia presionará a Bruselas para conseguir una respuesta europea urgente a la inmigración. Por lo pronto, dos son los frentes que preocupan especialmente al Gobierno Meloni. Libia y Túnez. Los Servicios Secretos italianos han evidenciado que en Libia hay 685.000 migrantes irregulares dispuestos a partir y cruzar el Mediterráneo para desembarcar en las costas italianas, según ha publicado el 'Corriere della Sera'.
En el pasado año, 104.000 inmigrantes llegaron a Italia. Pero según las previsiones de los servicios de inteligencia, el número de llegadas para 2023 será exponencialmente mayor. En cuanto a Túnez, en la cumbre presidida por Meloni en el palacio Chigi, la directora de los Servicios de Inteligencia, Elisabetta Belloni, y el director de la Seguridad Nacional, Giovanni Caravelli, llamaron la atención sobre la devastadora crisis económica y política que sufre ese país. El presidente Kais Saied ha cerrado las puertas a la inmigración irregular procedente del África subsahariana y miles de personas piensan ahora en dirigirse hacia Italia. Meloni podría viajar a Túnez para ofrecer asistencia al Gobierno tunecino.