El primero, Ron DeSantis, que acababa de arrollar en su reelección como gobernador de Florida y al que se veía como la gran opción conservadora para recuperar la Casa Blanca y acabar con la racha de resultados electorales decepcionantes de la era 'trumpista'. El segundo era un terreno de juego favorable para el expresidente: no un ring de boxeo para un uno contra uno con de DeSantis, sino un campo lleno de jugadores. El barro lo pondría él.
Ese gran aliado se ha materializado. Faltan todavía ocho meses para que los estadounidenses elijan a los candidatos en primarias, y, además de Trump y DeSantis, hay un batallón de aspirantes. Están Nikki Haley, que fue gobernadora de Carolina del Sur y embajadora ante la ONU con Trump, y Vivek Ramaswany, un emprendedor tecnológico y activista 'anti woke', que fueron los primeros en presentarse.
En abril se presentó Asa Hutchinson, ex gobernador de Arkansas, una voz moderada que no tendrá mucho que ganar en un ambiente de alta polarización. También lo hizo en ese mes Larry Elder, una personalidad de la radio conservadora de California que trató sin éxito de expulsar al gobernador de su estado en 2021. Tim Scott, senador por Carolina del Sur y único aspirante negro, anunció su candidatura la semana pasada. Se da por hecho que esta semana entrante se sumen otros tres nombres: Mike Pence, peso pesado del partido y vicepresidente con Trump; Chris Christie, exgobernador de New Jersey y una de las pocas voces críticas contra el presidente; y Doug Burgum, actual gobernador de Dakota del Norte
Y hay más por llegar: Chris Sununu, gobernador de New Hampshire, uno de los estados que pueden marcar el inicio de las primarias, es una voz crítica con Trump que ultima su candidatura; también podría entrar Glenn Youngkin, que consiguió relevancia nacional al ganar las disputadas elecciones a gobernador de Virginia y al que se le considera un referente conservador; y otros nombres -Francis Suárez, alcalde de Miami; Rick Perry, exgobernador de Texas y candidato presidencial en otras primarias- también se lo plantean.
Primer debate
El resultado es que el anticipado 'Trump vs. DeSantis' se ha convertido en una jaula de grillos: a este paso, no habrá sitio para todos los candidatos en el primer debate entre aspirantes, previsto para el próximo 23 de agosto.
La explicación de por qué esta situación beneficia a Trump es simple. El expresidente conserva una base leal de votantes, que se estima entre el 25% y el 35% del electorado republicano. Cada mordisco que los diferentes aspirantes le pegan al pastel restante diluye las aspiraciones del otro gran favorito, DeSantis.
Más allá de la pura matemática, la dinámica que ya se anticipa también es favorable para Trump. Todos estos aspirantes tienen opciones pequeñas de llevarse la nominación y sus estrategias están centradas en conseguir algún triunfo temprano en las primarias.
Pence y Scott -con mucho predicamento en el votante evangelista- podrían buscar una ventaja en el primer estado en votar, Iowa. El siguiente en la lista, New Hampshire, podría ser favorable para su gobernador, Sununu, o para Christie, que está poniendo allá buena parte de sus bazas. La tercera batalla, Carolina del Sur, podría inclinarse para Scott o Hailey, que son de allí.
Es una estrategia que puede funcionar para tumbar a parte de los rivales secundarios, pero no a Trump, que sobrevivirá a esos escarceos iniciales con su base férrea, mientras que el reparto de delegados del resto de aspirantes seguirá diluido.
La dialéctica de 2016
También le beneficiará que, de momento, la dialéctica de campaña se parece a la de 2016, cuando Trump ganó la nominación contra pronóstico. En aquellas primarias, el resto de republicanos se atacaron entre ellos, mientras que el multimillonario neoyorquino se comía la atención de la prensa y del público con declaraciones explosivas.
Por el momento, los candidatos que están en campaña renuncian a atacar al favorito, conscientes de que Trump les responderá con una furia y un altavoz que no podrán igualar. Hasta ahora, los dardos de Haley o Ramaswany han ido a DeSantis, no al expresidente. Hutchinson sí ha sido crítico, pero apenas se le escucha. De Pence no se espera que vaya a por quien fue su jefe. Sí se cuenta con Christie para ello, pero sus opciones son mínimas.
Por el momento, los candidatos que están en campaña renuncian a atacar al favorito, conscientes de que Trump les responderá con una furia y un altavoz que no podrán igualar
DeSantis es en parte responsable de la situación. En noviembre, tras los resultados mediocres de los republicanos -buena parte del partido y de la prensa conservadora los achacaron a Trump- se le veía como la gran esperanza. Desde entonces, ha dado tumbos. Ha tardado meses en presentar su candidatura -lo hizo a finales de mayo-, quizá para evitar bajar al barro con Trump tan pronto. Los eventos previos a la campaña fuera de Florida han mostrado a un candidato con falta de conexión en la escena pública y enfrascado en batallas -como la que mantiene con Disney- cuestionables. Mientras deshoja la margarita, Trump se ha disparado en las encuestas, propulsado por sus problemas judiciales. Y su presentación de candidatura en Twitter, junto a Elon Musk, fue un fiasco tecnológico.
El equipo de Trump ha explicado bien por qué se ha llenado el terreno de aspirantes en pocas semanas: «Han olido la sangre de DeSantis». El gobernador de Florida ya no parece el rival irremediable de Trump del pasado noviembre. Ahora da la sensación de debilidad. Los grandes donantes republicanos, dispuestos a poner a su disposición sus billeteras, ahora dudan.
Lastrado por las investigaciones
Hay otra circunstancia que puede haber animado a los aspirantes. Trump arrastra varias investigaciones que, aunque ahora solo le han ayudado en los sondeos, podrían hacer estallar su reelección si acaban en condenas. Si DeSantis ya no parece un rival poderoso, ese es otro aliciente para intentar la aventura presidencial.
El equipo de DeSantis ve la matemática de otra manera. Defienden que hay un 35% de republicanos que solo votarán a Trump y un 20% que nunca le votarán. Ese 20% se lo repartirán el resto de aspirantes, mientras que él aspira a llevarse el 45% del electorado, que no odia ni idolatra al expresidente.
De momento, DeSantis sigue muy lejos de Trump en las encuestas, con un 21% del apoyo según el acumulado de sondeos de 'FiveThrityEight', frente al 54% del expresidente.
Trump, por su parte, no ha ocultado su alegría por la lluvia de candidatos y ha llegado a celebrar la llegada de alguno, como la de Scott. «No sé por qué lo hacen», dijo esta semana en Fox News sobre los nuevos candidatos. Lo que sí sabe es que le va de maravilla.