En 2023, la crisis alimentaria aguda afectó a 258 millones de personas en 58 países. Así lo afirma el último informe de la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO), con sede en Roma, que en siete años de encuestas nunca había registrado cifras tan altas.
En el informe anterior, la crisis alimentaria alcanzó a 193 millones de personas; es decir, en un solo año se ha registrado un aumento de 65 millones, una diferencia espectacular. No son números fríos, ya que describen el deterioro de las condiciones de vida diaria de millones de personas. Cuando se habla de inseguridad alimentaria aguda, se trata de un hambre tan grave que representa una amenaza inmediata para los medios de subsistencia y la vida de todas las personas afectadas. En cambio, el hambre crónica es cuando una persona no puede consumir suficientes alimentos durante un período prolongado para mantener un estilo de vida normal y activo.
Las diez mayores crisis alimentarias en la actualidad afectan a países como la República Democrática del Congo, Etiopía, Afganistán, Nigeria, Yemen, Birmania, Siria, Sudán, Ucrania y Pakistán. De estas naciones, las cinco primeras son las que corren mayor riesgo de ver agravada la situación.
En ellas reside el 40% de la población expuesta a «riesgo agudo» de inseguridad alimentaria. Se trata de países con una balanza demográfica que se inclina hacia una población joven, es decir, contextos en los que los nacimientos superan a las muertes, que suelen ocurrir en edades no avanzadas. La consecuencia es que hasta 30 de los primeros 42 países analizados acogen a más de 35 millones de niños menores de 5 años que han sufrido o padecen desnutrición severa. De estos, más de 9,2 millones se encuentran en un estado de deterioro tal que arriesgan sus vidas, en zonas donde la mortalidad infantil ya registra cifras impactantes.
Más de 13,6 millones de niños requieren de manera «urgente ayuda humanitaria» para salvar la vida de los pequeños
Explica el informe de la FAO que las causas de la inseguridad alimentaria son complejas y están interconectadas. La crisis económica de los últimos tiempos -incluido el aumento de los precios de los alimentos y las graves perturbaciones del mercado, además del impacto por el Covid- han sido la causa principal de varias crisis territoriales importantes, afectando a 27 países.
Los conflictos y las guerras siguen siendo las causas determinantes del hambre en 19 países, donde 117 millones de personas se encuentran en la fase de crisis más grave. Los fenómenos meteorológicos extremos son la principal causa de la inseguridad alimentaria aguda en 12 países, donde casi 57 millones de personas se encuentran en su punto más crítico.
Estos eventos han sido particularmente dramáticos por las prolongadas sequías en el Cuerno de África (Etiopía, Somalia, Eritrea, Yibuti, Sudán del Sur, Kenia y Sudán), las devastadoras inundaciones en Pakistán y las tormentas tropicales, ciclones y sequías en África meridional. En este capítulo de la influencia de los fenómenos meteorológicos extremos, como factor determinante a pasar hambre cabe destacar una diferencia muy llamativa y dramática: se ha pasado de 23,5 millones de personas afectadas gravemente en el 2021, a los 56,8 millones en la actualidad, es decir, un aumento de 33,3 millones de personas.
El impacto de la guerra en Ucrania
El informe de la FAO se detiene especialmente en las repercusiones de la guerra de Ucrania. Este conflicto interrumpió la comercialización de la producción agrícola producida en el campo ucraniano y en toda la zona agrícola que bordea el Mar Negro Negro, cuya economía se ha detenido esencialmente. Esto causó un aumento sin precedentes en los precios internacionales de los alimentos en la primera mitad de 2022. Los precios han caído desde entonces, gracias en parte a diversas iniciativas internacionales.
Pero la guerra continúa afectando indirectamente la seguridad alimentaria, particularmente en los países de muy bajos ingresos del África Central y Subsahariana. que dependen de las importaciones de esos cereales. Además, la frágil capacidad de recuperación económica de esas naciones se vio muy afectada por la larga ola de la pandemia del Covid. Esta crisis económica es el factor que ha hecho superar hoy a las guerras como principal impulsor de la desnutrición en el mundo, aunque siguen siendo temas profundamente interconectados.
Desde hace cuatro años, el panorama global del hambre en el mundo empeora constantemente. La FAO indica cómo se puede ayudar a frenar el hambre en el mundo: «Es necesario responder con un salto cuántico decisivo en la iniciativa multilateral. Seguiremos esforzándonos por fortalecer las herramientas de alerta temprana, que son fundamentales para anticipar los peores escenarios», afirma el subdirector general de la FAO, Maurizio Martina. Además, la FAO advierte que se deben apoyar los sistemas agrícolas locales por su gran impacto en la prevención de las peores situaciones de crisis alimentaria, ayudando así a millones de personas en riesgo.