Lunes, 09 Mayo 2022 13:27

Un poder bicéfalo, paralizado y sin respuesta ante la crisis - Por Sergio Crivelli

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La vicepresidenta tiene bajo fuego nutrido al presidente y arma una agenda que complica la economía porque es electoral, no de gestión. La única estrategia común es aguantar hasta 2023.

Cristina Kirchner aceleró la ofensiva contra Alberto Fernández. Pretende insólitamente no ser asociada con él. Simula que el haberlo elegido presidente es una contingencia de la que no debe ser vista como responsable. 

El resultado de ese intento de autoabsolución que desplegó primero por las redes y anteayer durante hora y media en el Chaco ha debilitado a Fernández, generado incertidumbre y empeorado las ya muy malas expectativas económicas.

La vice lanzó una guerra rápida en dos frentes. En el primero demuele a Fernández a través de voceros o personalmente. Cuando dice que “no le estamos haciendo honor a tanta confianza” del electorado peronista, el que no se la está haciendo es Fernández: ce pluriel c´est bien singulier. Se autopercibe como una comentarista ajena al gobierno: “la gente está muy mal”.

Le resta además legitimidad a Fernández cuando dice que pudo ser electo por el voto popular (el de ella), pero que se deslegitimó por el mal ejercicio de la función. Usa un argumento antidemocrático, en otras épocas castrense, pero le endilga a Fernández el generar la “insatisfacción democrática en la sociedad”. Además de chambón tiene la culpa de Milei. Es el chivo expiatorio perfecto. Adiós Macri, gracias por todo.

El segundo frente de la ofensiva K es la instalación de un gobierno paralelo en el Senado con agenda propia. La vice maneja a discreción la Cámara y su agenda consta de proyectos que por el momento no pasan de testimoniales, pero que le sirven para tomar más distancia de la Casa Rosada y contribuyen al caos.

Este gobierno bis muestra mayor dinamismo que el de la Casa Rosada. Empezó con el rechazo de un sector al acuerdo con el FMI y siguió con un proyecto propio para pagarle al organismo con dólares “fugados”.

Más allá de que alcance a convertirse o no en ley y de su eficacia, el objetivo de ese proyecto es político: no hacerse cargo del acuerdo del Fondo; que la vieja bandera de la “lucha” contra el sistema financiero internacional no sea entregada. Humo de colores.

La agenda económica incluye además un proyecto para eliminar el secreto bancario y una nueva “moratoria” previsional. La idea de que un sistema previsional quebrado y un estado más quebrado todavía regalen jubilaciones sin los aportes que exige la ley, unas 700 mil por año, pone otra gran piedra en el camino de salida de la crisis.

El gobierno del Senado puso, además, énfasis en que la reforma del sistema previsional era presentada sin siquiera informar al gobierno de la Casa Rosada. En rigor, no hacía falta.

En tanto el “programa” institucional de CFK incluye proyectos como la ampliación de la Corte Suprema o el relajamiento de los requisitos para convocar a consultas populares. Se intenta cambiar reglas básicas de juego. Otro clavo en el ataúd de la previsibilidad política y económica.

¿Cómo responde el presidente? Con el silencio o través de voceros oficiosos en medios amigos que entrecomillan declaraciones de las que nadie se hacer cargo. Es decir, no responde. Tiene razón la vice cuando se queja de los funcionarios que hacen operaciones en “off” contra la facción que capitanea.

El miércoles Fernández ordenó armar una reunión de gabinete, que concluyó en una patética conferencia de prensa a cuatro voces. Su aislamiento es cada día más obvio, por lo que el silencio no parece una táctica inadecuada.

Sus padecimientos van a aumentar en el futuro inmediato. Esta semana deberá enfrentar un seguro “casus belli”, el de las tarifas, y la siguiente se difundirá la inflación de abril que apunta otra vez a una cifra cercana al 6%. La vice quiere mantenerse alejada del incendio tarifario y de alguna manera se lo hará pagar.

Al margen de las peleas, no se ve una reacción a corto plazo del oficialismo para acotar la crisis. La vice corre por izquierda al presidente, sustituyendo a la oposición no peronista. Ya lanzó la campaña 2023. Aplaude aumentos salariales del 60% que acelerarán la inflación, mientras los empresarios declararán su solidaridad con el presidente. Ya eligió su rol y el de sus adversarios. Como de costumbre.

Después de 25 meses el dúo Fernández-Fernández de Kirchner parece haber agotado su lógica. La vice se hizo cargo del éxito electoral, pero no del fracaso de gestión. Finge que el colapso económico es responsabilidad de una ineptitud ocasional y no del modelo populista que su marido armó y ella prosiguió en épocas en las que el Tesoro disponía de mayores recursos. Está segura de que hay una importante porción del electorado que añora aquel régimen y confunde el futuro con el pasado.

Nadie está seguro, en cambio, de qué piensa Fernández, pero parece probable que su único plan consista en pasarle la bomba a su sucesor antes de que le estalle en las manos.

Sergio Crivelli
Twitter: @CrivelliSergio

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