Nuestra desgastada democracia, erosionada por la incompetencia de la dirigencia para ver y afrontar la tormenta que vive el mundo, no genera expectativas. Más bien, crece el fastidio. No hay ningún candidato que en las encuestas logre menos del 50% de imagen negativa, es decir, de un "nunca lo votaría".
No es raro, con la mitad de la población haciendo equilibrio entre la pobreza y la exclusión, una inflación galopante y una dirigencia sin respuestas para esos problemas, y tampoco para la seguridad.
Ministro y candidato
Las elecciones de este año parecen cifrarse en torno de cuatro figuras: Horacio Rodríguez Larreta y Patricia Bullrich, que competirán dentro de Juntos por el Cambio, Javier Milei, que encabeza lo que parece una osada aventura libertaria y Sergio Massa, elegido entre Cristina Kirchner, Alberto Fernández y el propio postulante, como candidato de unidad del oficialismo.
La izquierda, enamorada de una narrativa propia de los años 30 del siglo pasado, esta vez no atrae el "voto bronca".
En definitiva, los cuatro favoritos compiten por ver quién podrá cultivar los mejores vínculos con el Fondo Monetario Internacional. No se trata de una cuestión ideológica, sino de sentido común: el endeudamiento del país equivale al monto total de PBI anual, con el agravante de que el Banco Central está en rojo, la actividad productiva no termina de arrancar desde 2011 y el país sigue dependiendo del campo y de la nueva quimera de Vaca Muerta.
Sin buenas relaciones con el FMI, el acceso al crédito internacional es nulo, entre otras cosas, porque la ilusión de un acuerdo con China obliga a recordar que el gigante de Asia también está entre los principales socios del organismo. Ni que hablar, entonces, de créditos del sector privado.
De todas las conjeturas y trascendidos acerca del grosero desplazamiento de Eduardo De Pedro y su reemplazo por el ministro de Economía debe buscarse en ese alineamiento financiero, además de la certeza de que la figura del ministro del Interior, junto con el ex jefe de Gabinete, Juan Manzur, no solo espantaría a "los mercados" sino, sobre todo, a los votantes.
En términos simples: el representante de "los hijos de la generación diezmada" fue reemplazado por un "sobreviviente del hundimiento de la UCeDe". No es una ironía, sino un dato de la realidad.
Sergio Massa es uno de los ministros que marcó el mayor récord de inflación desde 1992 y, sin haber cumplido ninguno de los acuerdos con el FMI, sigue en el cargo y aspira a la presidencia gracias a la ayuda que la entidad le sigue brindando.
Por lo pronto, con esos candidatos, cualquiera sea el resultado de las PASO difícilmente se produzca una estampida como la de agosto de 2019, cuando las primarias mostraron el inminente retorno de Cristina Kirchner como vice, acompañando a Fernández.
El objetivo del frente Unión por la Patria es asegurar la reelección de Axel Kicillof y con él, el control del Conurbano bonaerense; y entrar al balotaje.
Juntos por el Cambio
En tanto, Rodríguez Larreta agregó adrenalina a su precandidatura con Gerardo Morales como vicepresidente. En un país saturado de piqueteros, de paros anárquicos y de delincuentes comunes, todo lo ocurrido en Jujuy en la última semana fue como un parteaguas. Mientras los seguidores de Milagro Sala, acompañados por activistas de otras provincias pedían la intervención federal y generaban hechos de enorme violencia en la capital jujeña, sumados a cortes de ruta y medidas de fuerza adoptadas por los gremios kirchneristas, Alberto Fernández y Cristina Kirchner se pusieron decididamente en contra de Morales. Massa, en cambio, guardó absoluto silencio. Nadie sabe cómo interpretará la ciudadanía este juego. Lo cierto es que el conflicto parece el anticipo de lo que puede ocurrir con La Cámpora en la oposición.
El mismo anticipo vale para Patricia Bullrich, quien ha hecho gala de mucha firmeza frente al delito y, como ministra de Seguridad, afrontó personalmente la campaña de los sectores radicalizados para presentar a Santiago Maldonado, ahogado en un río huyendo de la Gendarmería, como víctima de una "desaparición forzosa en democracia".
Patricia, a diferencia de Larreta, suavizó su candidatura haciendo fórmula con el radical mendocino Luis Petri.
Los episodios de Jujuy limaron, al menos en la superficie, las diferencias entre "palomas" y "halcones". Esas diferencias habían llegado al paroxismo hace un par de semanas cuando Larreta intentó un acercamiento con el peronista cordobés Juan Schiaretti, imprudentemente (o maliciosamente) en vísperas de una elección provincial, la de hoy, en la que Luis Juez ya se siente ganador.
De todas maneras, ante unos comicios nacionales que dejarán al presidente, cualquiera que sea, sin mayoría en el Congreso, el acuerdo con Schiaretti será necesario, tarde o temprano.
Los libertarios
Este punto lo deberán asumir Javier Milei y su compañera de fórmula, Victoria Villarruel. Más allá de que los vientos empiezan a soplarles de frente, en un clima de desencanto, con resonancias del "que se vayan todos", lo cierto es que a Milei no le falta adrenalina y desparpajo como para mostrarse como un "antisistema ultraliberal", que denuncia a "la casta", es decir, a los que no están con él; atribuye al voto universal obligatorio, en 1916, el comienzo de los males del país; promete dinamitar el Banco Central, dolarizar la economía y terminar con la Asistencia del Tesoro a las provincias; incluso, amenaza con recurrir a la "consulta popular" si el Congreso no lo respalda.
Debería observar a Massa, que cultiva el apoyo de los gobernadores y de la CGT. El panorama es complicado para todos. Por más que el clima ayude y el FMI sea benévolo, hay un sistema que no funciona. Y no funciona porque, entre otras cosas, los gobernadores, los gremialistas, las organizaciones de desocupados y los empresarios ya han demostrado acabadamente que, para ellos, "los cambios son todos buenos, siempre que el precio lo pague el otro". Y esto solo se puede resolver con diálogo y sin garrote.
Francisco Sotelo