Viernes, 29 Septiembre 2023 11:29

Ventajas y desventajas - Por Vicente Massot

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Hay tres maneras diferentes de evaluar las posibilidades electorales de un determinado candidato: con base en las encuestas, con arreglo a la razón, o tomando en consideración la sensación ambiente. Cuando aún no se habían puesto de moda, entre nosotros, los relevamientos de opinión pública -y eso fue así hasta los comicios que en el año 1983 consagraron presidente a Raúl Alfonsín- cuanto se estilaba hacer eran apreciaciones, de suyo conjeturales, en donde primaba el análisis racional. Los datos cuantitativos no existían.

 

Por otro lado, estaban quienes privilegiaban el clima que se vivía en los meses previos al ingreso de la ciudadanía en el cuarto oscuro. En el año en el cual el líder radical se alzó con el triunfo a expensas de Ítalo Luder, lo que se leía en los diarios, y se escuchaba en la televisión o en la radio, era que el peronismo llevaba las de ganar. El peso de la historia era tal que resultaba inconcebible suponer que la UCR pudiese salir primera. Sin embargo, la sensación existente a medida que pasaban las semanas y las urnas estaban a punto de habilitarse era que el peronismo perdía terreno en beneficio de su principal adversario, que crecía sin solución de continuidad. 

Antes del 13 de agosto ninguna encuesta fue capaz de reflejar el fenómeno Milei y los comentaristas políticos, guiados por los números que daban a Juntos por el Cambio al tope de las preferencias ciudadanas, tampoco supieron registrar lo que se venía. La sensación que se palpaba a lo largo y ancho del país, en cambio, transparentaba que el libertario estaba en condiciones de darle pelea tanto a Patricia Bullrich como a Sergio Massa. Esta suerte de introducción viene a cuento de lo siguiente: como la gente es reacia a responder a los encuestadores, como 10 % de la población que no se hizo presente para sufragar en las internas abiertas es muy posible que acuda el próximo 22 de octubre a cumplir con sus obligaciones cívicas y, como las diferencias que se sacaron los tres contendientes mayores en las PASO fueron mínimas, a la hora de hacer un vaticinio de cara a las elecciones próximas la dificultad estriba en que las encuestas carecen de credibilidad, y ni los análisis -por sesudos que sean- ni las sensaciones resultan una guía segura. Nos movemos, pues, a tientas; y ello obliga a abordar la cuestión de qué tan acusadas o endebles son las chances de triunfar de Milei, Bullrich y Massa desde otro ángulo.

Una aproximación pertinente -que no agota el tema, por supuesto- es tratar de descubrir las ventajas y desventajas objetivas que arrastran cada uno de los arriba nombrados, dando por sabido que los pros y contras que acreditan hoy bien pueden cambiar en el curso de los veinticinco días que faltan para que se substancie la pulseada entre ellos. Comencemos entonces por Javier Milei. Hasta el momento no hay una sola encuesta que no lo ubique al tope de las predilecciones del así llamado pueblo soberano. Los analistas coinciden y la sensación ambiente acompaña semejante vaticinio. ¿Pero dónde están sus costados fuertes y en dónde reside su debilidad? En más de una oportunidad hemos hecho hincapié en la importancia que tiene el carisma -que a Milei le sobra- además de fijar la agenda de discusión y haberse adueñado del centro del ring. Esas son las principales ventajas del libertario, unido a un dato no menor: desde el instante en que se alzó vencedor en las PASO, el exitismo juega a su favor. Dicho de manera distinta: son pocos los que desean correr en pos de los perdedores. Claro que también acusa un lado flaco, dado por cierta desmesura en punto a su carácter. ¿Qué necesidad hay de torear, a un mismo tiempo, al Papa, al presidente de la Corte Suprema de Justicia, a los integrantes de Juntos por el Cambio, a parte del periodismo, y al gobierno de China continental? No se trata de quitarle razón a sus ataques como si fuesen descabellados. Que el Sumo Pontífice es equívoco en su relación con gobiernos tiránicos, que hay periodistas que reciben sobres a fin de mes como la cosa más natural del mundo, que JxC se parece bastante a una bolsa de gatos y que Horacio Rosatti no debió prejuzgar en un tema que el día de mañana puede tener que resolver la Corte, son opiniones que cabe hacer públicas de una forma más civilizada y con un manejo del timing diferente. Milei parece desconocer los términos medios.

Los puntos favorables de la Bullrich están dados por los triunfos que la coalición que ella encabeza obtuvo en las últimas semanas en Santa Fe, Chaco y Mendoza. Nadie puede asegurar que los votos de Pullaro, Cornejo y el vencedor de Capitanich la respaldarán dentro de cuatro semanas pero, en medio de las tribulaciones y sinsabores que ha sumado Juntos por el Cambio desde las PASO en adelante, no dejan de resultar estimulantes los resultados obtenidos en aquellas provincias. La falta de una estrategia, que era notable hasta pocos días atrás, ahora se ha corregido. El enemigo a vencer es Massa y, en contra del representante del kirchnerismo, se dirigen todas las baterías. Si bien los cambiemitas no ahorran críticas a la hora de referirse a Milei, es evidente que la campaña tiene como propósito casi excluyente disputarle el segundo lugar de la elección al oficialismo. En lo que renguea la candidata es en la exposición de sus ideas. Comunica mal, no es una oradora de fuste, se equivoca en más de una oportunidad, y así no suscita demasiado entusiasmo. Sobre el particular, hay un abismo entre la mística que en 2015 generó Mauricio Macri respecto de la ausencia de ángel que caracteriza a Patricia Bullrich.

¿Qué decir de Massa? Afianzado en su audacia y desparpajo, ha logrado mantener intacto el núcleo duro que le queda al peronismo, lo cual no es poco. Que el kirchnerismo puro y duro no haya levantado objeciones a su política y que el grueso de la militancia -aunque no comulgue con sus ideas- lo apoye, demuestra su habilidad para chapalear en el barro. Si se tiene en cuenta que ha sido uno de los peores ministros de Economía de la democracia -la inflación, pobreza, indigencia, déficit cuasifiscal y merma de reservas son otros tantos indicadores que hablan a las claras del desastre que ha generado-, el hecho de que sus posibilidades de meterse en la segunda vuelta sigan intactas no deja de sorprender. El flanco más débil es el deterioro de una situación económica y social que el ministro no tiene la capacidad de modificar. El país no voló por los aires, no hubo un fogonazo cambiario y la hiperinflación no sentó sus reales en la Argentina. Pero que haya podido esquivar tamañas catástrofes no significa que el derrotero que lleva lo ayude. Llegar a octubre era uno de sus cometidos, y lo logró. El inconveniente es que se halla en medio de una fenomenal crisis, de la cual él -en buena medida- es uno de los mayores responsables.

Si nos dejamos llevar por las encuestas -con todos los riesgos implícitos que ello acarrea- Javier Milei está primero y cómodo. La sensación ambiente se acompasa bien con los relevamientos de opinión conocidos y la generalidad de los analistas piensan así. Es, por ahora, el candidato que más ventajas objetivas acumula a su favor. En cuanto a sus competidores, todo es confuso y hay opiniones varias al momento de hacer un juicio acerca de las chances que tienen de disputar el ballotage. El desafío por excelencia de Patricia Bullrich consiste en evitar, al precio que sea, que se fuguen votos hacia La Libertad Avanza, por pocos que sean. Si no lo consiguiese, la posibilidad de llegar tercera se transformaría en una probabilidad. El desafío de Sergio Massa es rogar que el Plan Platita tenga más peso que la inflación a la hora de meter la papeleta dentro de la urna correspondiente. Si así fuese cabría tener esperanzas. De lo contrario estaría perdido.

Vicente Massot

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