Domingo, 05 Abril 2020 21:00

Un gobierno al que sus propios errores alcanzaron rápidamente - Por Sergio Crivelli

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Las aglomeraciones frente a los bancos no sólo dañaron la cuarentena; dejaron expuestos improvisación y gruesos errores de diagnóstico de un presidente que va atrás de los hechos

 

El encuestador ligado al peronismo Hugo Haime había terminado una medición sobre el desempeño de Alberto Fernández pocas horas antes de que miles de jubilados y planeros se agolparan frente a los bancos para cobrar. El impacto de esa violación masiva de la cuarentena y sus amenazantes consecuencias lo llevaron a descartar el sondeo y encarar otro.

En la misma situación otra importante consultora de opinión pública lanzó una medición rápida para corregir sus números: en un abrir y cerrar de ojos el presidente había perdido catorce puntos de valoración positiva. A tanta velocidad cambian los escenarios en medio de una crisis que antes de esos fatídicos amontonamientos tenía al oficialismo festejando. Un oficialismo que ahora espera con preocupación los cacerolazos nocturnos.

En pocas semanas el itinerario presidencial fue una montaña rusa. Pasó de subestimar la amenaza del coronavirus a decretar el confinamiento masivo. En esa medida incluyó una novedad extraordinaria: la de un feriado bancario sin término. La realidad se encargó de derrumbar semejante quimera con un costo político todavía difícil de evaluar.

Otro error fue el de querer aprovechar la crisis para fortalecer un liderazgo débil. Para justificar el desastre que veía venir planteó la falsa opción entre vida y economía y aceptó el ascenso a comandante en jefe de todos los políticos que le ofreció no sin malicia el radical Mario Negri. Sus colaboradores le aconsejaron apropiarse de los aplausos para el personal de salud, lo que generó la reacción de los verdaderos opositores, los de a pie, que tienen la cacerola siempre a mano.

Más allá de las maniobras equivocadas, lo llamativo fueron los errores de diagnóstico de algunos de sus colaboradores. El ministro de Trabajo previó en 3,6 millones los beneficiarios del bono de 10 mil pesos prometido a monotributistas, pero se anotó el triple. El costo fiscal es delirante y el político de no pagarlo, también. El propio Fernández ayer reconoció respecto del aluvión sobre los bancos que “nadie preveía que iban a aparecer todos esos jubilados”. No sólo hace mal las cuentas, también hace declaraciones inconvenientes. Se expone demasiado en los medios.

Por su parte el titular de la ANSeS, Alejandro Vanoli, se justificó alegando: “Pedimos que solo fueran los que tenían una necesidad imperiosa”. Como dijo Juan Carlos Pugliese en medio de la hiperinflación del 89: “Les hablé con el corazón y me respondieron con el bolsillo”.

Otro error no forzado: el gobierno también resolvió que no se corte el servicio eléctrico a los sectores vulnerables, pero se anotaron otros usuarios y la cobranza cayó el 10%, porcentaje que tendrá que cubrir el estado. Como los autos no circulan también cayó la recaudación de las aseguradoras y las estaciones de servicio amenazan con cerrar por la vertical disminución de las ventas.

A estas imprevisiones y pifiadas hay que sumar las marchas y contramarchas. Llamó a los empresarios “especuladores” y “miserables”, mientras elogiaba empalagosamente a Hugo Moyano. Pero después tuvo que recibirlos en Olivos porque el desastre económico será peor si los enfrenta. Paolo Rocca no actuó por un impulso. Su voz es la de la UIA que ya cuestiona a Fernández a través de sus voceros en los medios. Piden lo de siempre, subsidios, dinero barato, menos cargas impositivas y en conjunto pueden hacerle más daño que el camionero.

Otra notoria marcha atrás fue la que dio con la virtual expropiación de la medicina privada. El inefable González García había anunciado un DNU que 12 horas después debió descartar. El ministro no sólo comete errores que recomiendan su despido, sino que ideológicamente representa un socialismo senil propio de la generación de peronistas formados durante la Guerra Fría. Una generación de estatistas que llevó a la mayor degradación los servicios públicos de salud y de educación y que obligó hasta a la clase media baja a emigrar al sector privado.

Pero más allá de las cuestiones ideológicas, el presidente debería prepararse para un deterioro de la situación económica que en pocas semanas ninguna cuarentena permitirá camuflar. El único prestamista del Tesoro es el BCRA que aumentó en marzo la emisión en 600 mil millones de pesos (un 35% de la base monetaria). Cuando se convierta en circulante los precios la van a registrar. La demora en la apertura de los bancos amortiguó el efecto inflacionario de “la maquinita”, pero cuando planeros y jubilados de la mínima vuelquen lo que reciben al mercado los precios van a pegar un salto. Y no hay manera de pararlo, porque si no aumenta la liquidez la cadena de pagos seguirá rota.

La recaudación en marzo cayó 20%, el consumo de nafta 80%, la cosecha de soja, 10% y las estimaciones de caída del PBI fueron llevadas al 6% para este año. Las malas noticias son la norma, el gobierno tiene el confinamiento como única estrategia y toma decisiones cuyas consecuencias desconoce. Sólo falta que el humor social se altere para que la crisis sea perfecta.

Sergio Crivelli
Twitter: @CrivelliSergio

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