"En el resto del país la situación está tranquila", constata el ministro de Salud, Ginés González García.
DOS VELOCIDADES
Tomando en cuenta esas dos velocidades de propagación del virus, las autoridades han dado respuestas al aspecto económico de la crisis, a los pedidos de apertura de la cuarentena y a las necesidades de reactivación: más amplias en la mayoría de los distritos que están menos afectados, que han ingresado en la Fase 4 de la cuarentena. Más restrictivas en la Ciudad Autónoma y el Gran Buenos Aires.
Pese a lo que en primera instancia reflejan los números en aumento del AMBA, tanto en la jurisdicción porteña como -con una sintonía muy cautelosa- en el conurbano bonaerense la cuarentena se ha flexibilizado, se han autorizado actividades profesionales, comerciales e industriales y, naturalmente, eso significa que la circulación pública se ha incrementado. Sin embargo, el ministro no atribuye a esa mayor actividad el aumento de casos: "El incremento no tiene que ver con esta apertura sino con los barrios populares como la Villa 31 o la 1-11-14, donde el virus ya ingresó y donde es más difícil el aislamiento y el control, ya que se expande con velocidad fuerte".
Es, en efecto, muy temprano para sacar conclusiones sobre una flexibilización que recién comienza: sólo después de diez a catorce días de aplicación de esas reglas se pueden empezar a registrar sus consecuencias. Lo que sí está claro es que en la ciudad de Buenos Aires la mayoría de los casos se han producido en geriátricos (con una concentración de población vulnerable, un caso es la fuente de múltiples contagios) y en barrios de emergencia.
"Lo que está pasando ahora -señala el titular de Salud, enfocando en las villas- es que, al trasladarse el virus a los barrios más humildes, es mucho más difícil el aislamiento y el control. Está cambiando a un sector social y sobre todo a circunstancias sociales que son mucho más favorables para una expansión más rápida".
Un viernes atrás, cuando el presidente Alberto Fernández decidió presentarse ante el país flanqueado por el jefe de gobierno de la Ciudad Autónoma, Horacio Rodríguez Larreta, y por el gobernador bonaerense, Axel Kicillof, estaba subrayando cuáles son los espacios en que está centrada la preocupación oficial sobre la pandemia y también la coordinación con la que están trabajando la Nación y ambos distritos.
En esa conferencia de prensa, en la que el presidente no se privó de hacer comparaciones con otros países, quedó claro que, a diferencia de casos como España o Italia, países donde también se está flexibilizando la cuarentena, la apertura argentina se produce antes de haber atravesado el pico de los contagios. Es decir, se estaba anunciando lo que ahora empieza a verificarse: que el número de afectados aumentaría en las semanas siguientes. Con foco en la región metropolitana y, allí, en los puntos vulnerables. "Tenemos que cambiar la estrategia en las villas -resume Ginés González García-: debe ser ahora de mucha más vigilancia directa sobre esos lugares. Estamos trabajando intensamente con otro tipo de método allí, que es meternos rápidamente, aislar rápidamente, tratar rápidamente y circunscribir el efecto de difusión del virus".
UNIRSE POR EL CENTRO
Pese al incremento, las cifras de casos que se producen en Argentina siguen siendo muy inferiores a las de otros países de la región.
Una virtud que presenta Argentina en esta guerra contra la peste es, sin duda, la coordinación y armonía con la que están trabajando las autoridades de las diversas jurisdicciones. Mientras en Brasil el presidente Jair Bolsonaro choca a menudo con sanitaristas y gobernadores (caso los de San Pablo o Río de Janeiro) y combate en discursos y actos la conducción precavida de estos, el presidente a y gobernadores argentinos han convertido la estrategia contra la pandemia en política de Estado, subordinando a ella las lógicas partidarias. Gerardo Morales, el gobernador radical de Jujuy, recomendó a "quienes se sientan molestos por este trabajo con el gobierno nacional, que vayan al psicólogo".
La conferencia de prensa del viernes 7, con Alberto Fernández, Kicillof y Rodríguez Larreta codo a codo fue otra ratificación de esa política de estado compartida y un nuevo paso hacia la disolución de la mecánica de la "grieta".
Dos meses atrás, en esta columna destacábamos esta situación: "El desafío del coronavirus -decíamos- ha ofrecido al sistema político la oportunidad de saltar por sobre la famosa grieta y encontrar el denominador común de la solidaridad nacional contra un enemigo que no es interno, sino ajeno, invisible y letal. Esas nuevas condiciones no borran las diferencias, pero las subordinan al objetivo principal de ganar la guerra contra el virus. Y la pelea en la misma trinchera genera nuevas relaciones de cooperación y convivencia. Inclusive para tratar las divergencias".
Cuando Gerardo Morales invita a algunos sectores a "ir al psicólogo" está pensando en gente de su propio palo, en la tendencia "intransigente" de Juntos por el Cambio que difunde desconfianza y censura sobre la actitud de los gobernadores y, particularmente, la proximidad con el Presidente del jefe de gobierno porteño: los trolls de ese sector tratan de ningunearlo en las redes llamándolo con sarcasmo Horacio Fernández Larreta o le imputan "falta de actitud" y algunos columnistas que atizan la grieta comentan vitriólicamente que ejerce junto a Alberto Fernández "un papel de copiloto que le sale sin ningún esfuerzo". Hay comentaristas que solían batir el parche pidiendo políticas de Estado...y las embisten cuando se abre la posibilidad de concretarlas. Los extremos de la grieta (y ciertos intereses) disparan contra los que se unen en el centro.
GAMBETEANDO EL DEFAULT
La conferencia de prensa del último viernes coronaba una semana en que se acrecentaron las presiones destinadas a que el gobierno privilegiara el riesgo económico por sobre el riesgo sanitario, archivara la cuarentena y abriera sin anestesia la actividad de fábricas y comercios. Se lo instaba a actuar como "los grandes países". Pudorosamente no se mencionaba a Estados Unidos, donde la terca negativa de Donald Trump a aplicar cuarentenas coincide con el mayor número de muertos por la pandemia en el mundo.
El gobierno no puede sino oír todas las voces (algunas de ellas poderosas e insistentes) y sabe que varias de ellas responden a intereses especulativos. Elige, particularmente, particularmente las que considera enraizadas en situaciones reales.
El Presidente había recibido en la residencia de Olivos a una delegación de líderes empresariales y sindicales, que llevaron sus inquietudes sobre los efectos de la cuarentena en la economía. El titular de la Unión Industrial Argentina ofreció una radiografía tétrica del estado en que se encuentra el sector, con tres de cada cuatro firmas paradas y con signos de vida sólo en aquellas que trabajan para servicios esenciales. Los empresarios se mostraron obviamente ansiosos por iniciar una etapa de "normalización", aunque la mayoría de ellos no quiere entorpecer con presiones la estrategia sanitaria del gobierno. La inquietud de los gremios se mide por sus decisiones: los empleados de comercio, por ejemplo, acordaron reducir un 25 por ciento sus salarios para contribuir al sostenimiento de sus fuentes de trabajo, en tiempos en que únicamente parecen prosperar los rubros de alimentos y farmacia. Una señal inequívoca sobre su preocupación principal: sostener el empleo..
Alberto Fernández conocía bien esas situaciones y venía apurando a sus ministros para agilizar la ayuda prometida a empresarios y a trabajadores, que la morosidad administrativa o la reticencia de los bancos retrasa injustificadamente y para abrir la actividad allí donde fuera posible (ayer mismo puso en marcha un plan federal de viviendas que será una bocanada de oxígeno para el sector de la construcción).
Al mismo tiempo, Fernández no deja de reafirmar que el gobierno no ha cambiado sus prioridades, que la guerra contra la pandemia y la preservación de la salud y la vida de los argentinos ocupan el primer lugar, incluso antes que la economía, cuya significación por supuesto comparte. Fernández prometió a gremios y empresarios que con el reinicio de la actividad del Congreso - ya en su nueva era de sesiones telemáticas- el Ejecutivo propondrá a las Cámaras la creación de un Consejo Económico y Social para proyectar las vías de un desarrollo sustentable a mediano y largo plazo.
El mismo viernes de la conferencia de prensa compartida por Fernández, Kicillof y Rodríguez Larreta, se cumplía el plazo que el ministro de Economía Martín Guzmán ofreció a los acreedores externos para aceptar la oferta argentina de renegociación o formular una contrapropuesta. Los grandes fondos mantuvieron su renuencia y su silencio. El gobierno, reiterando que no desea incurrir en default, insistió en que esperaba una contrapropuesta, se declaró dispuesto a discutir cualquier modificación a su oferta, a condición de que tomase en cuenta el criterio de sustentabilidad que ha ubicado como objetivo y amplió el plazo de negociación hasta el 22 de mayo. Ese día hay un vencimiento por 500 millones de dólares que, si no se paga, dispararía el default. El gobierno aspira a incluir esa cifra en la renegociación.
Tal vez pueda, como mínimo, acordar una etapa de negociación ampliada, un paraguas que los técnicos llaman standstill, con un plazo de unos meses que permita atravesar la neblina de la pandemia para concluir las negociaciones en un marco de cierta normalidad. Bajo ese paraguas quizás pueda cubrirse también la deuda que provocó ayer el default de la provincia de Buenos Aires En menos de diez días tendremos un paisaje más claro (o más oscuro). También en este plano recibe el gobierno presiones muy fuertes. En rigor, los intereses que pujan con el Estado argentino disfrutan con cualquier situación que lo debilite, venga de la derecha o de la izquierda, de arriba o de abajo, de afuera o de adentro.
Jorge Raventos