La semana última el dólar volvió a la tapa de los diarios. Pero antes, el viernes 8, ya se había colado en medio de la liturgia oficial de conferencias de prensa por el coronavirus.
Un periodista de la agencia Bloomberg puso de mal humor al presidente al preguntarle por la aceptación del canje de bonos de la deuda. La oferta del gobierno había sido ampliamente rechazada, el presidente se negó a contestar y la conferencia de prensa terminó “ipso facto”. Nunca hubo información oficial sobre el nivel de aceptación de los acreedores. Fuentes privadas lo estimaron entre el 18 y el 20%. Cualquiera de esas cifras hablaba de un fracaso total. Por eso el silencio.
Pocos días después el dólar empinó su trepada. Primero, el que se compra a través de la bolsa y, cuando el gobierno amagó con medidas policiales para contenerlo, empezó a trepar el “blue”. El apriete iba en aumento.
Fernández está frente a una ecuación con tres incógnitas: la deuda, el dólar y el tiempo. Hasta ahora no hizo nada concreto para despejarlas. Si Alberdi creía que gobernar era poblar, Fernández cree que gobernar es postergar decisiones. El coronavirus le dio un respiro pasajero, pero lo está agotando. A las preguntas de la prensa se las puede ignorar, a los saltos del dólar es más difícil.
El problema de la deuda tiene poco impacto en la opinión pública, pero aparece en los medios como producto de una pulseada. Los acreedores se endurecieron y presionaron; el gobierno debió a ceder. El miércoles Fernández dijo a una radio amiga: “Mientras no haya contraoferta (de los fondos de inversión), no va a haber modificación de nuestra propuesta”. Traducido: dígannos qué quieren y lo volvemos a pensar. Antes había dicho tómenlo o déjenlo. En palabras de Groucho Marx: estos son mis principios, pero si no les gustan, tengo otros. Como respuesta los acreedores le presentaron anteayer tres contrapropuestas.
Abandonar el maximalismo es encomiable. Un nuevo default no sólo hundirá más la economía, sino que volverá más lenta y trabajosa la recuperación. Lo incomprensible es por qué se declaró primero la insolvencia, se dijo después que no se pagaría nada por tres años, fueron pagados desde diciembre 3 mil millones de dólares, se puso plazos perentorios a la negociación que sucesivamente fueron postergados y se pidió por último una segunda contraoferta de los acreedores.
¿Para qué se juntó a la UIA, a la CGT y a los académicos liderados por Stiglitz, si el problema es el valor de los nuevos bonos? Si valdrán 55 o 40 centavos por dólar. ¿Por qué se perdió tanto tiempo y esfuerzo en la estrategia de “juntos somos más”, cuando el problema es de dólares primero y político en cuarto lugar? La impericia de Guzmán se entiende; la de Fernández, genera incertidumbre.
La impericia sumada a la postergación de decisiones económicas dolorosas con la excusa del coronavirus empeoró más de lo lógico a la economía. Trascendieron tensiones entre el Banco Central y Economía por la disparada del dólar. La emisión más la baja de tasas alimentó el traslado de la liquidez al “blue” a pesar de la parálisis reinante.
¿Como sacar pesos de circulación sin emitir las demoníacas leliqs o lebacs? ¿Encajarle bonos a los bancos y arruinar algo de lo poco que todavía funciona? La búsqueda de culpables señala por lo menos dos cosas: desorientación y falta de voz de mando. En este clima de incertidumbre comenzaron a correr versiones sobre la posibilidad de que un fracaso de Guzmán abra la puerta a una mayor intervención de la Cámpora en el manejo de la economía. Sobre llovido, mojado.
En este marco el confinamiento colectivo ayuda cada vez menos a manipular la agenda, aunque los medios sean benévolos y la oposición esté fragmentada o cooptada. La preocupación social por la economía aumenta y cada vez se hace más difícil desviarla.
Ni vapulear al macrismo, ni maniobrar en Tribunales para frenar las causas por corrupción del kirchnerismo, ni la cuenta cotidiana de infectados y víctimas fatales alcanzar para ocultar las cifras de un desastre histórico, más allá de la danza del dólar. El segundo informe correspondiente al mes de mayo del centro de estudios de la UIA reveló que está sin producir el 64% de las empresas afectadas por la cuarentena (no esenciales) y el 71% tiene caída de ventas superiores al 60% (ver Visto y Oído). Una consultora especializada dio cuenta de que en abril hubo 228.225 cheques rechazados, lo que significó un aumento del 646% respecto de enero, por un monto de 18 mil millones de pesos. Es probable que en el cinturón del voto peronista del conurbano estos datos no se conozcan, pero sus efectos no tardarán en llegar.
Sergio Crivelli
Twitter: @CrivelliSergio