Martes, 25 Agosto 2020 21:00

Ficciones - Por Sergio Crivelli

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El escenario político está dominado hoy por la ficción. La más original es de tipo institucional: no es el presidente el que toma las decisiones de mayor peso, sino la vice como quedó a la vista con la reforma judicial.

 

En este mundo del revés pueden pasar cosas insólitas como, por ejemplo, que el presidente se entusiasme con el género de ficción y le atribuya palabras gravísimas a su antecesor, que su antecesor niega. Uno de los dos miente.

Fernández ha sido varias veces desmentido. Lo hicieron el gobernador de Mendoza y los gobiernos de Chile, Paraguay y Bolivia. Hasta los suecos no se hicieron los suecos refutando opiniones oficiales sobre el Covid. Parece que a todos los domina el realismo más pedestre y que pocos comprenden la inclinación presidencial por la literatura de ficción.

El entredicho entre Macri y Fernández puede parecer insólito, pero es un eco de la inversión de roles. Desde que esa ficción es posible, todo lo es. Al mismo tiempo, nada es totalmente cierto o falso. Es un País de las Maravillas sin Alicia, pero con la Reina Roja. El kirchnerismo siempre se caracterizó por descreer de la existencia de la verdad y reducirla a relato. El gobierno de Fernández no podía profesar otro credo.

Pero la anomia no es gratuita; desbarata cualquier lógica de gestión. Por eso la reforma de Comodoro Py es más urgente y crucial que el virus o el colapso económico.

Hay que reconocer, sin embargo, que no sólo el gobierno se dedica a la ficción. Los medios y los políticos también. Difunden la leyenda de que en el Poder Ejecutivo hay dos antagonistas. Uno "moderado" con quien se puede negociar y otro inflexible, que sólo conoce su voluntad.

Este mito ha forjado la ficción del "albertismo" por oposición al "kirchnerismo". Ese mito urbano ha sido rechazado hasta por el propio presidente.

¿A qué atribuir tanta fallida imaginación? Los políticos se aferran al presidente por una necesidad elemental. En la democracia nativa la oposición se alimenta de las sobras del poder, por lo que buena parte de sus integrantes siempre está dispuesta a cualquier acuerdo. Con la vicepresidenta eso es inimaginable; no acepta acuerdos, sólo adhesiones.

La leyenda de la "moderación" presidencial tiene dos características: su irrealidad y su persistencia. Políticos y periodistas insisten sobre los peligros de apartarse del "diálogo" y caer en la grieta, a pesar de que el presidente los descalifica de manera pública. Esto contamina de absurdo el discurso del "consenso" y vuelve patéticos a quienes se aferran a él.

Los políticos que insisten en dialogar con quienes se niegan a hacerlo son disfuncionales al sistema, porque dejan sin representación a un amplio sector de la sociedad que está sufriendo una crisis grave y a un gobierno que anda en otra cosa. También porque no preservan instituciones básicas como la Justicia sin las cuales el estado de derecho es una quimera. Esos dirigentes también terminan reduciendo la democracia a una ficción.

Sergio Crivelli
Twitter: @CrivelliSergio

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