Este fenómeno tiene varias causas. Las que más pesan son las económicas como la extinción acelerada del peso, pero hay algunas políticas que podrían ser evitadas y que tienen impacto negativo. La más notoria es la falta de credibilidad. Alberto Fernández desgasta cotidianamente la palabra presidencial con declaraciones más alejadas de la realidad que las tapas de Página/12.
A veces intenta crear expectativas favorables con resultados contraproducentes. La épica de la cuarentena más larga de la historia lo llevó a un callejón sin salida y no se le ocurrió mejor idea que reemplazarla por la épica de la vacuna. Trascendió un viaje "secreto" de la viceministra del área a Rusia, el presidente blanqueó la compra de millones de dosis de una vacuna no terminada, hubo versiones de que su aplicación sería obligatoria y después, que no, etcétera.
Frente al descalabro la clase media sale a la calle a tocar bocina, a pedir que Cristina Kirchner vaya a la cárcel y que alguien le ponga fin a la falta de futuro. Pero la dirigencia que en teoría la representa está en otra cosa: en la búsqueda de un entendimiento con el presidente para defenderlo supuestamente del kirchnerismo radicalizado. Ese argumento para justificar el acuerdo de cúpulas es hilarante. Alberto Fernández fue una herramienta electoral de Cristina Kirchner. Su autonomía política es ilusoria, más aún después de haber exhibido su incapacidad para gobernar.
Esta ineficiencia hizo retroceder al reloj. La jefa del gobierno es Cristina Kirchner y el único que la pudo derrotar ha sido Mauricio Macri. Aun con imágenes negativas altísimas, ambos son los ex presidentes con los que se identifica entre el 70 y el 75% del electorado.
En este marco cualquier pacto entre dirigentes no sólo es ilusorio, sino que no resolverá la lucha por el poder. La "grieta" es un producto del populismo para el que la estrategia amigo-enemigo es connatural. El régimen no "dialoga". La prueba de esto es la discrecionalidad con que Cristina Kirchner maneja el Senado. Por eso del punto muerto sólo se podrá salir en el mejor de los casos con una nueva elección entre los dos dirigentes que fueron a las urnas en 2015 y 2019 con suerte desigual, Cristina Kirchner y Mauricio Macri, cualesquiera sean sus representantes. Alberto Fernández no tiene poder para repartir; sólo ajuste y costo político.
Sergio Crivelli
Twitter: @CrivelliSergio