Si bien su discurso coincide pocas veces con los hechos, el jueves mostró por excepción un giro al realismo. En el mensaje al Foro Económico de Davos sostuvo que “la opción no es la vida o la economía; es la vida con más economía”, lo que representa un fuerte volantazo respecto de la posición del año pasado. Entonces había privilegiado el encierro aun al costo de cualquier desastre económico alegando: “Muchos me decían que iba a destruir la economía con la cuarentena. Si el dilema es la economía o la vida, yo elijo la vida. Después veremos cómo ordenar la economía”. Para justificar esa decisión tomada por cálculo político no dudó en apelar a la grieta: aseguró que Mauricio Macri le había recomendado no ahorrar muertos, si con eso se evitaba la ruina.
Diez meses más tarde la situación se agravó hasta el punto de forzarlo a usar un libreto más racional. El deterioro económico no tiene precedentes y los efectos de la pandemia fueron devastadores. Los muertos nunca dejaron de aumentar, se acercan a los 50 mil y todavía no llegó la temida segunda ola.
El gobierno se olvidó del encierro y confió en que en 2021 la vacuna ayudaría a retomar la actividad perdida, algo que está lejos de suceder. Hay una carrera entre la producción de vacunas y la demanda insatisfecha que viene ganado esta última. Los proveedores rusos prometieron lo que no pudieron cumplir. El gobierno repitió esas promesas y lo pagó con pérdida de credibilidad.
Con esa credibilidad inexistente Fernández afirma ahora que la economía se está recuperando más rápido de lo esperado. Sin embargo, el pesimismo de los votantes sobre el futuro quedó registrado una vez más en la encuesta de confianza del consumidor de la Universidad Di Tella.
En enero el índice de confianza cayó casi tres puntos y en los últimos doce meses, más de once. Las expectativas de inflación alcanzaron al 45%. Llamativamente son más pesimistas sobre el futuro los consultados de menores que los de mayores ingresos. La opción por los pobres podría no estar funcionando.
Sin vacuna, con la sociedad exhausta y la economía en el subsuelo el panorama electoral es malo para Fernández, pero podría ser mejor si a eso no se le agregaran los problemas que le genera el propio oficialismo. Apenas tres de muestra.
El gobernador Gildo Insfrán fue acusado de detener arbitrariamente en centros de aislamiento a presuntos contagiados de Covid y someterlos a malos tratos. Las denuncias crecieron y el presidente resolvió enviar al secretario de DD.HH. a comprobar su veracidad.
El funcionario respondió con una provocación. Dijo que eran un “chiste” las denuncias sobre “centros clandestinos” de detención; que no se violaban “sistemáticamente” los derechos humanos; y que tampoco se cometían “delitos de lesa humanidad” en Formosa.
Pero nadie había denunciado lo que él negó. La acusación era por retención arbitraria de ciudadanos en centros de aislamiento. Tanto hubiera valido negar la existencia de una ballena azul en la provincia.
En rigor el funcionario no había ido a investigar nada, sino a refutar a la oposición y cubrir a Insfrán que desde hace más de 25 años maneja la provincia como si fuera de su propiedad, algo que saben de primera mano los wichis.
Tiene protección nacional porque aporta votos al peronismo de la Casa Rosada. Los derechos humanos son la última preocupación de un oficialismo a la defensiva y que llega siempre tarde a todos lados.
Algo parecido le ocurrió con los sindicalistas docentes que mantuvieron cerradas las escuelas en 2020. La oposición denunció ese inconcebible atropello y comprobó que era un buen filón electoral. Nuevamente el gobierno llegó tarde y tuvo que cambiar de posición abandonando a los sindicalistas. La cuestión no está saldada, pero revela dos cosas: la lenta reacción del presidente y su cada vez más estrecho margen de maniobra.
Otro incidente que golpeó a la coalición oficialista tuvo como protagonistas a Julio De Vido y Sergio Massa. El ex ministro está a la espera de una amnistía del Congreso para los delitos de corrupción y se lo nota impaciente por cómo se lavan las manos Fernández y Massa. Por eso acusó al diputado apenas veladamente de partícipe en la dudosa venta de Edenor al Grupo Vila-Manzano. Y el presidente dice que volvieron mejores.
En suma, la economía no reacciona, la pandemia inicia un segundo año que amenaza con ser peor que el primero y en el oficialismo se acaba la paciencia. Una suma de problemas para los que Fernández no encuentra siquiera un principio de solución.
Sergio Crivelli
Twitter: @CrivelliSergio