La corrupción es un fenómeno que no ha impedido al peronismo llegar y mantenerse en el poder, pero en este caso no se trata de la habitual malversación de dinero público. Tampoco de la indignación opositora o del martilleo de los medios.
Las encuestas muestran que un 70% de la población teme al virus por lo que el espectáculo de políticos y funcionarios saltándose la fila puede tener un impacto irremontable. Paradójicamente Fernández exacerbó el temor al Covid para fortalecer el control social, pero, logrado el objetivo, no consiguió las vacunas y priorizó a los amigos. Un cortoplacismo y una miopía política inexcusables.
En cuanto a la reactivación económica el panorama no resulta más alentador. El año comenzó con una inflación proyectada del 50%. La misma por la que perdió Mauricio Macri en 2019. El ministro de Economía, otro vacunado VIP, rechaza los cálculos privados, pero a la vez pisa el dólar para frenar los precios, típico ejemplo de a dios rogando y con el mazo dando.
Insiste, además, con medidas policiales comprobadamente inútiles para parar la carestía. Equivoca el remedio, lo que lleva a descreer en un rebote rápido. Se estima que para financiar el déficit fiscal el gobierno emitirá este año más de un billón y medio de pesos, monto que supera holgadamente el 50% de la base monetaria. Más nafta al fuego de la inflación.
Con estos números parece poco probable un acuerdo con el FMI antes de las elecciones, aunque se logre calmar el dólar y la inflación se amesete por debajo del 4% mensual. Consecuencia: riesgo país alto, inversión mínima, reactivación en el freezer.
En marzo deberían comenzar a entrar las liquidaciones de exportaciones que fortalecen las reservas y la soja puede seguir cotizando firme, pero esas mejoras macro no alcanzan al consumo muy deprimido por el deterioro de los salarios, las jubilaciones, el desempleo y la desaparición de decenas de miles de pymes. El humor electoral depende más de esto último que de la cantidad de dólares que tenga el Central. Si la idea era “poner plata en el bolsillo” de los votantes, su ejecución falló por mucho.
Por último, la unidad del peronismo es el objetivo más fácil, porque mientras Fernández maneje la caja el grueso del oficialismo se mantendrá alineado. Fieles a su tradición, los peronistas abandonarán el barco sólo si el presidente pierde las elecciones; no antes. Entonces empezarán a hablar de “renovación”. Pero la tradición podría cambiar si ven que su derrota es imparable.
Sergio Crivelli
Twitter: @CrivelliSergio