En pocas palabras, las encuestas prevén una derrota similar o más pronunciada que la de septiembre. Registran además un rechazo a los cambios en el gabinete que el presidente y la vice hicieron para revertir su suerte, así como contra varias de las medidas dispuestas para recuperar el voto de los más pobres.
La diferencia de cuatro puntos a favor de Juntos en las primarias bonaerenses podría ampliarse a dos o tres más, mientras la diferencia de diez en el plano nacional parece indescontable. Pero los datos de interés no están en los vaticinios sobre intención de voto, sino en los motivos que llevan a los votantes a elegir candidato.
Si se les pregunta a los del Frente de Todos por qué votan por Victoria Tolosa Paz, responden que porque encabeza una lista antimacrista, actitud que explica las diatribas inagotables del kirchnerismo contra el ex presidente, que los consultores le pidieron a la dirigencia oficialista erradicar por contraproducente. Esas diatribas apuntan a fidelizar el voto de camiseta que representa sólo el 22% del padrón. Muy poco para ganar.
En sentido contrario, los votantes de Juntos alegan que votan a la oposición porque les gusta Facundo Manes o Diego Santilli. Sólo en tercer lugar aparece la causa del antikirchnerismo o antiperonisno.
Más ilustrativa todavía es la respuesta a la pregunta de quién quieren que pierda. Casi el 46% apunta contra Tolosa Paz, mientras el 27% lo hace contra Santilli. Es difícil para el FdT remontar semejante nivel de rechazo colectivo.
Otro dato llamativo es el de la retención de voto. Tolosa Paz retiene sólo el 60% del voto de Alberto Fernández en 2019. Santilli, el 82% del de Mauricio Macri. El electorado oficialista se dispersa, el opositor, no. Santilli, por otra parte, atrae un porcentaje importante de voto lavagnista.
Prevalece también el rechazo a los cambios hechos tras la derrota. El más criticado es el nombramiento de Aníbal Fernández, que tardó muy poco en convertirse en otro dolor de cabeza para el presidente con su ataque en Twitter contra un periodista.
Aníbal Fernández fue avalado por el presidente y la vice no porque fuese a mejorar la penosa gestión de seguridad, sino para hostilizar a los opositores. En el caso del dibujante agredido no hizo más que cumplir con lo que se esperaba de él.
Más perjudicial para el gobierno fue el reemplazo de Paula Español por Roberto Feletti, un nuevo Guillermo Moreno que amenaza empresarios con la Ley de Abastecimiento. Después del fracaso de los controles de precios ahora el presidente va por el fracaso con el congelamiento de precios. Es impermeable a la experiencia. Los controles y congelamientos no frenan la inflación y en el presente caso ni siquiera la demoran. La vocación de Fernández por el fracaso se mantiene inalterable. Eso es lo único que hoy tiene para ofrecer a empresarios, inversores, ahorristas y votantes.
A lo que hay que agregar otro problema: esa decisión potenció la incertidumbre sobre futuras regulaciones, aunque los empresarios ya no esperan nada de Fernández como quedó en evidencia en los pasillos del coloquio de Idea. Allí el presidente responsabilizó de la inflación galopante a “unos pocos que ganan millones” y no a la emisión de moneda sin control.
Prometió también por enésima vez un acuerdo con el FMI, mientras simultáneamente Juan Manzur y Martín Guzmán aseguraban en Nueva York que el gobierno no se radicalizaría si perdía las elecciones. Pero tanto los empresarios argentinos como sus colegas norteamericanos son escépticos, porque saben que Fernández tiene una parcela cada vez más chica de poder. Sólo esperan un nuevo gobierno.
Otro motivo de críticas a la reacción del oficialismo antes la derrota fue el posteo de la vice echándole la culpa de la derrota al presidente y copándole medio gabinete. Con ese gesto Cristina Kirchner inauguró la guerra abierta en el oficialismo, que Sergio Berni consideró públicamente un “cachivache”.
En resumen, si el panorama post PASO es inquietante, el post generales no lo resulta menos. El presidente posterga desde que asumió una imprescindible reducción del gasto público. No quiere jugar el mismo papel de Eduardo Duhalde que se inmoló políticamente para dejarle a los Kirchner el poder servido por más de una década.
Quienes la conocen aseguran que Cristina Kirchner tampoco hará ningún ajuste en el caso de que se vea ante tan problemática situación. Consecuencia: el ajuste fiscal se hará como ocurre de manera habitual en la Argentina vía salto inflacionario y volatilidad política anexa.
Sergio Crivelli
Twitter: @CrivelliSergio