Estas contradicciones no son fortuitas. Están en línea con la anarquía imperante en la gestión, pero más llamativo aún, coinciden con una teoría expuesta por el consultor del Frente de Todos, Antoni Gutiérrez-Rubí en una reciente publicación.
En ese artículo el "campaigner" sostiene que el pensamiento político es emocional antes que racional y que una estrategia acertada debe proponer mensajes que coincidan con la "narrativa interna" del votante. Admite con franqueza encomiable que dedicarse a buscar esas consignas está más al alcance de los políticos que dedicarse a transformar una realidad adversa.
Pone como ejemplo la campaña en 2016 de la británica Theresa May que respondía a las preguntas de la prensa sobre cómo solucionar los más diversos problemas con la misma frase: "un liderazgo firme y estable". Así evitó exitosamente revelar alguna idea concreta sobre su futuro gobierno.
Por eso Gutiérrez-Rubí propone "atrapar el eco cognitivo de los votantes" lo que evita los contactos con las penurias de la realidad. No ve peligro en esto, porque "el cerebro político es emocional, no una máquina de cálculo desapasionada".
Si fuera así, sin embargo, no haría falta perseguir a los comerciantes para que no remarquen. Se ignora lo que el señor Feletti opina de la teoría de Gutiérrez-Rubí, pero es evidente que se cubre por las dudas, mientras el "campaigner" sostiene con que "con el lenguaje construimos nuestro mundo".
VIEJA IDEA DE LA IZQUIERDA
Este idealismo extremo expone una vieja idea de la izquierda: creer que es posible cambiar la realidad cambiando las palabras, de lo que es un ejemplo brillante el risible lenguaje "inclusivo". Creer que el lenguaje no sirve sólo para describir la realidad, sino también para configurarla está más cerca de la magia o de la religión que de la ciencia. La invocación "hágase la luz y la luz se hizo" no desentona en la Biblia, pero en una campaña política representa un peligro cuya verdadera dimensión se conocerá en el presente caso cuando los electores muestren en las urnas si votan sólo por sus emociones o también por el ticket del supermercado.
Sergio Crivelli
Twitter: @CrivelliSergio